hitsfromthebong
Veterano
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- 10 Jul 2007
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Bueno, lo prometido es deuda. Aquí abro el hilo de las barrabasadas hoteleras, propias y ajenas, que atesoro. Como soy un puto inutil, no he encontrado el que se abrió en su día, y como va a ser un monotema, pues no he querido empezar a contar en mi hilo propio. Espero que no se me mosquee ningún admin.
Mi relación con los hoteles empezó pocos días después de salir del Hotel Rejas. Recuerdo que fue a buscarme mi madre con mi padre postizo, ya que el verdadero seguía dentro chupando barrote y fue ella la que quiso venir, asín que no avisé a ningún colega para que viniese a por mí. Se plantaron allí con su espectacular Jaguar negro metalizado y, al salir con mi bolsa de basura también negra llena de mis enseres, un par de canorras que esperaban para entrar a comunicar me miraron con ojos de "te la chupo y me trago toda la lefa, que estoy harta de venir a ver al mierda de mi marido". Pensarían que yo era un gran narco o algo parecido por el carro en el que me monté para dejar atrás los muros de la prisión.
Llegamos al pisoplón de los Remedios y me ofrecieron una comida pantagruélica acompañada de una charla moralizante para ver si tenía intención de sentar la cabeza de una puta vez. Mi padre postizo inició la conversación, entre los dos me dieron un poco de chapa y, al final, él me dijo lo siguiente:
- Querido hijo postizo Hitsfronthebong, te voy a proponer una cosa. Dado que dices que tu intención es la de no volver a pasear bandejas de hojalata con puta mierda de comida encima, tengo algo para ti que te puede interesar. Es obvio que necesitas un trabajo en condiciones, si no, vas a volver a entrar más temprano que tarde. Bien, resulta que uno de mis mejores amigos es el gerente de un hotel cojonudo, voy a hablar con él para que te dé curro, pero me tienes que prometer que vas a dar la talla. Nada de liarla, nada de pasar costo de agosto entre los trabajadores y, sobre todo, no me dejes mal a mí. Como me falles, te juro por mis muertos que es el último cable que te echo.
Miré a mi vieja, y ella me hizo un gesto con los ojos avalando y aprobando cada palabro de su marido. No dijo absolutamente nada, simplemente suscribió todo lo dicho y se limitó a esperar mi respuesta.
- Joder, pues claro que acepto, y esta vez soy yo quien te jura, por LOL nuestro señor, que no tienes que preocuparte por nada, viejo postizo. Se acabaron las drogas (venderlas, consumirlas ni de coña) y los mamoneos, voy a currar en ese hotel aunque sea limpiando los meaos y los cagaos de los váteres a mano.
Me miró, asintió y, sin perder un segundo, cogió su moviladi y llamó al menda del que me había estado hablando.
- Hola, fulano de tal, ¿cómo estás? Mira, te llamaba para lo que te dije (se ve que estuvo hablando con él del asunto, poniéndome a parir, seguro). Sí... Sí... Ajám... De acuerdo... Pues muchas gracias, fulano de tal. Ahora mismo se lo digo; ah, y nos vemos en el club este sábado, no faltes, ¡eh! Venga, un saludo, fulano de tal.
- Hecho, mañana a las 9:00 te presentas en recepción y preguntas por él.
- Muchas gracias, viejo postizo, me acordaré de hacerte un regalo to guapo el día de tu cumpleaños.
- No hace falta, tú no la líes y con eso me conformo.
Hasta el día de hoy no le he fallado (y he hecho trastadas de cojones, pero siempre asegurándome de que se podían hacer), y además le hice el regalo prometido. Una caja de puros que ni el mismísimo ILG se atrevería a soñar de lo caros que me costaron.
Me presento allí y pregunto por el menda. "¿Tiene ustec cita?", me pregunta una recepcionista con cara de caballo y de mal follada. "Sí, vengo de parte de fulano de cual" -contesté yo-. Se metió padentro, llamó por telefonino y en treinta segundos colgó, salió y me indicó cómo llegar a su despacho. Fui pallá, llamé educadamente a la door y él me hizo pasar.
Me recibió un nota con pinta de estirao, de unos sesenta años, pero muy simpático y predispuesto a hacerme fáciles las cosas. Del tirón entró en materia y me ofreció lo que se puede llamar un puesto bastante apañao, con un sueldo y unas condiciones bastante apañás en cuanto a horarios y días de curro y contrato indefinido desde el primer día. Firmé del tirón sin hacer apenas preguntas. Nos despedimos con un apretón de manos y quedando en que empezaba al día siguiente a las 8:00 de la mañana.
Me incorporé puntual como un reloj, los compañeros me acogieron correctamente y comenzaron a transcurrir los días. Yo me había fijado en uno de los recepcionistas del turno de tarde, el tío tenía una pinta cuanto menos inquietante, muy digno de esta santa casa. Tenía cuarenta y dos años, como más tarde supe, ojos saltones, entradas como para aparcar un helicóptero y algo de chepa. Su piel era pálida, sus dedos huesudos y una especie de capa grasienta le cubría el pelo repeinado a base de gomina barata. En seguida lo fiché como un posible compinche.
Un mes y pico después ya me había tomado varios cafeses con él en los descansos y, poco a poco, fuimos intimando. Hasta llegado un día concreto, por su aspecto y su manera de comportarse yo pensaba que era:
Pero pronto pude comprobar que no, para nada. Más bien era un esperpento que me echaba la pata, me superaba en sordidez y era enteramente heterosepsual.
Habiendo ya compartido gustos, preferencias y algunas confidencias, un día llegó una pareja a la recepción para hace rel check-in. No es mi departamento, pero en ese momento me pilló cruzando por el lobby, y me quedé estupefacto ante la belleza de la golfa. Para que se hagan ustedecs una idea, se parecía muchísimo a Úrsula Corberó en La casa de papeles, pero aún más guapa. Un auténtico pasote de tía, además hasta era más alta y tenía más tetas. Me quedé allí clavao, sin poder ni moverme del pepinazo que me dio al selebro.
Total, que el recepcionista (al cual llamaremos "recepcionista") le hace el check-in y se van para la room sin peder un segundo. Claro, el colega llevaría una prisa desmesurada por petarle el coño a semejante bestialidac de tía. Entonces me acerqué al mostrador e intercambié unas palabras con recepcionista.
- Killo, recepcionista, ¿pero qué hostias era eso, tío? ¿De dónde ha salido esa jaca Paca, joder?
- Dios, tengo el pulso a millón, no puedo ni sujetar los papeles que acaban de firmar.
En seguida supe que iba a hacer algo, alguna barrabasada estaba planeando su pútrido cerebro y sospechaba que tarde o temprano me lo soltaría, como así fue. Dos horas más tarde me llamó y me hizo ir pa recepción.
- Hits, tienes que hacerme un favor. La parejita de antes ha pedido un Apofis (¿qué habrá sido del señor Apofis?) para ir al teatro de la Maestranza a ver no sé qué pollas de un concierto de musique classique. Tienes que cubrirme, tío. Necesito que te quedes quince o veinte minutos aquí en el mostrador, tengo que entrar en la habitación.
- Pero..., ¡no irás a robarles, cabrón!
- ¡Qué coño les voy a robar, hombre! Quiero entrar para ver si han follado y encuentro unas bragas sucias de ella, me las voy a poner en la cara y me voy a hacer una paja rápida y furiosa con ellas. Te pido quince o veinte minutos, pero si encuentro lo que busco no creo que tarde más de diez.
Me partí toda la polla y le advertí de que como le pillaran, no sólo le iban a echar del curro, sino que además se podía buscar un marrón delicado. Cosa que cualquiera hubiera atisbado a contemplar, pero recepcionista estaba más que convencido a arriesgarse.
A la hora que lo pidieron, el Apofis estaba esperándoles en la puerta. Yo me volví a pasar por el lobby y les vi salir. Si cuando hicieron el check-in ya me puso el nabo como el diamante, en ese momento lo hizo multiplicado por cinco, ya que iba vestida de noche con un traje la hostia de elegante y dejando un rastro oloroso de perfume la hostia de caro también. Se montaron en el Apofis y desaparecieron en el horizonte. En ese momento, la cuenta atrás comenzó.
- Venga, Hits, vente pacá, corre. Voy a desconectar la cámara del pasillo donde está su habitación, tiene un pequeño botoncito para apagarla y encenderla manualmente además de poder hacerlo desde aquí. Si alguien viene tocando los cojones, le dices que estás por eso, porque he ido a ver qué pasa y te he pedido que me sustituyas durante cinco minutos. Si eso pasa, si viene alguien preguntando por mí o preguntando qué pasa con esa cámara que no se ve, me llamas, salgo de la habitación corriendo, la vuelvo a encender y vengo diciendo que he ido para volver a conectarla in situ.
- Recepcionista, no me jodas, eh. Como te pillen, lo pienso negar todo. Estoy aquí por lo que acabas de decir, todo lo demás te lo has cocinao tú solito. Su coartada no me salpicaba, ya que él desconectaba la cámara desde recepción para que esta no le captase llegando al pasillo y manipulándola para apagarla. Luego, al salir, la cámara le grabará alejándose de ella tras haberla encendido, porque subió para eso, para ponerla operativa de nuevo. En el momento que yo paso detrás del mostrador, "ya voy engañao", y el que avisa no es chota.
- Que sí, coño, tranquilo, que no va a pasar nada.
Puso en marcha el plan y tiró para la habitación echando hostias. Abrió con la llave maestra y se encerró allí durante... treinta y dos minutos exactamente. Yo, pasados los veinte minutos prometidos como máximo, empecé a sentir la adrenalina. entre que venía alguien a preguntar algo o lo que sea, descuidaba el trasiego del otro recepcionista, no podía ver si se daba cuenta de que había una cámara que no emitía, y el cabronazo este que no salía...
Como digo, a los treinta y dos minutos por fin salió, con una cara que pa qué. Venía entre sofocao y con el semblante de haberse metido un pico de buen caballo tailandés.
- Killo, ¿qué?, cuéntame, ¿no?
- Luego te cuento, cuando pare a las 00:00 para echar un cigarrito.
A las 00:00 le estaba esperando con más ansia que al funcionario que me sacó pafuera. Salimos fuera del hotel, nos encendimos un Chester cada uno y empezó a contarme toda la jugada. La cosa había ido así:
Entró, cerró la puerta y lo primero que se encontró fue la habitación peor que la de un forero. Ropa por el suelo, la cama hecha un cristo, el cuarto de baño como si hubiesen metido allí a diez gremlins malos puestos de farlopa, etc. Demasiado para él, porque era evidente que habían estado cerdeando de lo lindo. Como no estaba dispuesto a que sospecharan en ningún momento, sacó su móvil e hizo una foto de la cama tal como estaba, luego cogió unas bragas de la tipa que yacían hechas un gurruño en el suelo y, sin desplegarlas, se tumbó en la cama y se las puso en la cara tal cual. Se sacó el nabo y se hizo, según él, la paja de su vida.
Se echó toda la lefa en la barriga, teniendo cuidado de no salpicar ni una sola gota, se la restregó para que quedase ahí y no bajase piernas abajo y se subió los pantalones. Dejó las bragas justo donde las había encontrado, en la mismísima posición; ojeó la foto que había hecho a la cama para dejar los pliegues y las arrugas exactamente igual que los mostraba la instantánea, salió de la habitación, encendió la cámara y bajó a recepción. Por el olor personal que pudo dejar, que tampoco es que fuese para tanto, no había que preocuparse, porque, según él, toda la estancia olía mucho a perfume.
Se fumó el cigarro con una cara de satisfacción como pocas he visto, mientras yo me descojonaba de lo lindo y le elevaba directamente al nivel Amo, Emo, LOL, Cheese.
Unas tres horas más tarde, la parejita volvió, pero yo ya no les volví a ver. Al día siguiente, a eso de las 10:00, hicieron el check-out y se piraron por donde vinieron. Las dos o tres semanas siguientes las pasamos rememorando el episodio mientras le hacía todo tipo de preguntas sobre los pequeños detalles (cómo estaban las toallas en el baño, y la almohada, y esto y lo otro); de cada respuesta sacábamos una teoría perversa y nos reíamos al mismo tiempo que nuestros carajos se ponían semi duros. Entre la visión de la jaca en dos ocasiones y el relato de lo ocurrido, me hice como unas cuarenta pajas, sin exagerar.
Varios meses después, a la directiva no se le ocurrió otra cosa que mandarle a otro hotel de Mallorca como jefe de recepción. Cada vez que lo pienso, me descojono; menudo ojo tuvieron para elegir a la persona adecuada para tal puesto. Muy de vez en cuando cruzamos algún mensaje de guasap, y siempre me emplaza a vernos en algún momento porque: "uffff, ya te contaré, tío".
Mi relación con los hoteles empezó pocos días después de salir del Hotel Rejas. Recuerdo que fue a buscarme mi madre con mi padre postizo, ya que el verdadero seguía dentro chupando barrote y fue ella la que quiso venir, asín que no avisé a ningún colega para que viniese a por mí. Se plantaron allí con su espectacular Jaguar negro metalizado y, al salir con mi bolsa de basura también negra llena de mis enseres, un par de canorras que esperaban para entrar a comunicar me miraron con ojos de "te la chupo y me trago toda la lefa, que estoy harta de venir a ver al mierda de mi marido". Pensarían que yo era un gran narco o algo parecido por el carro en el que me monté para dejar atrás los muros de la prisión.
Llegamos al pisoplón de los Remedios y me ofrecieron una comida pantagruélica acompañada de una charla moralizante para ver si tenía intención de sentar la cabeza de una puta vez. Mi padre postizo inició la conversación, entre los dos me dieron un poco de chapa y, al final, él me dijo lo siguiente:
- Querido hijo postizo Hitsfronthebong, te voy a proponer una cosa. Dado que dices que tu intención es la de no volver a pasear bandejas de hojalata con puta mierda de comida encima, tengo algo para ti que te puede interesar. Es obvio que necesitas un trabajo en condiciones, si no, vas a volver a entrar más temprano que tarde. Bien, resulta que uno de mis mejores amigos es el gerente de un hotel cojonudo, voy a hablar con él para que te dé curro, pero me tienes que prometer que vas a dar la talla. Nada de liarla, nada de pasar costo de agosto entre los trabajadores y, sobre todo, no me dejes mal a mí. Como me falles, te juro por mis muertos que es el último cable que te echo.
Miré a mi vieja, y ella me hizo un gesto con los ojos avalando y aprobando cada palabro de su marido. No dijo absolutamente nada, simplemente suscribió todo lo dicho y se limitó a esperar mi respuesta.
- Joder, pues claro que acepto, y esta vez soy yo quien te jura, por LOL nuestro señor, que no tienes que preocuparte por nada, viejo postizo. Se acabaron las drogas (venderlas, consumirlas ni de coña) y los mamoneos, voy a currar en ese hotel aunque sea limpiando los meaos y los cagaos de los váteres a mano.
Me miró, asintió y, sin perder un segundo, cogió su moviladi y llamó al menda del que me había estado hablando.
- Hola, fulano de tal, ¿cómo estás? Mira, te llamaba para lo que te dije (se ve que estuvo hablando con él del asunto, poniéndome a parir, seguro). Sí... Sí... Ajám... De acuerdo... Pues muchas gracias, fulano de tal. Ahora mismo se lo digo; ah, y nos vemos en el club este sábado, no faltes, ¡eh! Venga, un saludo, fulano de tal.
- Hecho, mañana a las 9:00 te presentas en recepción y preguntas por él.
- Muchas gracias, viejo postizo, me acordaré de hacerte un regalo to guapo el día de tu cumpleaños.
- No hace falta, tú no la líes y con eso me conformo.
Hasta el día de hoy no le he fallado (y he hecho trastadas de cojones, pero siempre asegurándome de que se podían hacer), y además le hice el regalo prometido. Una caja de puros que ni el mismísimo ILG se atrevería a soñar de lo caros que me costaron.
Me presento allí y pregunto por el menda. "¿Tiene ustec cita?", me pregunta una recepcionista con cara de caballo y de mal follada. "Sí, vengo de parte de fulano de cual" -contesté yo-. Se metió padentro, llamó por telefonino y en treinta segundos colgó, salió y me indicó cómo llegar a su despacho. Fui pallá, llamé educadamente a la door y él me hizo pasar.
Me recibió un nota con pinta de estirao, de unos sesenta años, pero muy simpático y predispuesto a hacerme fáciles las cosas. Del tirón entró en materia y me ofreció lo que se puede llamar un puesto bastante apañao, con un sueldo y unas condiciones bastante apañás en cuanto a horarios y días de curro y contrato indefinido desde el primer día. Firmé del tirón sin hacer apenas preguntas. Nos despedimos con un apretón de manos y quedando en que empezaba al día siguiente a las 8:00 de la mañana.
Me incorporé puntual como un reloj, los compañeros me acogieron correctamente y comenzaron a transcurrir los días. Yo me había fijado en uno de los recepcionistas del turno de tarde, el tío tenía una pinta cuanto menos inquietante, muy digno de esta santa casa. Tenía cuarenta y dos años, como más tarde supe, ojos saltones, entradas como para aparcar un helicóptero y algo de chepa. Su piel era pálida, sus dedos huesudos y una especie de capa grasienta le cubría el pelo repeinado a base de gomina barata. En seguida lo fiché como un posible compinche.
Un mes y pico después ya me había tomado varios cafeses con él en los descansos y, poco a poco, fuimos intimando. Hasta llegado un día concreto, por su aspecto y su manera de comportarse yo pensaba que era:
Pero pronto pude comprobar que no, para nada. Más bien era un esperpento que me echaba la pata, me superaba en sordidez y era enteramente heterosepsual.
Habiendo ya compartido gustos, preferencias y algunas confidencias, un día llegó una pareja a la recepción para hace rel check-in. No es mi departamento, pero en ese momento me pilló cruzando por el lobby, y me quedé estupefacto ante la belleza de la golfa. Para que se hagan ustedecs una idea, se parecía muchísimo a Úrsula Corberó en La casa de papeles, pero aún más guapa. Un auténtico pasote de tía, además hasta era más alta y tenía más tetas. Me quedé allí clavao, sin poder ni moverme del pepinazo que me dio al selebro.
Total, que el recepcionista (al cual llamaremos "recepcionista") le hace el check-in y se van para la room sin peder un segundo. Claro, el colega llevaría una prisa desmesurada por petarle el coño a semejante bestialidac de tía. Entonces me acerqué al mostrador e intercambié unas palabras con recepcionista.
- Killo, recepcionista, ¿pero qué hostias era eso, tío? ¿De dónde ha salido esa jaca Paca, joder?
- Dios, tengo el pulso a millón, no puedo ni sujetar los papeles que acaban de firmar.
En seguida supe que iba a hacer algo, alguna barrabasada estaba planeando su pútrido cerebro y sospechaba que tarde o temprano me lo soltaría, como así fue. Dos horas más tarde me llamó y me hizo ir pa recepción.
- Hits, tienes que hacerme un favor. La parejita de antes ha pedido un Apofis (¿qué habrá sido del señor Apofis?) para ir al teatro de la Maestranza a ver no sé qué pollas de un concierto de musique classique. Tienes que cubrirme, tío. Necesito que te quedes quince o veinte minutos aquí en el mostrador, tengo que entrar en la habitación.
- Pero..., ¡no irás a robarles, cabrón!
- ¡Qué coño les voy a robar, hombre! Quiero entrar para ver si han follado y encuentro unas bragas sucias de ella, me las voy a poner en la cara y me voy a hacer una paja rápida y furiosa con ellas. Te pido quince o veinte minutos, pero si encuentro lo que busco no creo que tarde más de diez.
Me partí toda la polla y le advertí de que como le pillaran, no sólo le iban a echar del curro, sino que además se podía buscar un marrón delicado. Cosa que cualquiera hubiera atisbado a contemplar, pero recepcionista estaba más que convencido a arriesgarse.
A la hora que lo pidieron, el Apofis estaba esperándoles en la puerta. Yo me volví a pasar por el lobby y les vi salir. Si cuando hicieron el check-in ya me puso el nabo como el diamante, en ese momento lo hizo multiplicado por cinco, ya que iba vestida de noche con un traje la hostia de elegante y dejando un rastro oloroso de perfume la hostia de caro también. Se montaron en el Apofis y desaparecieron en el horizonte. En ese momento, la cuenta atrás comenzó.
- Venga, Hits, vente pacá, corre. Voy a desconectar la cámara del pasillo donde está su habitación, tiene un pequeño botoncito para apagarla y encenderla manualmente además de poder hacerlo desde aquí. Si alguien viene tocando los cojones, le dices que estás por eso, porque he ido a ver qué pasa y te he pedido que me sustituyas durante cinco minutos. Si eso pasa, si viene alguien preguntando por mí o preguntando qué pasa con esa cámara que no se ve, me llamas, salgo de la habitación corriendo, la vuelvo a encender y vengo diciendo que he ido para volver a conectarla in situ.
- Recepcionista, no me jodas, eh. Como te pillen, lo pienso negar todo. Estoy aquí por lo que acabas de decir, todo lo demás te lo has cocinao tú solito. Su coartada no me salpicaba, ya que él desconectaba la cámara desde recepción para que esta no le captase llegando al pasillo y manipulándola para apagarla. Luego, al salir, la cámara le grabará alejándose de ella tras haberla encendido, porque subió para eso, para ponerla operativa de nuevo. En el momento que yo paso detrás del mostrador, "ya voy engañao", y el que avisa no es chota.
- Que sí, coño, tranquilo, que no va a pasar nada.
Puso en marcha el plan y tiró para la habitación echando hostias. Abrió con la llave maestra y se encerró allí durante... treinta y dos minutos exactamente. Yo, pasados los veinte minutos prometidos como máximo, empecé a sentir la adrenalina. entre que venía alguien a preguntar algo o lo que sea, descuidaba el trasiego del otro recepcionista, no podía ver si se daba cuenta de que había una cámara que no emitía, y el cabronazo este que no salía...
Como digo, a los treinta y dos minutos por fin salió, con una cara que pa qué. Venía entre sofocao y con el semblante de haberse metido un pico de buen caballo tailandés.
- Killo, ¿qué?, cuéntame, ¿no?
- Luego te cuento, cuando pare a las 00:00 para echar un cigarrito.
A las 00:00 le estaba esperando con más ansia que al funcionario que me sacó pafuera. Salimos fuera del hotel, nos encendimos un Chester cada uno y empezó a contarme toda la jugada. La cosa había ido así:
Entró, cerró la puerta y lo primero que se encontró fue la habitación peor que la de un forero. Ropa por el suelo, la cama hecha un cristo, el cuarto de baño como si hubiesen metido allí a diez gremlins malos puestos de farlopa, etc. Demasiado para él, porque era evidente que habían estado cerdeando de lo lindo. Como no estaba dispuesto a que sospecharan en ningún momento, sacó su móvil e hizo una foto de la cama tal como estaba, luego cogió unas bragas de la tipa que yacían hechas un gurruño en el suelo y, sin desplegarlas, se tumbó en la cama y se las puso en la cara tal cual. Se sacó el nabo y se hizo, según él, la paja de su vida.
Se echó toda la lefa en la barriga, teniendo cuidado de no salpicar ni una sola gota, se la restregó para que quedase ahí y no bajase piernas abajo y se subió los pantalones. Dejó las bragas justo donde las había encontrado, en la mismísima posición; ojeó la foto que había hecho a la cama para dejar los pliegues y las arrugas exactamente igual que los mostraba la instantánea, salió de la habitación, encendió la cámara y bajó a recepción. Por el olor personal que pudo dejar, que tampoco es que fuese para tanto, no había que preocuparse, porque, según él, toda la estancia olía mucho a perfume.
Se fumó el cigarro con una cara de satisfacción como pocas he visto, mientras yo me descojonaba de lo lindo y le elevaba directamente al nivel Amo, Emo, LOL, Cheese.
Unas tres horas más tarde, la parejita volvió, pero yo ya no les volví a ver. Al día siguiente, a eso de las 10:00, hicieron el check-out y se piraron por donde vinieron. Las dos o tres semanas siguientes las pasamos rememorando el episodio mientras le hacía todo tipo de preguntas sobre los pequeños detalles (cómo estaban las toallas en el baño, y la almohada, y esto y lo otro); de cada respuesta sacábamos una teoría perversa y nos reíamos al mismo tiempo que nuestros carajos se ponían semi duros. Entre la visión de la jaca en dos ocasiones y el relato de lo ocurrido, me hice como unas cuarenta pajas, sin exagerar.
Varios meses después, a la directiva no se le ocurrió otra cosa que mandarle a otro hotel de Mallorca como jefe de recepción. Cada vez que lo pienso, me descojono; menudo ojo tuvieron para elegir a la persona adecuada para tal puesto. Muy de vez en cuando cruzamos algún mensaje de guasap, y siempre me emplaza a vernos en algún momento porque: "uffff, ya te contaré, tío".
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