Que antes los toreros fueran protagonistas de la prensa rosa y no hubiera mejor dúo que una pareja de torero y folclórica es consecuencia, no causa, de la buena prensa que tenían los toros, de cómo se miraba la tauromaquia: algo bueno, algo a promocionar, esencia y símbolo de este país, todo un conjunto de conceptos nobles y elevados (valentía, arrojo, hombría...) encapsulados en una fiesta erótico-tanática que se miraba con admiración. El torero era admirado, un semidiós, el hombre entre los hombres.
¿Quién no se iba a querer asociar a algo así? Por eso era algo social, por eso las empresas daban entradas para los toros, por eso los palcos era the place to be, por eso los toreros mojaban bragas.
Pero el discurso cambió a partir de que los defensores de los animales tuvieron voz y voto y pusieron la mirada en la fiesta: ahí se matan toros por diversión, ahí se mata por diversión, es criminal, es indecente, es infame, es inhumano. Y el que lo hace es un asesino, un criminal, alguien sin moral ni escrúpulos que es capaz de dar muerte a un indefenso animal sólo por su placer y su ego. Que te gusten los toros es de ser un psicópata, un canalla, un criminal. Y este discurso caló. No entre las generaciones mayores, sino entre las nuevas, y como todo mensaje que se inocula en las generaciones nuevas y es abrazado por la mayoría, desplaza al anterior.
Y no nos olvidemos de otra cosa importante: que sea un símbolo español, que sea EL SÍMBOLO de lo español, que el toro y el torero sean a España lo que la cruz y Jesucristo a los cristianos, hace que sea objetivo de los nacionalistas no el arrinconarlo, sino el DES-TRU-IR-LO, porque destruyendo este símbolo se destruye al enemigo -España-, y te alejas de él. Rechazar el símbolo de lo español y sus costumbres te hace más extranjero, que es lo que quieren ser.
Luego se proscribe de los medios, se mira mal al que reivindica los toros, se sigue machaconamente insistiendo esto y al final los seguidores quedan arrinconados en un lugar casposo, cutre, rancio y carpetovetónico. Como además muchos de estos seguidores SÍ que son rancios, casposos y carpetovetónicos y causan rechazo, pues miel sobre hojuelas.
Y así, dentro de treinta años no habrá toros.