Tom Bombadil
Clásico
- Registro
- 4 Jun 2005
- Mensajes
- 4.221
- Reacciones
- 1
Interesante artículo éste que he encontrado.
https://www.larazon.es/noticias/noti_viv7667.htm
En realidad, es el frío a quien hay que temer. El desierto del Sahara no se formó a causa del calor, sino del frío. Es fácil de entender que a menor insolación, menos vapor de agua, menos lluvia, más sequedad, menos vegetación. Por el contrario, la vida en la tierra es el calor, y el calor depende, entre otros elementos, del dióxido de carbono (CO2), que retiene la radiación solar. Cuando hay calor, cuando hay CO2, hay vida.
En el llamado «Periodo Cálido Medieval», que va «grosso modo», desde el año 700 al 1300, la vegetación se abrió camino hasta latitudes hoy yermas: los vikingos colonizaron el oeste de Groenlandia y las crónicas dan cuenta de que en las islas británicas se cultivaba la vid.
Luego volvió el frío, «la pequeña edad del hielo», que contribuyó a la devastación de Europa, con plagas como la peste.
De esa época no tan remota proceden las primeras observaciones sistemáticas de las manchas solares y la sospecha de que es la mayor o menor actividad de la superficie del Sol lo que ejerce una influencia determinante sobre el clima de la Tierra. Casi un 40 por ciento del calentamiento observado en los últimos 30 años se debe al aumento de la luz solar.
De lo que no hay duda es de que la tierra viene calentándose desde hace unos trescientos años, tendencia que coincide, en líneas generales, muy generales, con un aumento de los gases de efecto invernadero.
Comenzó, pues, antes de la era industrial, y el mecanismo, que tiende a acelerarse con la modesta contribución humana, no lo puso en marcha la actividad del hombre: la mayor parte del dióxido de carbono procede de la disolución de las calizas por la acción del agua de mar, aunque no hay que desdeñar la acción de los volcanes. En el último máximo glacial, hace 18.000 años, el mar tenía 120 metros menos de profundidad. Desde entonces, gana terreno, aunque no de manera uniforme, y hay investigaciones que relacionan la reducción actual de algunos glaciares antárticos con fenoménos climáticos de hace 16.000 años.
Lo cierto es que la climatología terrestre, su mecánica, escapa a la comprensión científica del hombre. Ni siquiera somos capaces de predecir el tiempo con 24 horas de antelación, y se nos advierte de catástrofes que sucederán dentro de un siglo. Hace calor en Europa, falta la nieve y, aunque sabemos la razón (una masa de aire cálido procedente del oeste no ha sido contrarrestada por las masas frías árticas), ignoramos el porqué.
El sol, oculto
Pero tal vez no conviene alarmarse demasiado. El mecanismo de la vida terrestre, en el que el CO2, indispensable en la fotosíntesis, ejerce un papel fundamental, pasará sobre el hombre que, al fin y al cabo, es un recién llegado. La masa forestal seguirá incrementándose, como viene haciéndolo en las últimas décadas, y reducirá la reflexión de la energía solar, acumulando más y más calor. El vapor de agua, el más poderoso de los gases de efecto invernadero, se incrementará y una densa capa de nubes acabará por ocultar el sol, reflejando sus radiaciones. Y dentro de un siglo, el frío y los glaciares amenazarán con recuperar su reino. Y el «New York Times» podrá titular como en febrero de 1895: «Los científicos creen que el planeta puede volver a congelarse
https://www.larazon.es/noticias/noti_viv7667.htm