Sirva este post de homenaje al perfil bajo, al actor secundario o incluso de tercer orden, al contrabajo de la orquesta o al que toca la percusión en un momento extático de colofón de una pieza musical donde los tonos altos de alzan acaparando todas las miradas; en detrimento de los soportes de esas primeras voces en los que sólo unas pocas miradas, tal vez algo más avezadas que el resto, son capaces de desviar un momento su atención. No recibirán halagos, pasarán sin pena ni gloria, nadie se acordará ni repararará en ellos; no son la Sagrada Familia ni ninguna otra intrincada obra de arquitectura hedonista, no. Son más bien las pilas de un puente de una autopista. No son Rafa Pascual, son Cosme Prenafeta; no son José Luis López Vázquez, Alfredo Landa ni Paco Martinez Soria, su modelo radica en la semejanza con José Sazatornil; no son Benji Price ni Ed Warner ni siquiera Teo Sellers, son Alan Parker, aquel portero suplente que tuvo que saltar al campo debido a la lesión en la pierna de Benjamin Price y que recibió un balonazo en el rostro a propósito por parte de Lenders para amedrentarlo y cogiera miedo al balón y al cual el gran Oliver Atom tuvo que recordarle que el balón era su mejor amigo logrando así la reacción de Alan que logró detener el siguiente chut logrando así una gloria efímera.