Al Barça le echan orfidal en el calimocho
En el Colegio de monjas del Sagrado Corazón de Jesús estudia Irene, una adolescente de belleza espectacular. Todos los chicos del colegio de enfrente suspiran cuando la ven, incluidas tres cuartas partes de las monjas del suyo. Las religiosas se pelean entre ellas por meterla en su grupo de clases de canto y los chicos le piden “para salir” con frecuencia, aunque ella les dice que no puntualmente a todos. No obstante, Irene siente mariposas en el estómago cada vez que mira al Franky, un repetidor que ya va y viene al colegio en moto. Un viernes por la tarde, a la salida, mientras los uniformes del colegio de monjas se confunden con los colores de la ropa de los chicos del otro centro, Franky invita a Irene a sentarse con él en un banco. Ella parpadea y, creyendo tener el control de la situación, dice que sí. Mas en el apartado lugar donde se sientan, Franky demuestra dominar mejor los tiempos, por su mayor experiencia en la vida, y le baja los humos rápidamente. Ella, avergonzada por los cortes que le mete, busca salvar la situación intentando parecer cool al no rehusar darle una calada al porro que se está fumando Franky y unos tragos al calimocho que se está bebiendo. En pocos minutos, Irene se encuentra en ligero estado de embriaguez, no sabe bien lo que dice y sonríe continuamente. Apenas puede resistirse cuando Franky la besa. No le queda otra que aceptar que ese beso es con lengua. Lleva tal globo que tampoco opone resistencia cuando Franky le introduce los dedos en la vagina. Ella dibuja ochos con la lengua, se deja hacer y reza para que eso acabe lo antes posible. Después de veinte minutos, en cuanto cae la noche, se le baja el pelotazo y siente un poco de frío. Así reúne fuerzas para decir que ya está bien e irse.
Al llegar a casa, saludó a sus padres y se fue a dormir. Pero pronto empezó a despertarla el móvil. Venga sms y sms. Decían algo de un youtube. Encendió el ordenador, todavía desperezándose, y ahí estaba el vídeo ‘Un dedo a la Irene’. Era una grabación, desde lejos, de cómo se enrollaba con el Franky. Nada de particular, a excepción de que la gracia estaba en el momento en el que el dedo le entraba por primera vez, que ella daba un saltito. Habían ralentizado ese momento y lo repetían luego una y otra vez con música hip-hop de fondo. Irene salió corriendo a la calle. Se ahogaba por los nervios. Llamó a su mejor amigo, Sergio, que los fines de semana estaba solo en casa y fue a consolarse con él. Su amigo era el clásico amigo, ese tipo de mejor amigo, que estaba enamorado de ella. Todas las conversaciones las terminaba dirigiendo a algún tipo de declaración babosa que Irene rechazaba sonriente, fingiéndose avergonzada y en el fondo orgullosa. No paró de llorar en el hombro de Sergio. Le pidió alcohol, necesitaba hacer el teatro de beber para olvidar. Y en una que fue al baño a mear, vio unos orfidales de la madre de su amigo y se los tomó. Que me he intentado suicidar, que me he intentado suicidar, le dijo a Sergio. Él la cogió entre sus brazos, la otra vomitó y, en definitiva, aquello fue un cuadro. Lo que pasa es que Irene, por el efecto del somnífero y el alcohol, perdió la consciencia y empezó a desvariar. Sergio aprovechó ese momento, incansable, para volver a declararse una vez más. Ella accedió sin ni saber a qué y, total, que se la tiró en el salón de casa de sus padres. Al cabo de una hora, Sergio se arrepintió. Vio que Irene estaba muy pedo, que no sabía ni qué hacía allí ni lo que decía. Y se dio cuenta de su error. Entonces cogió, se la metió en la boca y se la tiró de nuevo, esta vez con presentación, nudo y desenlace, acabando por vía rectal. Pasaron dos semanas y Sergio recibió una llamada. Era Irene. Le dijo: “Sergio, o sea, tenemos que hablar”.
Cambien Franky por AC Milan, Irene por FC Barcelona y Sergio por Real Madrid. Así tendrán el contexto previo más preciso posible en el que se ha disputado este sábado el encuentro de liga entre Real Madrid y FC Barcelona. El nerviosismo era indescriptible, máxima tensión ¿Qué diría la llamada? Ya lo hemos sabido. Irene quería más sable-láser de carne, con presentación, nudo y desenlace servidos en una trilogía. Sergio en estos momentos se está mirando al espejo sacando molla, se siente como el tío más destroy de Gandia Shore y en una tarde ha puesto el muro de tuenti perdido de fotos de si mismo.
Constituye un misterio de primer orden por qué el FC Barcelona ha decidido de repente que pasa de jugar al fútbol. De dejarse empatar a uno por el Madrid en la ida de la Copa en el Bernabeu, la aparición mágica de Varane, después de perdonar la intemerata, a hundirse en profundidades abisales. No son ni una sombra de lo que eran hace unos meses. ¿Será por los problemas de salud de su entrenador? ¿Les habrá cambiado Método 3 los batidos de siempre por simples Tang de naranja?
El Madrid se ha permitido el lujo de salir de entrada sin Cristiano Ronaldo. Con un Benzemá, que no puede ser más blandengue y despistado fuera del área rival, dirigiendo el ataque y marcando el primero. El juego del Madrid es muy competitivo, esperar, robar y atacar, pero llevar peligro en cada jugada, tanto en la Copa como ayer, o te sabes el truco de la tragaperras o es que algo le pasa al otro. Aunque sí podríamos decir que puede que Mourinho esté alcanzando los máximos niveles de su escuadra a tenor de las cada vez más voces del madridismo que piden su sustitución por el primer hype que luzca en la pasarela.
La polémica -eso que sólo ocurre cuando está Guardiola o el Barça pierde- ha llegado por un penalti no pitado en el último minuto a favor del Barcelona. Los azulgrana tienen como argumento de peso que la jugada no ha sido muy distinta a la que sí fue penalti en el anterior encuentro de Piqué a Cristiano Ronaldo. La diferencia entre ambos lances es más bien escasa. Contacto superficial arriba o abajo, antes o después, lo cierto es que los dos delanteros caen sin vida como los enemigos del Operation Wolf.
Una hostia, una verdadera hostia, lo que se dice una hostia digna de un penalti, aunque sea en el centro del campo, es la que le ha metido Arbeloa a Alexis Sánchez. Así se para un contraataque. Esto es lo que debería enseñarse en aquel programa de televisión, El Área de Valdano. Ahí es donde Segurola debería citar a Rilke, donde José Ramón de la Morena debería hablar con los ojos cerrados y Louis Armstrong de fondo. A mi modo de ver, junto con la falta de Cristiano a la escuadra, la imagen que recordaré de este muy, muy insulso partido.