Era el día de la raza y José Millán Astray gritó al cielo: "¡viva la muerte, muera la inteligencia!" y los clamores de los foreros más moderados llenaron la sala. Subiditos, chidos y rojos como un tomate se vinieron arriba, con la mano sobre las culatas de las armas cantaron y vociferaron todo lo que quisieron en el templo de la inteligencia.
ESPAÑA!, gritaba astray.
UNA!, sonaban todos los foreros.
ESPAÑA!, volvía a gritar astray.
GRANDE!, le seguían los foreros.
ESPAÑA, JODER!
LIBRE!, volvían a rugir los pitufos.
Unamuno, uno, grande y libre, se sonó los mocos con un pañuelo que guardó en el bolsillo y con la calma de cualquier ilovegintonics dijo:
Este es el templo del intelecto y yo soy su supremo sacerdote. Vosotros estáis profanando su recinto sagrado. Diga lo que diga el proverbio, yo siempre he sido profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha: razón y derecho. Me parece inútil pediros que penséis en España.