stavroguin 11
Clásico
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- 14 Oct 2010
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Las verdades que muchos hemos aprendido e interiorizado acerca de las mujeres condicionan, sin duda, nuestras pautas de conducta diaria: nos comportamos con cierta frialdad y distancia, nos alejamos del modelo pagafantas, no esperamos maravillosas quimeras, asumimos nuestra soledad orgullosa y constructiva.
Pero...
Somos humanos. Y los humanos no estamos programados para el aislamiento emocional y la desilusión. Intentamos reprimirlo con baños curativos de realidad. Y la realidad es tan puta que a veces nos pone delante un espejismo.
¿En qué consiste esa ilusión? Habitualmente en una mujer que nos resulta especialmente atractiva y empática, en la que nos parece descubrir cierta especial simpatía hacia nuestra persona.
Antes esas breves engañifas sensoriales me hacían disfrutar de breves períodos de ilusión. Y también me hacían sufrir. Mi garganta se abrasaba y necesitaba agua, aunque fuese ficticia...
Ahora he aprendido a reconocer el fenómeno, a distanciarme e incluso a reírme de él. Hago apuestas conmigo mismo acerca del tiempo en que voy a tardar en descubrir que 40 tipos ya le pasaron la polla por la cara, en verla acompañada por un garrulo analfabeto, en percibir un mohín porqueyolovalguista hastiado y caprichoso, en descubrir, en suma, que es una garrula ignorante, pretenciosa y estúpida como todas.
Mi último espejismo no está nada mal: una bella doctora de sonrisa perenne y bellas manos morenas que siempre me habla con mucha amabilidad y empatía en lo referente a asuntos profesionales. Es un espejismo de lo más convincente. Otro con menos experiencia ya tendría la polla en la mano. Pero no tardé mucho en descubrir que, entre otras cosas, sólo se dirige a mi humilde persona si la cuestión laboral lo exige.
Si nos hacemos demasiadas ilusiones, el despertar será mucho más duro. Descubriremos, como decía el maestro Sábato en su primera y mejor novela, que no existen dos túneles oscuros que un día confluyen para que dos personas especiales se unan, sino que hay un sólo tunel lóbrego, siniestro y solitario: el nuestro.
Pero...
Somos humanos. Y los humanos no estamos programados para el aislamiento emocional y la desilusión. Intentamos reprimirlo con baños curativos de realidad. Y la realidad es tan puta que a veces nos pone delante un espejismo.
¿En qué consiste esa ilusión? Habitualmente en una mujer que nos resulta especialmente atractiva y empática, en la que nos parece descubrir cierta especial simpatía hacia nuestra persona.
Antes esas breves engañifas sensoriales me hacían disfrutar de breves períodos de ilusión. Y también me hacían sufrir. Mi garganta se abrasaba y necesitaba agua, aunque fuese ficticia...
Ahora he aprendido a reconocer el fenómeno, a distanciarme e incluso a reírme de él. Hago apuestas conmigo mismo acerca del tiempo en que voy a tardar en descubrir que 40 tipos ya le pasaron la polla por la cara, en verla acompañada por un garrulo analfabeto, en percibir un mohín porqueyolovalguista hastiado y caprichoso, en descubrir, en suma, que es una garrula ignorante, pretenciosa y estúpida como todas.
Mi último espejismo no está nada mal: una bella doctora de sonrisa perenne y bellas manos morenas que siempre me habla con mucha amabilidad y empatía en lo referente a asuntos profesionales. Es un espejismo de lo más convincente. Otro con menos experiencia ya tendría la polla en la mano. Pero no tardé mucho en descubrir que, entre otras cosas, sólo se dirige a mi humilde persona si la cuestión laboral lo exige.
Si nos hacemos demasiadas ilusiones, el despertar será mucho más duro. Descubriremos, como decía el maestro Sábato en su primera y mejor novela, que no existen dos túneles oscuros que un día confluyen para que dos personas especiales se unan, sino que hay un sólo tunel lóbrego, siniestro y solitario: el nuestro.