naxo
Muerto por dentro+
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Recuerdo conocer por Internet a una tía que vivía en un pueblo de Barcelona. Ella en ese momento estaba estudiando un Máster (de mierda, todo hay que decirlo) sobre Sexología, el cual una vez finalizado le daría la opción de absolutamente nada y no le abriría la más pequeña ventana en ningún ámbito laboral. Sin embargo, ese Máster sí que le brindaba la oportunidad de usar terminología hecesperta en lugar del soez vocabulario sexual que manejamos el resto de mortales sin estudios específicos en la materia.
Después de hablar sobre las gilipolleces clásicas para romper el hielo nos metimos en faena, hablando con ella de sexo y haciéndonos preguntas para conocernos más. Yo, como buen forero, hacía mis preguntas siempre con la polla fuera del pantalón, por si había una respuesta que merecería sus tres meneos, y ávido de curiosidad por conocer qué preguntas tendría ella, pues sería un reflejo claro de lo que se escondía en la oscuridad de su mente.
Un carajo para mi, a las primeras de turno me pregunta "¿desde cuando no practicas coito?". No sabía que responder. Yo quería hablar de follar, de palpitantes coños húmedos y azotes en el culo, y acababa de descubrir que tenía delante a la doctora Grijander esa que se parecía a Florentino Pérez.
Me quedé cortocircuitado y con nula capacidad de reacción. Todas las preguntas eran de esa índole y más que una conversación picante parecía un cuestionario de un centro de planificación familiar, con menciones constantes a las palabras coito, pene y vagina. Me guarde el rabo y estudié la forma de terminar aquel piscoanálisis.
Aun así, y erróneamente, dejé que la cosa siguiera hacia delante y un día decidió ir a verme. Yo por aquel entonces vivía en una gran capital Europea. A medida que me iba aproximando al aeropuerto, el cuerpo me decía que NO, pero ya estaba todo el mal hecho y no podía dar marcha atrás.
Su avión aterrizó, la recogí, nos dimos un beso y cuando nos dirigíamos al vagón del metro agarró mi mano. Como si fuéramos novios. Como si fuera su pareja. Para ella, yo le pertenecía. Me recorrió un escalofrío por el cuerpo, el mundo se tambaleó y desde ese instante solo veía el momento de que se pirase de vuelta. Fueron 4 días en mi casa demasiado largos en los que no la saqué del barrio, y mucho menos pensaba en presentársela a nadie; si desde el minuto 1 se agarró a mi mano en un acto de desesperación, si le presentaba a alguna amistad se habría sentido con más derecho, aun.
En cuanto se montó en el avión la ignoré todo lo que pude y deseé no cruzarme con ella nunca más.
¿Os han pasado cosas similares?
Después de hablar sobre las gilipolleces clásicas para romper el hielo nos metimos en faena, hablando con ella de sexo y haciéndonos preguntas para conocernos más. Yo, como buen forero, hacía mis preguntas siempre con la polla fuera del pantalón, por si había una respuesta que merecería sus tres meneos, y ávido de curiosidad por conocer qué preguntas tendría ella, pues sería un reflejo claro de lo que se escondía en la oscuridad de su mente.
Un carajo para mi, a las primeras de turno me pregunta "¿desde cuando no practicas coito?". No sabía que responder. Yo quería hablar de follar, de palpitantes coños húmedos y azotes en el culo, y acababa de descubrir que tenía delante a la doctora Grijander esa que se parecía a Florentino Pérez.
Me quedé cortocircuitado y con nula capacidad de reacción. Todas las preguntas eran de esa índole y más que una conversación picante parecía un cuestionario de un centro de planificación familiar, con menciones constantes a las palabras coito, pene y vagina. Me guarde el rabo y estudié la forma de terminar aquel piscoanálisis.
Aun así, y erróneamente, dejé que la cosa siguiera hacia delante y un día decidió ir a verme. Yo por aquel entonces vivía en una gran capital Europea. A medida que me iba aproximando al aeropuerto, el cuerpo me decía que NO, pero ya estaba todo el mal hecho y no podía dar marcha atrás.
Su avión aterrizó, la recogí, nos dimos un beso y cuando nos dirigíamos al vagón del metro agarró mi mano. Como si fuéramos novios. Como si fuera su pareja. Para ella, yo le pertenecía. Me recorrió un escalofrío por el cuerpo, el mundo se tambaleó y desde ese instante solo veía el momento de que se pirase de vuelta. Fueron 4 días en mi casa demasiado largos en los que no la saqué del barrio, y mucho menos pensaba en presentársela a nadie; si desde el minuto 1 se agarró a mi mano en un acto de desesperación, si le presentaba a alguna amistad se habría sentido con más derecho, aun.
En cuanto se montó en el avión la ignoré todo lo que pude y deseé no cruzarme con ella nunca más.
¿Os han pasado cosas similares?