El hilo no está roto de todo: cada pocas semanas ella o yo mandamos un mensaje de tanteo para mantenerlo vivo. Se apagó el fuego, pero el rescoldo persiste.
Es curioso, porque a pesar de no conocerla en persona puedo decir que formaría parte del póker de ases de las que de verdad significaron algo: dos que desvirgué, la argentina culta y ella. No es un bellezón, ni un prodigio mamario (tiene más de lo que parece), pero tampoco es el producto estándar, tan encantador como limitado, que uno se trae de esas latitudes. Un gremlin adoptable, pero que puede comer después de medianoche y mutar a mujer con carácter.
Y aquí estoy de madrugada, contándole a unos desconocidos que me importan una mierda, cosas que no saben ni mi familia ni mis amigos más próximos.