Esta es la receta de alguien que vivió engañado, que pensó que carne y pasta ya sumaban boloñesa. El engaño, como ha sido y será siempre, nació de una mujer.
No sé cocinar de mal humor, no puedo estar entre fogones con el ceño fruncido. Bien sea porque lo que viene después es la celebración del sacramento de la gula, bien porque soy un adicto a la comida a domicilio y si no estoy de humor me pongo una serie y hago una llamada al duende oscuro que reparte viandas.
Así pues, el primer ingrediente imprescindible: Música. Y qué mejor banda sonora para la mezcla entre desengaño y drogas que Extremoduro. Nada de versiones ni remasterizaciones, como la buena carne, cuanto más crudo, mejor.
En menos de 2 minutos y medio se cortan unas zanahorias. Son el primer ingrediente, digan lo que digan recetas, cocineros y la madre del cordero, aceite de oliva caliente y un poco de color a la cazuela, que se dore, que deje sabor para lo que viene después. Una bolsa entera de las del ahorramás, unas 8 zanahorias no muy hermosas, para que nadie se sienta acomplejado.
El secreto de esta receta está a la vista, la razón por la que va a ser una obra de arte no es la nuez moscada, ni el aceite de oliva. La razón es que el cocinero es zurdo.
Pocas cosas me pueden joder más el día que empezar a trajinar en una cocina en cuya encimera no se pueda operar a corazón abierto. Tanto es así que, para olvidar este problema y todos los que tienen tan difícil solución, otro ingrediente fundamental empezó a ser usado antes de que el obturador de la cámara se calentase.
Esto para el cocinero:
Y este poquito para la cazuela, lo separo de antemano porque si no se evapora y lo inhalo por accidente:
La carne es débil, así que para esta receta hay que buscar alguna con sabor, que le dé carácter. Solamente ternera, aguja en el día de las fotos, pero podría haber sido cualquier otra parte que lleve su cierta cantidad de grasa. Hay quien le añade cerdo, no seré yo quien se pronuncie contra el bendito animal, pero esto ya es cuestión de preferencias.
Las bacterias de oferta en el lidl son opcionales.
Siempre tiene que haber cebolla en la despensa. La miras, sabes que te ha salvado mil platos y que no sobra nunca, pero lo último que me apetece hoy es que me hagan llorar,
eso no es para mí.
A la zanahoria hay que darle tiempo, bajar el fuego y esperar. Estos interludios hay que aprovecharlos, en la vida y en la cocina, mientras otros luchan contra el tiempo, otros nos sentamos a verlo pasar, si puede ser con algo que nos ayude a reír más fuerte, mejor.
Y a partir de aquí ya da igual que la cocina esté sucia, que estés fumando en ella, cosa que has aborrecido toda la vida como si te escupieran en la cara, o que hoy sólo hayas comido un
sanguis de sardinas y a la primera calada ya estés perjudicado.
Salpimentar la carne. Sal rosa del Himalaya, ni más ni menos. Según la caja, "puede ayudar a curar el cáncer". La lástima es que a veces esto es todo lo que te queda de alguien. Lástima que no sé si sentir por mí, por ese alguien o por los cánceres que no se han curado a base de sal.
Se va dorando el asunto y me pregunto cómo se puede estar tan en comunión con una cacerola llena de animal muerto y al mismo tiempo detestar tanto al resto del universo. Las caladas y los acordes van haciendo su efecto y cada vez da más igual.
Pasarás una semana comiendo esto. Estará delicioso, te arreglará el día más de una vez en pequeñas dosis de felicidad. Pero al final se convertirá en mierda, como todo.
Añado el tomate, tres latas que olvidé comprar para la receta, como siempre mi yo del pasado pensó en mí y me dejó la cantidad justa en el armario. Nunca me canso de mi yo del pasado, es la única persona que no sólo piensa en mí, sino que además acierta. Será porque es la única que me conoce.
La leche, que ya no bebo, abierta para la ocasión. Como en un bukkake, se desperdicia una gran cantidad de leche, pero no pasa nada porque es de baja calidad. A mí me molestaría muchísimo, nunca he visto con buenos ojos que mi simiente se trate como si de un yogur caducado se tratase. No es sólo un manjar, joder, son mis genes, mis valiosos genes ofrecidos directamente de un cáliz sin parangón. Me parece que limitarse a mandar a alguien a la mierda por escupir semejante ofrenda es de un generoso que ninguna humana ha merecido nunca, la horca es mucho más ajustada al delito.
Le echo un poco de ceniza al cartón, lo meto en la nevera y le digo a la compañera de piso que puede usarla cuando quiera. Puta.
El azúcar también ha desaparecido de mi lista de la compra, suelo disfrutar con el sabor de las cosas y no soy muy partidario de disfrazarlo, yo
ya soy lo bastante dulce. No obstante, en el tomate frito se hace indispensable para quitar la acidez, en algún armario encuentro azúcar "especial para repostería".
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Sweet!
Las cosas saben mejor cuando son robadas, eso lo sabe hasta Filimbi, que roba besos a potenciales madres tardoadolescentes.
Remover y remover, por el mero hecho de darme el gusto de ver la comida moverse, esto ya va agarrando color. Es el momento en el que me emociono con alguna letra y canturreo cual maruja, el resto de mi vida puede ser un caos, pero esta mierda va a salirme divina.
Toca echar el vino.
Me arrepiento y relleno un poco el vaso (de los de las velas). La cantidad estaba bien para el plato, pero yo lo necesito más. Lo de tirar la mitad fuera es culpa de intentar hacer la puta foto.
Empiezo a echar de menos el vino que aún no me he bebido, no se ha ido aún y ya tengo melancolía por los buenos momentos que nos quedan por vivir. No sé si estoy de un sentimental que da asco o me estoy haciendo alcohólico. No pasa nada, ambas opciones son compatibles.
En la foto no se aprecia, pero me pasó como en muchas otras facetas de mi vida. La falta de mesura, el exceso de confianza y estar más pendiente de los detalles que del primer plano me lleva a meter la pata. El bote tiene dos aberturas, una con pequeños orificios y otra con uno bien grande. En lo que se hacía la foto volqué más contenido del que hubiera anticipado. Nuestro héroe se encuentra en apuros y sólo se le ocurre beber otro trago y dar otra calada. A raíz de esto decido echar una dosis moderada de cayena, traicionando todos mis principios y una gran parte de la cultura italiana.
Hay tiempo para reflexionar, o eso me digo demasiado a menudo. Pongo el fuego al mínimo, 1/6, y hago una foto totalmente innecesaria:
A lo largo de mi vida he tenido la fortuna de contemplar numerosos suelos de terrazo. Una vez, tras horas de limpieza, descubrí que era terrazo lo que había bajo el local donde ensayaba con mi primer grupo. Llenamos 3 contenedores con lo que sacamos de allí y pasé 3 días sin poder saborear ninguna comida como fruto del uso de aguafuerte en un sótano sin ventanas. Tengo la esperanza de que esa imprudencia desemboque en un cáncer de pulmón que me permita vivir mi propia versión de Breaking Bad.
Bien, pues en mi largo historial como admirador del terrazo, nunca me he encontrado con un rival tan digno para la fregona. Afortunadamente, leo a menudo el
Striking thoughts de Bruce Lee y he aprendido a ser agua, fluyo y me desenvuelvo entre la roña, en régimen laminar o turbulento según la resaca que tenga.
I am the dirt.
Tiempo para un agradable interludio, enchufo la guitarra y me canto a mí mismo una historia de la muerte de lo que creí eterno, como esta botella de vino. Hija de la grandísima puta, cuánto te quise y qué poco te costó marcharte sin más.
Pasado un rato indefinido es momento de probar cómo va el asunto. Podría decir cuánto tiempo ha sido si miro los timestamps de las fotos, pero perdería toda la magia, la poesía no es matemática, la poesía es creer que a alguien le importa que seas un blando.
Le doy un tiro a otro canuto e ingiero la cucharada. Me muero de la tos y no sé si es por el humo, la nuez moscada o la combinación de ambas. Lo cierto es que hay un olor especiado en la cocina y no son mis chanclas.
Un chorrito más, a ver si así no me ahogo de nuevo.
Me encantan los macarrones estos gigantes, van muy bien con salsas con bastante sustancia, además tienen un tiempo de cocción largo y me permiten ir al ordenador a hacer algún F5. Los roales de vino en la encimera me parecieron dignos de retratar, algún día me reiré de todo esto.
Esto es lo que pasa cuando le das una cámara a un tonto. Fotos sin mucho sentido. Si el tonto va fumao puede producir arte o arte contemporáneo, según su grado de pereza. Atención al fruto de cortar el tubo del extractor, genial idea de algún chapuzas en colaboración con una mujer que debe ser de la quinta del que bautizó a Marujita Díaz.
¡Ay, las burbujicas!
Hay que probar esto otra vez, si sale una aberración no lo voy a decir en mi post del concurso cocinillas.
Otra foto necesaria, desde este ángulo no se había visto la cosa, puede haber penalty. La virtud de esta receta es al mismo tiempo su mayor problema, ha de hacerse con mucha paciencia, tomarse todo el tiempo del mundo y luego un poco más. Luego te da hambre, te desesperas y empiezas a sacar fotos como un negro con móvil nuevo. Macarrones, que no se llaman macarrones pero me la suda, al agua.
¡Más decibelios, puedo sentir la música!
Este es el momento en el que la salsa está lista:
La receta ya está en su punto, pero me apetece y me merezco probarla como es debido para calmar los disturbios en mi estómago.
Y ahora sí que lloro, ni una gota de vino para casar con esta cucharada de
AMBROSÍA.
"Me cago en Dios, ¡qué hambre tengo!" Este no es el queso de la receta, es para picotear un rato, porque no aguanto más hasta que esté la pasta. El queso rayado es parmesano, es caro de cojones y lo usé porque lo tenía en casa por casualidad, pero para este plato le va igual de bien algún queso español curado y generoso en sal.
Ya está de una puta vez la pasta. El agua llevaba una hoja de laurel y mientras se escurre un poco se embadurna la olla con mantequilla para volver a meter la pasta en ella. La cantidad es hasta que se haya esparcido por todo el fondo y parte de las paredes, de lo que se ve en la foto me sobró un poco que metí en el cartón de leche anteriormente citado. Este paso es prescindible pero me gusta.
Y, finalmente, el resultado, 13 rigatoni con salsa del nuevo plan educativo que hundirá el país definitivamente:
Ojo con el detalle del ajo en polvo, es apenas un tímido saludo, pero le da un toque cojonudo.
Con 1 kg de carne, que es la cantidad que sale en la foto, se puede comer tranquilamente unas 5 veces como mínimo. Sin volver a cocinar más que lo que cuesta añadir pasta al agua en días sucesivos, se disfruta varias veces del mismo plato sin perder nada de su sabor.
Cuán inútil es recomponer algo roto en mil pedazos. Nunca será lo mismo, ni estará completo, sino desportillado e inconexo. Pero qué hallazgo al hacer de cada uno de esos fragmentos una entidad nueva, regar los esquejes y dejar que florezcan mil veces, con la genética del anterior y el brío de lo resucitado. Y enamorarte mil veces más, enamorarte cada día de algo nuevo, del Sol, de la música y de mil versiones distintas de tus sueños, cada una con una tonalidad de cabello distinta, con el aroma de un azahar que aún no conoces. En alguno de esos nuevos brotes, quizás, volverá a crecer de nuevo el fruto del origen de toda esta tragedia. Para entonces será otoño y ya sólo recordarás el verano, muy atrás queda el anterior invierno y los desastres que dejó. El momento dirá si es oportuno volver a equivocarse, tropezar mil veces más con la misma piedra, o de una vez por todas ser sensato y buscarte los problemas en otro cenagal.