Yo tt rebuznó:
Si es aquí esto se divide entre los que les gusta el ejército (no en el tema político, sino en el estilo de vida militar) y los que no. Luego están los SUBNORMALES a los que no les gusta y se meten. Quizá para intentar comer pollas o vete tú a saber.
El tonto este supongo que entró y a los 6 meses lo mandaron a Afganistán (yo diría que el retarded se presentó voluntario), lugar en el que lo más habitual es que te toques las pelotas en alguna base americana y te cagues en los pantalones si algún día te sacan a patrullar. Y en esa puta mierda de experiencia, que a casi ningún militar le apetece lo más mínimo, basa su opinión sobre el ejército.
Yo la baso en más de cuatro años vestido de mimeta. Cuatro años con sus correspondientes y diferentes etapas que me metí entre pecho y espalda con gustazo conociendo dentro a todo tipo de gente, como para que ahora venga este menda resentido a decir que todo el ejército y todos los militares son escoria.
Pues yo creo que es así, yo creo que es asá. Y el otro creerá que un poco de cada.
Puestos a creer, lo que yo creo es que eres un poco llano en tu visión de las cosas. Yo no estoy diciendo que fumar porros y echar la siesta no sean aspiraciones legítimas en un trabajo, sólo digo que si no eres de este tipo de gente es mejor no entrar en el ejército. Porque eso es lo que hay, parece que tú lo sabes muy bien.
La verdad es mucho más polifacética y rica en matices. Todo tiene un proceso y una razón de ser, hasta que un buen día te levantas y te notas raro. No coincides ni por dentro ni por fuera y empiezas a pensar que quizás no eres quien hubieras tenido que ser. Te parece que vives fuera de tu naturaleza, un un espejismo que está muy lejos de tu propia vida. Convertido en un figurante más en esa obra en la que no eres dueño de tu propio futuro, interpretando un papel en la comedia social para inadaptados que son las fuerzas armadas, ausente de tu propia consciencia, de repente te das cuenta de que eres el protagonista de un engaño, y que ese engaño impregna todas tus relaciones, tanto civiles como militares.
Pasas un tiempo con la mosca detrás de la oreja y acabas confirmando lo que ya sospechabas: toda la parroquia, incluído tú mismo, sois tan desgraciados que lo que más teméis es que los demás también se den cuenta. Por eso cuando vas por ahí haciendo un ejercicio idiota, la gente grita "FUEGO, FUEGO" imaginando que sus fusiles realmente están disparando proyectiles de verdad. No solamente porque lo exija el guión, en muchos el origen del autoconvencimiento es netamente genuino. Prefieren intercambiar falsas experiencias y sentirse partícipes de una tradición militar antes que darse cuenta de su realidad miserable y unirse en su verdadera indigencia. Es el momento en el que te das cuenta de que estás perdiendo el tiempo.
Te obligas a tirar para adelante con humor de una manera bastante absurda, difícil, sin salida, porque cada vez ves más claro que la cosa no tiene remedio y nunca lo ha tenido. Incluso en los momentos de entrega, cuando intentas sentir ese espíritu combativo que tanto os mola con una sinceridad salvaje, con frecuencia aparece aquél malestar interior que produce la felicidad artificial. En el ejército nada es real, es todo pura fachada. La sinceridad allí dentro no tiene sitio. Y si alguien se da cuenta de las incongruencias e intenta destapar el pastel le dan la vara de tal forma que acaba prefiriendo callar y marcharse cuanto antes mejor. No buscan la eficiencia, tampoco buscan tu bien, no te escuchan. El oficial de turno, aunque sepa lo que hay y que lo mejor es aconsejar otro camino, se resiste a ser consecuente porque sabe que él no tiene poder de decisión, lo tiene el teniente coronel, un funcionario politizado que no interpreta biografías personales ni diálogos tranquilos. No quiere entender, igual que tú, que la vida no es lineal sino argumental, lo cual supone variaciones, etapas y posibles cambios buscando lo mejor; no escucha, porque no le cabe en la cabeza, igual que a ti, que esa imagen de continuidad buscando la propia vocación (a veces más sensata e "irrelevante" que la de hacerse estallar por Expaña) es esencial en cualquier persona, por mucho que firmara un puto contrato. La vida se detiene, tiene pausas, descansos, vuelve a empezar una y otra vez en circunstancias distintas, después de haber tenido lugar cambios que quedan incorporados al historial anterior. Eso, que puede parecer una perogrullada siendo civil, es lo que nunca podrá gestionar un militar. Y por mucho que se insista en la continuidad, en la fidelidad a cualquier precio, la realidad es que se puede ser fiel a uno mismo aún dejando la senda del ejército. Y más aún cuando él no quiere escuchar, sólo quiere un sacrificio unilateral, esfuerzo incondicional, perseverancia autómata a cambio de un sueldo de mierda.
La mayoría de soldados, igual que tú, ni siquiera se llegan a plantear este tipo de complicadas cuestiones morales que van más allá de follarse rumanas a la salida del metro. Ellos son gente honrada y simple, y el ejército la institución colega que les da cada mes dinero para perico a cambio de una fidelidad incorruptible. En parte porque no tienen otro sitio adonde ir, en parte porque nadie más financiaría las fiestas semanales de una horda de palurdos como lo hace el ejército.
Y encuentras actitudes que te sobtan mucho. Como por ejemplo gente que al saber que te ibas te intentó convencer de que te lo pensaras, que luego te pronosticó y deseó el peor de los caminos y el más negro de los futuros fuera del ejército, y que ahora si te ven por la calle se cambian de acera de pura vergüenza. Y no estoy hablando solamente de tropa.