El día que yo me muera

Yo ya estoy muerto, el día que morí solo lloré yo en la oscuridad de mi habitación mordiendo la almohada para no hacer ruido mientras oía las voces de mi padre borracho y los lamentos de mi madre. Ahora vago como un alma en pena enterrado en un ataúd de hueso y carne andante. Enterrado en vida, lo peor que le puede pasar a un ser humano después de estar muerto en vida, como Demian y yo. El día que mi mecanismo corpóreo deje de funcionar será un descanso para mí, no hay cosa más absurda que una máquina circulando por un camino que no va a ninguna parte. Un artefacto sin propósito ni función.
Luego ves a gente llena de vitalidad a los que la parca corta el cordón de plata, y a otros nos mantiene aquí como títeres siniestros. En los días de lucidez me veo a mí mismo desde la perspectiva de mi sombra, como si ahora mi alma habitase ahí y mi cuerpo solo fuese un mero objeto necesario para cumplir las funciones biológicas vitales. Mi cuerpo es un extraño, habito la sobran que proyecta.
Dios, termina lo que empezaste, no me dejes a medias.
 
Yo me he imaginado mi muerte, como buen histriónico y ególatra que soy, de una forma ultratrágica y dramática. Sin embargo, mi funeral siempre lo he fantaseado como una fiesta donde todos se ponen hasta el ojete y cantan "La ramona pechugona" y cosas así.
 
Para ver este contenido, necesitaremos su consentimiento para configurar cookies de terceros.
Para obtener información más detallada, consulte nuestra página de cookies.


Tan bonita
 
Atrás
Arriba Pie