No deja de tener razón nuestro querido cutron mesetario: cuanto más ganas, más difícil rascarse el bolsillo. Siempre duele más erosionar un magnífico montón de monedas que una cantidad modesta para ir tirando. Mucho más difícil ser manirroto a principio de mes, con la nómina caliente en el granero, que al final con la cuenta ya desangrada. Lo explicaba Montaigne en sus ensayos: si uno se acostumbra a una cantidad fija como colchón de seguridad, cualquier disminución de la misma causa un stress desproporcionado. Acabará usted como la protagonista de "Avaricia" de Von Strogein, acariciando con delectación sus monedas siendo incapaz de gastar ninguna. Por lo demás, me alegra verle convertido en una hormiga más de la colonia, empujando su semilla de centeno a la boca del hormiguero. A ver si le dura y puede comprarse un buen reloj.