Pues en el aspecto exclusivamente cultural me parece que nos dan mil vueltas, tanto en elegancia como en calidad de la producción, pero puede que esté cuñadeando porque la última vez que lo pisé fue en 2012 y fui a las Azores. Me gustaría mucho ir en un tren chaca-chaca a Oporto, a ver cuándo se da el caso y lo hago, que bien tonto y fácil es.
Ahí queda mi visión romántica de la franja occidental peninsular. Le hembidio mucho, aunque luego me acuerdo de que tiene que vivir de continuo en Vigo y ya me se pasa.
Pues ya nada más coger el vuelo en Múnich debí replantearme las cosas. Imagínese un A333 lleno hasta la bandera de Cachondos Mentales procedentes de toda Europa con su correspondiente fiebre amarilla en forma de llavero coñibajo. Señores de sesenta años para arriba con chavalas más jóvenes que yo. Creo que mi madre y yo éramos, junto con dos mochileras guarras de metro ochenta y unas chavalillas que venían también desde Bilbao, las únicas occidentales del avión (y las únicas que íbamos sin compañía masculina).
Que, por cierto, nos cancelaron el vuelo y nos recolocaron en tiempo récord, pero esa historia va en otro post.
Lo de Bangkok como ciudad de mierda no lo digo sólo por lo de las putas. Al final, si no quieres ver explotación sexual, pues no la ves; te quedas en Khao-san Road con los putos australianos de mierda y ya está. Lo digo porque, de los países en los que he estado en Asia «verdadera» (Nepal, Malasia, Singapur, Indonesia, Corea y ahora Myanmar), es el único en el que absolutamente todo el mundo con el que he cruzado palabra (salvo por las azafatas de la Thai, los del hotel y la cajera del Uniqlo en el que me compré unas camisas) ha intentado timarme. La gente da ASCO. Yo lo entiendo, de verdad, que tienen que estar hasta la polla de que la gente venga de todas partes a meterles droga y follarse a sus mujeres, pero lo que no es de recibo es que vayas andando por la calle y la gente te pare y te toque y te grite y te acose para que te montes en su puto taxi. No me ha pasado en ninguna capital de ningún país del mundo, por muy pobre o muy turística que fuera. Nunca. De hecho a la vuelta, que paramos otra vez (volar a Yangon o Mandalay o es muy caro, o hay que hacer tres o más escalas, o las dos cosas juntas), me tuve que meter en la cama del mareo. De verdad que no soy una persona especialmente aprensiva en ese sentido, pero es que ese nivel de acoso al turista deja a los camareros de las Ramblas en cachorritos de golden retriever.
Para lo suyo, no se me ocurre otra cosa que intentar alquilar un coche en alguno de los países fronterizos y conducir hasta allá.