Siempre he intentado acabar bien las cosas, a veces alejado de toda coherencia y lógica. Con la perspectiva del tiempo, no sé si es porque no quería perder esos coños (partiendo de la base supremacista que una mujer es la parte que rodea a un coño), porque soy un parguela o porque no me gusta hacer daño.
Las más importantes, las que más marcas y rasguños dejaron, fueron A, B y C.
A.- Era un puta loca. Una hija de puta envidiosa en potencia. Una de esas personas que jamás presentarías a familiares o hamijos imaginarios. Su forma de actuar era impredecible. Tan pronto eras la mejor persona del mundo como eras el mayor hijo de puta. Su frase de cabecera era "me has decepcionado". Era una celosa compulsiva, y tenía problemas de auto estima e inseguridad. En mí encontró cobijo, una persona inteligente (gñé) y alguien en quién poder confiar. Pero hay hamijos, follaba como una puta cerda. Las idas y venidas siempre acababa en cualquier sitio follando. Parques y jardines, hoteles, coches, portales... después del polvo se sentía violenta y vacía... como cuando un hombre tras eyacular con una puta. Sabía que eso no tenía futuro, yo no la quería, solo quería a su coño, no podía abandonarlo y volver al ostracismo. Además que me conocía como nadie... creo que jamás tuve tanta confianza con una tía. Cuando sus excusas se fueron a los porros y sus "adicciones", sabía que era hora de irme. Me estafó dinero con engaños. Aún estoy esperando. Contacto cero pese a que lo ha intentado. Pero sé que es una desgraciada que vive con su madre sin visos de un futuro mejor. La culpa es de todos menos mía...
B.- Creo que si hubiera sido en otra época, habría acabado con B, pero ella llegó tarde a mi vida. Era mucho más joven que yo, y estaba empezando a volar. Yo ya había volado demasiado. A ella le quedaba un largo camino por recorrer antes de asentarse. Ella no lo comprendía. Me buscaba, y yo le daba lo que buscaba, pero luego no la correspondía como merecía. Creo que me comporté como un hijo de puta sin ella saberlo. La usé como una puta. La quería para el fornicio, y para nada más. Era un ángel de pechos inmensos, pero no. Me costaba hablar con ella, no había nada en común, faltaba química; la metí en conciertos, le pasaba discos, y la introduje en un mundo que le fascinaba. Es fácil por otro lado, fascinar a alguien sin experiencia. Había vivido en un ambiente machista, muy dominado por la fe, y ahora era hora de volar, quería recuperar el tiempo perdido, pero mi tiempo no era el suyo. Me incomodaba, me enviaba al mail fotos de ella desnuda, como quién no quiere la cosa, quería ser fotógrafa. Me masturbaba compulsivamente con sus fotos, pero no podía haber más. Nuestra ruptura no fue tal, yo me alejé, y ella aceptó la derrota de la mejor de las maneras. Siempre estaba alegre y buscaba el lado positivo de las cosas, jamás me echó nada en cara, se merecía ser feliz joder. Jamás se aprovechó de mí, no buscó beneficio, solo buscaba amor. Ella se fue lejos, encontró el amor desesperadamente por internet, pero antes anduvo su camino, que es lo que le faltaba para estar conmigo. Creo que no es feliz. Sigo manteniendo el contacto, y hace poco me dijo que tenía mucha nostalgia de tiempos pasados. No quise jugar, no sería justo.
C.- Fue el paradigma de la mujer creída, sobrevalorada, orgullosa, cínica y déspota. Fue lo que me hizo ver lo que era una mujer. La relación se mantenía sobre nuestras maratones sexuales, había mucha química. Pero era un ser odioso cuando abría la boca. Sus enfados podían venir por cualquier motivo, todo era una ofensa. Supe que ella jamás encontraría nada a su nivel, un nivel por otro lado, que no era nada del otro mundo, más aún cuando desconocía que año a año el nivel baja al mismo ritmo que la parca se acerca. Su falta de empatía y piedad con todo lo que no fuera su propio interés acabó con la relación, y con toda esperanza. Fue ella la que me enseñó a desconfiar y a recelar... pero también me enseñó a ver lo que quería. No hubo cuentas pendientes tampoco, yo dí más y aguanté más, pero al final la trataba igual que ella a mí, con desprecio. Seguimos teniendo contacto en días de guardar y festividades. "Qué pasa, no me dices nada?", su frase de cabecera, como la odio. Aunque quizás gracias a ella pude encontrar lo que realmente buscaba.