Yo soy padre (por partida doble), y estoy totalmente de acuerdo con los castigos físicos. No solo los veo convenientes en general, sino como parte de la educación de un niño actual. Los dos comentarios que más he escuchado sobre la crianza de mis hijos son que están muy bien educados (al menos en comparación con su entorno y con todos sus compañeros), y que soy demasiado severo con ellos. Y aún me discuten que ambas cosas no tiene relación, que es que
he tenido mucha suerte con ellos.
Puedes tener suerte y que te salga un angelito (y que te toque la primitiva en el primer intento) o que te toque un puto demonio, pero hay que establecer reglas y límites. Y cuando no se cumplen, al segundo o tercer aviso de palabra hay que
subir el nivel. No como rutina habitual de castigo (
@Perrino Chico ), pero sí como opción a valorar cuando quieres asentar un límite que han sobrepasado mucho.
Que esté a favor del castigo físico no significa que sea rutina, o que sea placentero hacerlo. Recuerdo el primer bofetón que le pegué a mi hijo mayor, que me dolió más a mí que a él. Le estaba cambiando de pañal en el cambiador, estaba revuelto y de repente se incorporó y me soltó un pequeño puñetazo en la cara, moviéndome las gafas. Automáticamente levanté la mano y se llevó un bofetón: lo suficientemente suave para no dejarle marcado o hacerle daño ostensible, lo suficientemente firme para que le picara y supiera que no era una broma. Se me quedó mirando con cara de sorpresa, y a mi comentario de "A papá no se le levanta la mano" se echó a llorar. Y mira que hay cosas que me molestan de los hijos, pero eso de levantar la mano a los padres (que de un tiempo a esta parte lo veo demasiado) es algo que me revuelve por dentro, y jamás me lo ha vuelto a hacer.
En resumen: falta muuuuuchas hostias en la crianza actual.