Desde pequeño padezco obsesión por las armas. Cuando tenía yo 13 años y siendo mi padre capitán del ejército, un sábado me dijo si le acompañaba al cuartel. En aquella época era algo habitual que me pasease por diferentes cuarteles como si tal cosa. Los sábados solía ser para levantar algun arresto.
Pero no, el caso es que llegamos ese día con su flamante Renault 12 amarillo, aparcó debajo de una compañía de fusileros, y me dijo que le acompañara.
Dentro de la compañía nos arrejuntamos con un teniente íntimo amigo de la familia, que me miró y se puso a reir. Yo con cara de Gñé.
Total, que mi padre y el teniente se ponen a caminar y yo ahí que le sigo hasta llegar al armero, donde le ordena al cabo que abra la puerta. Entramos allí los tres y a mí se me salían los ojos de las cuencas.
Cogimos unos cuantos Cetmes, una pistola y bastante munición.
Nos fuimos los tres al R12, habiendo metido antes todas las armas en el maletero cuál gitanos, y allí que arrancamos hacia el campo de tiro que estaba en las afueras del cuartel, aunque dentro del perímetro.
Cuando llegamos al susodicho campo de tiro me di cuenta que mi padre portaba desde casa sus dos pistolas, yo ya llevaba un par de años dando la tabarra para que me dejase disparar con ellas.
Pues eso, con 13 añitos me líe a pegar tiros con tres tipos diferentes de pistola y luego vino el plato fuerte, que fue el CETME. Buenas ostias daba eso.
Casi me corro del gusto y sobra decir que al día siguiente nadie me creyó en el colegio.
Adjunto fotos de las cuatro armas que disparé a mis tiernos 13 añines.
La primera pistola que sale en las imágenes en calibre 9 corto era la que empleaba mi padre de servicio. La segunda es del calibre 6,35 y la empleaba de paisano en la tobillera.
La tercera es un dinosaurio de la guerra civil que todavía debe rular por algunos cuarteles en calibre 9 largo. El CETME creo que no necesita presentación.
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