En mi caso, las hormonas me jugaron una mala pasada porque me tuvieron más salida que el pico de una plancha hasta el último momento, cosa que creó no pocos problemas, sobre todo para él, porque además de no dejarle tranquilo tampoco le dejaba descansar gracias a mis ronquidos, el tío se desesperaba porque era como dormir con un tractor pegado a la oreja, así que en cuanto podía se escabullía silenciosamente a la habitación de al lado para poder descansar algo.
Lo malo es que yo lo detectaba a los dos minutos y me iba rauda a llorarle que porqué me dejaba sola, si es que ya no me quería, que no se podía ir de la cama y mil lloros más. A las tantas de la madrugada. Me cuenta el pobre que iba derrengado todo el día, que temía la hora de irse a la cama por el acoso sexual y que en cuanto se metía en la otra cama y a los pocos minutos notaba que se paraban los ronquidos lloraba por dentro porque sabía que el tormento se acercaba en forma de ballenato a full de hormonas.