Konstanz
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A veces nos llegan historias que son dignas de contar. Ésta es una de ellas. La protagonista es una "amiga" mía. No es fruto de mi invención ni nada que tenga que ver conmigo, pero me parece correcto compartir lo que le pasó con todos vosotros y leer vuestras opiniones. El nombre de mi "amiga" lo mantengo en el anonimato y desde aquí le mando un saludo por contarme esta historia con la que he disfrutado tanto. Espero que vosotr@s también disfrutéis con ella.
Quien no haya trabajado en un escenario ante cientos de miradas pendientes de lo que hace, no conoce la sensación que se experimenta. Por una parte satisface nuestro ego de ser observados, pero por la otra nos llena de una cierta angustia.
Muchas veces he pensado en lo que me ocurrió en aquel pueblo de Córdoba donde teníamos que tocar el verano del 2000. Ya estaba más o menos acostumbrada a las miradas lascivas que podía captar furtivamente durante mi actuación; pero aquella experiencia que os voy a contar, me marcó profundamente, mucho más de lo que quisiera aceptar.
Para los que no lo sepáis, soy vocalista de una orquesta de esas que tocan en los pueblos cuando están de fiestas. Mi vocación es la música y la danza; y para eso tengo mi grupo, en el que algún día espero triunfar; pero mientras eso llega... Necesito hacer ese tipo de trabajos, sobre todo son en verano. Mi físico de bailarina acompaña y con el pelo teñido de rubio (el representante dice que llama más la atención) y los vestidos que me proporcionan (siempre sexies y llamativos) tengo que tararear moviéndome con otra compañera, los éxitos del verano, para que los garrulos se entretengan. Al menos así con eso, tengo para mis gastos; pero no soy una puta como muchos parecen tratarme, sino una artista.
Como digo, ya estoy acostumbrada a que me miren con deseo; pero lo que me sucedió era algo a lo que no estaba preparada para asumir...
Las galas duraban unos 45 minutos que con bises y demás podían alargarse a hora y media, ésta en particular y porque al final yo tenía prisa porque acabara cuanto antes, llegó a la hora.
Recuerdo que la plaza estaba repleta y al comenzar el show y empezar yo con Yoli (mi compañera) a bailar mientras cantábamos la horterada del momento, pude oír los gritos y silbidos de los mozos, referidos a mis piernas... Pero pronto hubo algo que me alteró; pues no estaba acostumbrada a verlo, subido sobre una valla, al píe de un escenario había un hombre como de unos 35 años, mirándome fijamente, cada vez que mis ojos durante mi baile coincidían con él, podía darme cuenta de que tenía sus ojos clavados en mi entrepierna, y seguía sus movimientos extasiado... Podéis pensar que era una paranoia mía; pero no, Yoli también me advirtió divertida sobre la mirada constante de aquel sujeto. En un principio, presa del pudor, pedí a Yolanda que comprobara si se me transparentaba algo o ocurría algo extraño en la zona de mi pubis; pero ella me confirmó que no, ni siquiera la tela dejaba transparentar mi vulva depilada, como era mi inquietud.
Aquel individuo continuó impertérrito mirándome, al principio decidí ignorarle; pero después ya harta de esa mirada tan obscena, que se clavaba en mi sexo, decidí hacerle ver mi disgusto con ello, para ver si así dándose cuenta de que le había pillado y me sentía molesta, paraba. Pero no sirvió de nada, me miraba como si pudiera penetrarme con sus ojos... Yo en esa situación lo estaba pasando realmente mal, me sentía casi violada mientras bailaba y cantaba; y aunque no os lo creáis, tuve que hacer un esfuerzo para no llorar, porque ya estaba harta, de que ese cerdo me mirase así, cuando sólo soy una pobre cantante que no se mete con nadie. Además la vulva se me estaba empezando a hinchar, sin yo quererlo, lo cual me ponía muy nerviosa, ante el acoso de ese asqueroso, mi cuerpo reaccionaba así; y no podía evitarlo.
Recuerdo que le lancé una mirada de auténtico odio, como si pudiera fulminarle con ella; y para mi angustia el tipo sonreía mientras fijaba los ojos en mi vagina; pero lo asombroso del caso es que con aquellos panties de lycra y la mini de vinilo no se podía notar nada.
Ya íbamos por la quinta canción, creo, y aquello para mí era un suplicio. Mientras mi mente hacía esfuerzos por recordar las letras y las coreografías (tantas veces ensayadas) y moverme y cantar a la par de Yolanda mientras seguíamos la música; me sentí sucia, realmente sucia como mujer, y ultrajada. No podía evitar que mi vagina, como si tuviera vida propia, se abriera y cerrase sola, como si bailase al ritmo de la mirada de aquel degenerado. Además sentía un flujo en mi interior, que estaba empezando a empaparme las braguitas; me sentía húmeda y sucia, asquerosa y enferma como la mente de aquel hombre. Y cuando por fin terminó el show, para mí fue una liberación; pero mientras los compañeros recogían los instrumentos y nos preparábamos para ir al hostal, donde pernoctaríamos, se apoderó un pánico de mí, temía que aquel tipo que parecía ser un obseso sexual, no se conformase con mirarme como me miró; sino que ahora buscase más. Le pedí a Lucas, el batería, que me acompañara y no se separase de mí, hasta llegar al hostal, tenía miedo de aquel individuo y de lo que su mente tramara. Me había dado cuenta de que no era alguien normal, no es normal mirar a alguien vestido además, durante cerca de una hora con esa fijeza en sus partes. A mí he de reconocerlo, me afectó.
Ya en mi habitación aquella experiencia me seguía torturando, llegué a sentir miedo de que aquel sátiro pudiera entrar esa noche y violarme. Recuerdo que cuando me quite el vestido ceñido, tenía las bragas empapadas. Me acosté sobre la cama, en ropa interior. Tenía los ojos a punto de llorar, los cerré y traté de relajarme. Mi vagina aún seguía hinchada y podía sentir la humedad en la tela, para relajarme, la acaricié tenuemente con la yema de mi dedo, recorriendo sus bordes, a través de la fina capa de algodón de mis braguis rosas... Ufff estaba realmente excitada, sin perder tiempo me desprendí de las braguitas, y pude ver mi chocho abierto suplicándome que lo calmara... así no podía dormir, así que decidí masturbarme, eso me calmaría y cogería sueño, ojalá a la mañana siguiente no me acordara de nada de aquel desagradable incidente de la actuación.
Mientras mi dedo hábilmente por la práctica me acariciaba con un movimiento rítmico el clítoris, no pude evitar fantasear con cientos de ojos como el de aquel individuo, ojos escrutadores de mi chochito, ojos que dicen que si pudieran lo comerían a lengüetazos, lo penetrarían sin piedad con sus inmensas pollas; pero que estaban atados a cadenas y sólo podían mirarme mientras les extasiaba, yo me movía con las piernas abiertas en un escenario imaginario, y con mis caderas les mostraba mi raja para que miraran, mirar pero no tocar, era aquel espectáculo, y aquello me gustaba, me gustaba saber que gracias a verme esos cerdos degenerados se correrían de gusto, como siempre he soñado que gracias a oírme cantar pudiera crear sensaciones a otras personas, hacerlas soñar. Quería ser una artista de mi coñito pequeño y rosadito en mi fantasía. Mi dedo ahora había penetrado dentro de mí y se movía saliendo y entrando de mi útero, que sentía como se convulsionaba del placer, aceleré instintivamente el movimiento de mi dedo hasta que me corrí, empapándome de un flujo pegajoso toda la mano. Las piernas, que las tenía abiertas sobre la cama, se me relajaron; y me sentí vacía ¿Por qué había tenido esa fantasía que me excitaba tanto con algo que me dio tanto miedo como aquel hombre y su mirada? Ahora a menudo, por las noches en mi cama, me toco pensando que otros me miran ¿seré exhibicionista? Lo que sí soy es una chica de 24 años con una sexualidad atormentada, que me aflige, y necesito contarla aquí para liberarme de esos fantasmas. Yo no tengo la culpa de ser así, nací mujer deseable y me educaron para reprimirla, y de noche salto todas esas represiones con orgasmos que me transportan a otra dimensión, para sentir luego un gran vacío interior, una pena y una culpa muy grande, que solo escribiéndolas aquí puedo de alguna manera sobrellevar.
Quien no haya trabajado en un escenario ante cientos de miradas pendientes de lo que hace, no conoce la sensación que se experimenta. Por una parte satisface nuestro ego de ser observados, pero por la otra nos llena de una cierta angustia.
Muchas veces he pensado en lo que me ocurrió en aquel pueblo de Córdoba donde teníamos que tocar el verano del 2000. Ya estaba más o menos acostumbrada a las miradas lascivas que podía captar furtivamente durante mi actuación; pero aquella experiencia que os voy a contar, me marcó profundamente, mucho más de lo que quisiera aceptar.
Para los que no lo sepáis, soy vocalista de una orquesta de esas que tocan en los pueblos cuando están de fiestas. Mi vocación es la música y la danza; y para eso tengo mi grupo, en el que algún día espero triunfar; pero mientras eso llega... Necesito hacer ese tipo de trabajos, sobre todo son en verano. Mi físico de bailarina acompaña y con el pelo teñido de rubio (el representante dice que llama más la atención) y los vestidos que me proporcionan (siempre sexies y llamativos) tengo que tararear moviéndome con otra compañera, los éxitos del verano, para que los garrulos se entretengan. Al menos así con eso, tengo para mis gastos; pero no soy una puta como muchos parecen tratarme, sino una artista.
Como digo, ya estoy acostumbrada a que me miren con deseo; pero lo que me sucedió era algo a lo que no estaba preparada para asumir...
Las galas duraban unos 45 minutos que con bises y demás podían alargarse a hora y media, ésta en particular y porque al final yo tenía prisa porque acabara cuanto antes, llegó a la hora.
Recuerdo que la plaza estaba repleta y al comenzar el show y empezar yo con Yoli (mi compañera) a bailar mientras cantábamos la horterada del momento, pude oír los gritos y silbidos de los mozos, referidos a mis piernas... Pero pronto hubo algo que me alteró; pues no estaba acostumbrada a verlo, subido sobre una valla, al píe de un escenario había un hombre como de unos 35 años, mirándome fijamente, cada vez que mis ojos durante mi baile coincidían con él, podía darme cuenta de que tenía sus ojos clavados en mi entrepierna, y seguía sus movimientos extasiado... Podéis pensar que era una paranoia mía; pero no, Yoli también me advirtió divertida sobre la mirada constante de aquel sujeto. En un principio, presa del pudor, pedí a Yolanda que comprobara si se me transparentaba algo o ocurría algo extraño en la zona de mi pubis; pero ella me confirmó que no, ni siquiera la tela dejaba transparentar mi vulva depilada, como era mi inquietud.
Aquel individuo continuó impertérrito mirándome, al principio decidí ignorarle; pero después ya harta de esa mirada tan obscena, que se clavaba en mi sexo, decidí hacerle ver mi disgusto con ello, para ver si así dándose cuenta de que le había pillado y me sentía molesta, paraba. Pero no sirvió de nada, me miraba como si pudiera penetrarme con sus ojos... Yo en esa situación lo estaba pasando realmente mal, me sentía casi violada mientras bailaba y cantaba; y aunque no os lo creáis, tuve que hacer un esfuerzo para no llorar, porque ya estaba harta, de que ese cerdo me mirase así, cuando sólo soy una pobre cantante que no se mete con nadie. Además la vulva se me estaba empezando a hinchar, sin yo quererlo, lo cual me ponía muy nerviosa, ante el acoso de ese asqueroso, mi cuerpo reaccionaba así; y no podía evitarlo.
Recuerdo que le lancé una mirada de auténtico odio, como si pudiera fulminarle con ella; y para mi angustia el tipo sonreía mientras fijaba los ojos en mi vagina; pero lo asombroso del caso es que con aquellos panties de lycra y la mini de vinilo no se podía notar nada.
Ya íbamos por la quinta canción, creo, y aquello para mí era un suplicio. Mientras mi mente hacía esfuerzos por recordar las letras y las coreografías (tantas veces ensayadas) y moverme y cantar a la par de Yolanda mientras seguíamos la música; me sentí sucia, realmente sucia como mujer, y ultrajada. No podía evitar que mi vagina, como si tuviera vida propia, se abriera y cerrase sola, como si bailase al ritmo de la mirada de aquel degenerado. Además sentía un flujo en mi interior, que estaba empezando a empaparme las braguitas; me sentía húmeda y sucia, asquerosa y enferma como la mente de aquel hombre. Y cuando por fin terminó el show, para mí fue una liberación; pero mientras los compañeros recogían los instrumentos y nos preparábamos para ir al hostal, donde pernoctaríamos, se apoderó un pánico de mí, temía que aquel tipo que parecía ser un obseso sexual, no se conformase con mirarme como me miró; sino que ahora buscase más. Le pedí a Lucas, el batería, que me acompañara y no se separase de mí, hasta llegar al hostal, tenía miedo de aquel individuo y de lo que su mente tramara. Me había dado cuenta de que no era alguien normal, no es normal mirar a alguien vestido además, durante cerca de una hora con esa fijeza en sus partes. A mí he de reconocerlo, me afectó.
Ya en mi habitación aquella experiencia me seguía torturando, llegué a sentir miedo de que aquel sátiro pudiera entrar esa noche y violarme. Recuerdo que cuando me quite el vestido ceñido, tenía las bragas empapadas. Me acosté sobre la cama, en ropa interior. Tenía los ojos a punto de llorar, los cerré y traté de relajarme. Mi vagina aún seguía hinchada y podía sentir la humedad en la tela, para relajarme, la acaricié tenuemente con la yema de mi dedo, recorriendo sus bordes, a través de la fina capa de algodón de mis braguis rosas... Ufff estaba realmente excitada, sin perder tiempo me desprendí de las braguitas, y pude ver mi chocho abierto suplicándome que lo calmara... así no podía dormir, así que decidí masturbarme, eso me calmaría y cogería sueño, ojalá a la mañana siguiente no me acordara de nada de aquel desagradable incidente de la actuación.
Mientras mi dedo hábilmente por la práctica me acariciaba con un movimiento rítmico el clítoris, no pude evitar fantasear con cientos de ojos como el de aquel individuo, ojos escrutadores de mi chochito, ojos que dicen que si pudieran lo comerían a lengüetazos, lo penetrarían sin piedad con sus inmensas pollas; pero que estaban atados a cadenas y sólo podían mirarme mientras les extasiaba, yo me movía con las piernas abiertas en un escenario imaginario, y con mis caderas les mostraba mi raja para que miraran, mirar pero no tocar, era aquel espectáculo, y aquello me gustaba, me gustaba saber que gracias a verme esos cerdos degenerados se correrían de gusto, como siempre he soñado que gracias a oírme cantar pudiera crear sensaciones a otras personas, hacerlas soñar. Quería ser una artista de mi coñito pequeño y rosadito en mi fantasía. Mi dedo ahora había penetrado dentro de mí y se movía saliendo y entrando de mi útero, que sentía como se convulsionaba del placer, aceleré instintivamente el movimiento de mi dedo hasta que me corrí, empapándome de un flujo pegajoso toda la mano. Las piernas, que las tenía abiertas sobre la cama, se me relajaron; y me sentí vacía ¿Por qué había tenido esa fantasía que me excitaba tanto con algo que me dio tanto miedo como aquel hombre y su mirada? Ahora a menudo, por las noches en mi cama, me toco pensando que otros me miran ¿seré exhibicionista? Lo que sí soy es una chica de 24 años con una sexualidad atormentada, que me aflige, y necesito contarla aquí para liberarme de esos fantasmas. Yo no tengo la culpa de ser así, nací mujer deseable y me educaron para reprimirla, y de noche salto todas esas represiones con orgasmos que me transportan a otra dimensión, para sentir luego un gran vacío interior, una pena y una culpa muy grande, que solo escribiéndolas aquí puedo de alguna manera sobrellevar.