En el bar te emborracharás y al downie echarás

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Esta iba con el hijo, porque si aquel mamotreto se pillaba en la ducha con el calentón, ten por seguro que te enculaba. Lo que pasa es que iba a unos servicios especiales que eran para gente que necesitaba ayuda o niños que iban con las madres o niñas con los padres. No sé muy bien.

Es un marrón.

La de veces que tuve que mediar para que no hubiera follones y quejas de mujeres que no querían mostrencos en los vestuarios y viceversa.

Con lo bello que es el nudismo, coño.:lol:
 
nuestro amigo Cabezas.


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:) los perros de El Cabezas mirando y pensando " lo que hay que aguantar por un plato de pienso granulado con riskettos"
 
Spizo ¿No habia aseos de minusvalidos?

Pues eso.
 
Última edición por un moderador:
En aquellos tiempos no había planes de estudios adaptados a chicos como Falete y, si los había, en mi colegio no los conocían, así que salvo los ratos en que se iba con la logopeda a intentar mejorar algo su dicción, el resto del tiempo lo pasaba con nosotros en clase. Evidentemente, él no seguía la lección ni tenía que hacer nuestros exámenes sino que casi todo el rato estaba dibujando o haciendo láminas sobre los temas que nosotros sí estuviéramos viendo ese día en clase. Que tocaba la flor, pues ahí que le daban a él su fotocopia cutre en la que tenía que colorear cada parte de un color. Pistilo, estambre y lo que pusieran ahí y, además, reescribir el nombre de cada órgano con su propia letra que no es que fuera muy buena.

Cada vez que terminaba de colorear algo, me lo enseñaba, todo sonriente y feliz. Muy bien, Falete, te está quedando muy chulo -le decía yo.

Aunque él iba un poco a su rollo, intentaba seguir el trascurso de la clase y, de hecho, en muchas ocasiones nos salvó el culo a más de uno. Los profesores rara vez le regañaban, creo que era algo que les venía grande y no sabían cómo encauzarlo; sin embargo, sí tenían la directriz de hacerle ver que sus interrupciones no eran adecuadas y que un chico bien educado y decoroso debe guardar silencio cuando está en grupo. Pero él sabía que si el profesor preguntaba algo a alguien y este alguien no respondía o si la tutora estaba rabiando a los del fondo, con que él soltase un ¡¡¡Azofaifa!!! enérgico, coparía toda la atención y, tras las risas, el profesor de esa clase tendría que hacerle ver, con buenas palabras y de manera educada, que eso no era oportuno, lo que libraría de la regañina a los alumnos con los que estuviese enfilado antes de la interrupción del bueno de Falete.

La primera vez que lo vi enfadado, a Falete, fue en parte culpa mía. Estábamos en el patio jugando a mosca. Él no participaba sino que deambulaba a nuestro alrededor comiendo su bocadillo e intentando hacernos reír a los que formábamos las dos filas y no podíamos ni enseñar dientes ni separar los pies mientras esperábamos calzarle una colleja traicionera al que le tocase quedársela. La semana anterior uno de nuestros compañeros había puesto de moda el darnos una hostia con el revés de la mano mientras nos decía mientes, puta. Se ve que lo había visto en una película en blanco y negro o algo así y nosotros lo interiorizamos con un juego y, cada vez que nos cruzábamos, ahí que la soltábamos.

Yo, en un alarde de creatividad, le había arreado fino revés a un colega, al Gordito Pinchauvas, y éste prometió que me la devolvería a no mucho tardar. Y tan poco tardó que al día siguiente, jugando a mosca, me giró el pescuezo con el dorso de la mano a la par que rezaba mientes, puta. Te has pasado -dije yo con una lágrima resbalando por la mejilla-. Te has pasado un huevo.

El muchacho empezó a pedirme perdón pero ya era tarde. Quiso la fortuna que Falete fuera mudo testigo del momento y, al verme con los ojos lacrimosos y el gesto descompuesto gritó a spawny no pega, a spawny nooooo y se vino corriendo contra nosotros mientras hacía el molinillo con ambos brazos bien estirados. Él, además, hacía el molinillo al revés, en sentido antihorario, y a una velocidad de la hostia porque era capaz de casi dislocarse ambos hombros. Así que se dirigió hacia los que estábamos ahí presentes y, en una décima de segundo, arrambló con los que me rodeaban como si fuera un ariete. El muchacho que me había dado la hostia cayó al suelo del meco que le soltó en la barbilla y las gafas se le fueron a la mierda.

Yo intervine lo más rápido que pude y le hice ver que no pasaba nada, que todo estaba bien. El chico, el Gordito Pinchauvas, con un pequeño corte en el labio, le dijo lo mismo y todos acordamos no hacer saber de aquello nada a nadie. Diríamos que todo había ocurrido jugando al fútbol y listo. Yo le expliqué a Falete, como buenamente pude, que a veces la gente te hace daño sin querer y que no por ello hay que liarse a tollinas, que siguen siendo tus amigos. Él pareció entenderlo.

Pero aunque nuestro voto de silencio permaneció inquebrantable, Maica, la pelirroja lesbiana malfollada, lo había visto todo y, a los días, hizo aparecer por allí a la madre del Gordito que, claro está, pedía explicaciones. Y ahí que nos llamaron a Falete y a mí. Él no era objeto de regañinas casi nunca así que aquello le pilló por sorpresa. Imagino que en casa todo eran buenas palabras y en el colegio casi que también. Y, estando ambos esperando para entrar al despacho de dirección, lo vi ponerse rojo como un tomate. Hablé con él e intenté calmarlo y, mientras le estaba contando no sé qué, el tío me planta una mano en la cabeza y empieza a acariciarme el cholón con sus enormes dedos. Y veo que el cabrón se me pone a sonreír. No sé por qué, se relaja y cierra los ojos y ahí que se le pasa el enfado. Como un monje budista parecía estar, el tío, meditando.

A mí me daba igual, si eso lo relajaba, cojonudo.

Desde entonces, cada vez que le daba un pronto o un arrebato de ira, ahí que me plantaba la mano en el melón y venga a acariciarme el pelo como si fuera un gato persa. Y le daba igual que fuera en clase que en el patio. El tío me miraba y sacaba su mejor sonrisa, una tan enorme que le hacía cerrar su achinados ojos, y entraba en un estado de relajación trascendental que hasta yo envidiaba. Qué poquito necesitaba el tío para ser feliz.
 
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Yo era fino y delgadito, pero más o menos.
 
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Desde entonces, cada vez que le daba un pronto o un arrebato de ira, ahí que me plantaba la mano en el melón y venga a acariciarme el pelo como si fuera un gato persa. Y le daba igual que fuera en clase que en el patio. El tío me miraba y sacaba su mejor sonrisa, una tan enorme que le hacía cerrar su achinados ojos, y entraba en un estado de relajación trascendental que hasta yo envidiaba. Qué poquito necesitaba el tío para ser feliz.

Supiste de él ya mayor y como le va?
 
Creo que en este país, y lo haría extensivo a esta civilización, los downies, esos apreciados conciudadanos con cromosomas de más, no son suficientemente valorados. En latitudes morunas llegan a convertirse en rapsodas, cual Homeros modernos.


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En mi barrio había una que no es que fuera monguer original, como ya sabéis, el buen monguer no nace, se hace, y a esta chica le debió de faltar aire al parir que se quedó atascada en el coño de su puta madre y se le pudrió el cerebro por falta de oxígeno... pues bien, la muchaca era conocida como "sabrina", por sus tetones, era culo y tetas, y dos patas cortas, pues la tipa, que venía de una familia bastante desestructurada con un padre alcohólico y una madre que era para darle de comer aparte, solía andar callejeando a todas horas haciendo las estupideces propias de su condición y empezó a correr el rumorcillo de que Sabrina la chupaba sin demasiados esfuerzos, según los rumores, con una habilidad digna de los dioses.

Según contaban, le tenías que insistir un poco, ella decía "cochino, cochino" y no dejaba que se la metiesen (al principio), pero ahí que estaba todo el puto día en un descampado que había tragándose pollas, incluso venían de barrios de fuera buscando las mamadas de la Sabrina, venga sabrina chupamela la polla y ella "cochino,cochino" pero ahí que te la sacaba y se liaba a chupártela, decían que se lo tragaba todo y tenías que sacársela tu de la boca porque seguía succionando pese a que el grumo hubiese sido abundante... incluso se llegó al punto en el que si un día no tenía polla que chupar iba en su búsqueda y empezaba a preguntarle a cualquiera si quería que se la chupase.

Al final, algún desaprensivo, sintiéndose culpable, empezó a darle regalos y cuando le decías que te la chupase te soltaba un "cochino, cochino, regalo" y le tenías que apoquinar unas gominolas o una bolsa de pipas.

No se sabe que pasó con Sabrina su madre se enteró y se mudaron al quinto coño.
 
En mi barrio había una que no es que fuera monguer original, como ya sabéis, el buen monguer no nace, se hace, y a esta chica le debió de faltar aire al parir que se quedó atascada en el coño de su puta madre y se le pudrió el cerebro por falta de oxígeno... pues bien, la muchaca era conocida como "sabrin.

¿Sería así más o menos Sandra Palo? Siempre me he preguntado por qué al Rafita y cía. se les ocurriría tener sexo con ella antes de aplastarla con el coche repetidas veces. Es decir, la idea surge cuando has visualizado la posibilidad. Si no, pues permanece asexual. Puede que Sandra Palo fuera también una guarrilla en el barrio.
 
Queremos mas Falete. Inventatelo aunque sea, cuenta cuando llegasteis al instituto y gracias a las políticas sociales acabasteis otra vez en la misma clase, y cuando la hermana se cambiaba delante de los 2 pensando que tu también eras downi.
 
Queremos mas Falete. Inventatelo aunque sea, cuenta cuando llegasteis al instituto y gracias a las políticas sociales acabasteis otra vez en la misma clase, y cuando la hermana se cambiaba delante de los 2 pensando que tu también eras downi.
Pues no queda mucho mas. Si mañana tengo tiempo posteo algo.
 
Subforo Falete ya.


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Spizo es como el tío ese con barbas de una serie de tv americana que vivía con sus padres y que se había quedado anclado en la preadolescencia. Trabajaba de repartidor de periódicos y su padre no le tragaba.

Ah, ya lo encontré.
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¿Por qué se mete conmigo?

Solo ha acertado que mi padre no me traga.:lol:

@Spawner, me molan las historias de Falete. Cuente más.
 
Spizo es como el tío ese con barbas de una serie de tv americana que vivía con sus padres y que se había quedado anclado en la preadolescencia. Trabajaba de repartidor de periódicos y su padre no le tragaba.

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Esta serie y su protagonista tuvieron su propio hilo aquí en el General.

Yo en primaria tuve a un subnormal en clase al que he seguido viendo por la calle casi todas las semanas, aunque desde que empecé la ESO siempre he evitado el contacto visual.

Se llama Mario. Era un mermado (no down) gordito y cabezón muy similar a este personaje:

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Pero de carne.

Era como un niño de cinco años metido en el cuerpo de uno de... siete años. Luego 8, 9 años, 12 años, luego 16, y hasta ahora que tendrá unos 32 y sigue igual que en el patio del colegio en primaria, caminando sin rumbo mirando hacia el cielo, murmurando cosas. A veces con unos auriculares como el subnormal de Algo pasa con Mary. O un coche de juguete en la mano. Su aspecto de niño gordito se mantuvo, solo que ahora parece un skinhead bebedor de cerveza al que le han aflojado la mitad de los enchufes de la cabeza.

Durante toda la primaria siempre le acompañó un abrumador olor a meado. Casi cada día. Supongo que su madre -de su padre nunca supe nada, si es que lo había- lo llevaba limpio hasta dejarlo solo en la puerta del colegio y ya ahí el hombre este relajaba el esfinter, y hasta la hora de salir.

Era una cosa terrible y nadie quería ponerse a su lado, pero tocaba. Me gustaría que la memoria me trajese mas información de aquellos años, porque estoy seguro de que podría comentar en profundidad muchos otros detalles de su higiene y su comportamiento, pero la verdad es que tengo todo tan borroso que no sabría decir si las cosas que me vienen a la mente son realidad o invención.

Si que recuerdo con claridad que en una ocasión le pegaron una buena bronca. Iba varias horas de clases especiales con otro tarado y una profesora, mientras los demás seguíamos en nuestro aula dando clases normales. Un día empezamos a ver hojas volando por la ventana. Decenas.

Resultó que Mario y el otro, que estaban encima de mi aula, pese a ser de esos que más o menos saben que ciertas acciones tienen consecuencias, en algún rato que la profesora se ausentó más de lo normal creyeron divertido coger una pila de papeles de ella, y echarlos a volar. Esa fue buena. Ver los papeles volando al otro lado de la ventana y la cara con la que entró la mujer a hablar con nuestro profesor tutor.

A estos dos les gustaba andar jugando por el aparcamiento, en el otro extremo a donde estaban todos los demás alumnos del colegio. Un día vino el director y alguien mas después de recreo, interrogando sobre quien había estado por el mencionado aparcamiento.

La razón era que había aparecido hundido el capó del coche de un profesor. Por lo visto hasta ese día había sido habitual que Mario y su amigo retard andasen subiéndose por los coches de los profesores, sin que durante meses nadie se diese cuenta ni se percatase de que andaban por esa zona.
 
Creo que en este país, y lo haría extensivo a esta civilización, los downies, esos apreciados conciudadanos con cromosomas de más, no son suficientemente valorados. En latitudes morunas llegan a convertirse en rapsodas, cual Homeros modernos.

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