Extrañas historias para no dormir

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MuRRaY

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5 Ene 2005
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Estaba yo deleitándome con una gran tableta de chocolate nestlé, degustándola en todos sus rincones visibles e invisibles, combinándola en ciertos casos con un delicioso y terriblemente seco "sobao pasiego", cuando mis oídos notaron una perturbación en mi medio natural.

candybar.gif


Desconocía si se trataba de la afección psicológica que me habían producido ciertas sustancias ilícito-naturales que hubiera o hubiese podido consumir previamente de forma inconsciente e involuntaria, o si el sonido era tan veraz como el gas líquido siempre-congelado e infinitamente-lleno que conservo para rellenar mecheros.

Entonces me dí cuenta. Eran unos tambores. Estaban resonando de fondo a un ritmo increiblemente tétrico a la par que molesto. Me dispuse a preparar mi maleta, mi uniforme y mi arma, listo para frontar lo que yo consideraba una nueva gran guerra apocalíptica que anunciaban los tambores (los cuales esperaban mi llegada), cuando entonces me dí cuenta de algo hasta entonces inesperado: esos tambores no sonaban como si fueran a ir a la guerra.

tambores.jpg


Cuando me dí cuenta de semejante situación, corrí hasta la puerta de mi habitación, llegué hasta el otro lado de la casa, y me quedé mirando la calle desde la ventana (sin abrirla). No pude dar crédito a mis ojos cuando ví el motivo de los tambores. La calle estaba totalmente cortada y un gran atasco de coches se había formado tras los tambores. Había un grupo como de unas 20 personas "marchando", junto al ritmo de los tambores, portando una estatua de jesucristo, como las que se llevan en semana santa.

Palm_Sunday_Procession_of_Jesus_and_Mary.jpg


Había algo que no me cuadraba en esa situación. Los acompañantes del trono eran hombres, mujeres y niños, que portaban una extravagante vela con borde de cristal. Pero lo peor no era que fueran cuatro gatos, ni siquiera que el trono no estuviera iluminado. Lo más extraño era que no encontraba a los que tocaban el tambor. Quizá fuera porque todo esto ocurrió a la 1 de la mañana. No lo sé. Pero, de todas formas, ya era demasiado tarde para mí. Para cuando me quise dar cuenta, tenía la nariz apoyada contra el frío cristal de la ventana, y espiraba con la boca al dulce compás de los tambores.

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P.D.: No sé a vosotros, pero a mí esta situación me ha traumatizado bastante. ¿Alguna vez os ha ocurrido algo igual de raro? Quizá contándolo no lo parezca, pero cuando ocurrió fue de las situaciones más raras que he visto desde 1432.
 
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