El problema de este hilo es que queréis sordidez. Lo comprendo porque al fin y al cabo esto es PL, pero para quien lo ha vivido deshumanizar tanto las cosas hasta el punto de hacerlas grotescas no es como ver fotos de shemales y luego apagar el ordenador y a otra cosa. Los años malgastados ahí dentro pesan. Yo no sé si quedan secuelas serias después de haber ido de misión o no. Lo que sí sé es que se repite demasiadas veces la misma escena en muchos ex-soldados: da igual los años que estuvieran allí dentro, todos tienen sus cosillas. Sus pesadillas, miedos, fobias, angustias y manías. Una rebeldía que no quiere dejarse atrapar por el olvido. Unas ganas inconscientes de dejar memoria de quién se fue, qué sucedió y cómo se sobrevive a eso mientras los más listos ponen por enmedio toda la tierra que pueden y se cambian de teléfono, y algunos hasta de casa. No quieren saber nada de antiguos compañeros, de cenas de sección ni de pollas en vinagre. Quieren olvidar esa parte de sus vidas y nunca hablan de ella con nadie. A mí si me preguntan nunca digo que estuve allí. Hablo de los que acabamos hasta la polla de aquello, claro. Otros quizás lo recuerden con añoranza, por supuesto yo no, preguntadle a curro.
Es como cuando observas fotos de la gente en la Torre de Pisa, que no hay manera de ver a nadie que se ponga normal. Todos hacen tonterías. Yo no sé qué tiene esa torre que lleva a hacer el imbécil a todo el mundo, incluso a los tíos más circumspectos y serios. La típica postura de sostener la torre y poner cara de tontaina. Pues con la gente que se va asqueada acaba ocurriendo algo parecido, basta con escuchar a dos o tres para comprobar que la torre de las FAS hace que la peña se ponga en posiciones mentales, espirituales y biográficas algo extrañas. Será que la torre también está torcida y que no es tan chachi como muchos por aquí pretenden.
Ir de misión no es como Generation Kill, disertaciones cínicas sobre JLo y la cocacola mientras se avanza arrollando al enemigo. O como Hermanos de Sangre, fraternidad, lealtad, arrojo y compañerismo luchando en la nieve contra los enemigos del mundo que se baten en retirada. Sé que muchos foreros son fans de este tipo de series, los primeros se saben todos los nombres de las armas, tanto de las más innovadoras como de las clásicas, todos los calibres y sus equivalencias OTAN, que si Close Quarter Combat, que si Sniper, probablemente sepáis la cadencia de tiro de la MG mejor que yo y eso que yo la tuve que pasear como in mongol durante años. Los segundos hablaís de las excelencias de la infantería española, del singular carácter y valentía de los hispánicos, citáis la frase de aquél general alemán sobre los españoles, y os gusta desbarrar sobre los gabachos y los yankis y comentar los mejores diálogos del Sargento de Hierro y la Chaqueta Metálica. Hay un foro militar muy famoso que está lleno de gente así, y cuando entras a corregir sus doctas aportaciones te responden con que eres un renegado y no tienes ni puta idea. Curiosamente la mayoría son civiles de 50 tacos que hicieron la mili con una lanza.
Pero la realidad no tiene nada que ver con eso, al menos no la que yo viví. A mí lo que me jodió más del ejército es más el ejército en sí que no ir por ahí a pegar tiros. En mi opinión esto no tiene nada de especial. Cojed un día el coche y recorred vuestra provincia de punta a punta. Al día siguiente id de madrugada a un aeródromo y montad guardia durante todo el día. Al siguiente escuchad la radio todo el día. Y al siguiente lo mismo, con la salvedad de que cada cinco minutos salgáis a toda leche con el coche hacia ninguna parte a repeler una agresión enemiga que en realidad no tuvo lugar. Repetidlo durante 6 meses y tendréis el cuadrante típico de lo que hicimos nosotros en Afganistan. No hay tiroteos heroicos, no hay gente que se vuelve loca y pierde el control sobre sus sentimientos como dice uno más arriba, ni gente que vuelve totalmente inadaptada para la vida civil. Eso no es Vietnam. Ni tampoco hay francotiradores que abaten a un talibán montando un RPG a 2 km de distancia, audacia y boinas verdes saltando de un helicóptero. En general todos los enfrentamientos son a bastante distancia y la mayoría de las veces ni siquiera llegamos a verlos. Mi impresión de lo que fuimos a hacer allí es que de alguna forma había que justificar la existencia del ejército. Fue un evento bastante funcionarial en el que cuatro iluminados jugaron a montar su guerra y poco más. En realidad la gente acaba más jodida por el acoso laboral y las incongruencias propias del ejército que no por esas experiencias bélicas.
En cuanto a la muerte, morir de servicio en el ejército es algo asombroso, un pasmo. Viví muy de cerca tres casos; uno de misión en Afganistán, dos por culpa de un accidente causado por tener vehículos deficientes, pero eso ya es otro tema. Me gustaría decir que eran unos tipos magníficos aunque mentiría porque no los conocía. Lo más significativo del tema es cómo de rápido se olvida al sujeto paciente. Lo de "el muerto al hoyo y el vivo al bollo", allí se lleva al ciento por ciento. Eso sí, como todo está escrito, reglado y protocolado, se vive toda la normativa oficial que hay sobre el asunto: el entierro reglamentario con misa ceremoniosa pagada por el Estado, el desfile correspondiente, las salvas de honor, la muerte no es el final y todo ese rollo. El discursillo del oficial de turno en el que decía lo chulo que eras y lo bien que serviste a España. También se reglamenta quién es el encargado de visitar periódicamente la sepultura y tenerla decentilla y tal. La normativa y las costumbres llegan hasta eso y más: si por ejemplo el moribundo la palma después de un largo período de agonía, es el jefe de su unidad el encargado de visitarle y darle ánimos. Yo vi una vez cómo llegó el teco al hospital, y me sacaron del cuarto y al rato salió el teco cabreadísimo. Resulta que el moribundo era un veterano que se sabía la costumbre además de que no se llevaba muy bien con el hombre que digamos, así que cuando terminó de soltar el rollo de "y esperamos una pronta recuperación y blao" le dijo "vale, lo has hecho de puta madre, ahora márchate. Lo has hecho muy bien, muy bien vocalizado". El otro intentó demostrarle que no, que allí se le quería y que se recuperaría pronto, pero claro, no había aparecido por allí en dos semanas desde el accidente y no es fácil quedar bien diez minutos. El tipo sabía que palmaría, en caso contrario lo hubieran arrestado.
Anecdotón.
En el accidente de tráfico donde acabaron muriendo esos dos, el piloto salió casualmente ileso pero al copiloto le fue de poco. El jeep quedó destrozado como si fuera de chapa y él salió volando rodando por el asfalto, aterrizando sobre un brazo. Se quemó toda la piel y tuvieron que abrirle el brazo en canal, perdió la movilidad de la extremidad para siempre. Cuando estaba en el hospital rodeado de suero y tubos, el teniente le preguntó: "qué hacíais antes de chocar?" "Pues nada, hablar" contestó el otro. "Y no íbais fumando, ni escuchando música ni nada?" "Bueno sí, yo iba fumando". "Pues que sepas que cuando vuelvas serás debidamente sancionado". Efectivamente lo arrestaron. Y cuando pudieron le sacaron todos los trapos sucios que pudieron para echarlo y no tener que cargar con un inválido. Se fue a la calle con el graduado escolar, el expediente manchado y con una pensión de 400 pavos.
Sé que por aquí corren muchos ex-lejías. De aquellos de los de "y lo más horrible no es la muerte, al fin y al cabo lo peor es vivir siendo un cobarde", o como se escriba. A veces me pregunto si la gente que dice esas tonterías comprende lo que significan realmente. La muerte no tiene nada de bonito. No tiene nada de ejemplar, ni de glamuroso. La muerte no une. Otro ejemplo.
En el blindado que reventó, además del muerto hubo dos heridos, uno bastante grave y otro que perdió los piños. A ese tío, que todavía ahora está esperando que le cubra los gastos el seguro médico privado super exclusivo y fantástico de cojones que tenemos, y a su mejor colega que también iba detrás, los arrestaron catorce días. Fue su cabo, que también iba detrás en el mismo vehículo, y que era también el cabo del tío que palmó. Y los arrestó tres meses escasos después del suceso, por quitarse la guerrera dentro de un autocar. Eso sí, cada mañana cuando pasan lista se ponen firmes y cuando dicen su nombre todos gritan, "PRESENTE!". Es bonito de cojones.
Igual que la ceremonia del entierro, y que el acto que la acompaña. Allí cuando te has muerto, se celebra como lo que es la muerte: una fiel amiga. "Cuando veas venir la muerte, ríete bien alto y fuerte", les gusta mucho cantar esa. No digo que se celebre en plan ¡Otro en el cielo, BIEEEEN!!! Alabín, alabam, alabín bom bam, Farlópez, Farlópez, y nadie más!!, pero le falta poco. Cuando asistí al velatorio provisional que se hizo en la base de Afganistan aquello era un festival de alegría desconcertante. Un compañero más novato de mi compañía me comentó "pero ¡esta gente no llora? ¿No era compañero suyo? Si estoy yo más apenado que ellos!". Le dije que para qué contárselo, que no lo entendería. Ellos le llaman espíritu de combate, otros le llaman falta de corazón, o no: es lo que se supone que debe hacer una persona en el ejército que dice tener espíritu.
Allí es todo una fachada, una pantomima. Una vez enterrado, al día siguiente, si no la noche misma del entierro, la misión sigue como si nada. Risas, gestiones, sus compañeros de instrucción quizás irán con las caras un poco largas durante unos días. Si todo va bien lo ascenderán en un par de años a cabo honorífico y al poco tiempo el difunto sólo vive en la memoria de alguno: del que ocupe su habitación, y repose en su cama, y lleve su fusil.
Soy consciente de que exagero... pero no mucho, no mucho.