Juvenal
Clásico
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- 23 Ago 2004
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No siendo cita de autoridad ni fragmento de obra consagrada sino una mera y libre versión que hago por entretenimiento de una vieja leyenda popular, se publica aquí para general esparcimiento .
La espada de Vilardell y el dragón de San Celoni
Cuentan que la siguiente historia acaeció a los pocos años de reconquistar los condes catalanes las tierras comprendidas entre Gerona y Barcelona. Los moros vencidos, al perder aquellos castillos, pueblos y ciudades, soltaron un enorme y feroz dragón, capturado en lejanas tierras de Asia y que hasta aquel entonces encerraran en lo más profundo de uno de sus alcázares, cerca del Vallés.
La bestia se aposentó en las cercanías de la villa de San Celoni, cobrándose un oneroso y sanguinario tributo en reses y hombres. Muchos fueron los esforzados caballeros que intentaron matar al dragón, y sus esqueletos blanqueados al sol testimoniaban su fracaso.
Hallábase cierto Soler de Vilardell en la puerta de su casa, cuando llegó hasta él un anciano mendigo que le rogaba limosna. Para dársela, Vilardell entró en casa y, por ir más rápido, dejó su espada en la puerta. Al salir con la limosna, habían desaparecido tanto el pordiosero como el arma. Encontró otra espada en el lugar donde había dejado la suya.
Vilardell la desenvainó y vio que era buena. Ejercitándose con ella, partió de un solo tajo el tronco de un árbol como si fuera una caña. Maravillado por tal logro, comprendió que algo milagroso tenía aquella espada; así que consultó a diversos hombres de fe, prudentes, sabios y discretos que enseguida advirtieron que la espada había sido enviada desde el cielo para acabar con la cruel sierpe que estragaba San Celoni y su comarca.
Fuera como fuese, la noticia corrió como chispas en la hojarasca seca y todos le aconsejaron que emprendiera la empresa, necesaria y honrosa, de acabar con el terrible dragón.
Para salir con vida del encuentro con el dragón debía, a modo de protección, repetir exactamente las siguientes palabras:
Espasa de virtut,
Braç de cavaller,
Roca i drac
Jo partiré
(Espada de virtud,
Brazo de caballero,
roca y dragón
yo partiré)
De todo lo cual tomó aviso Soler de Vilardell, y partió en busca del dragón. Refieren los habitantes de San Celoni que en la inmediaciones de la actual villa, hay una enorme roca partida y es que en llegando Vilardell, decidió probar allá el filo con la mencionada piedra, cortándola sin esfuerzo.
Finalmente, descubrió el dragón y aunque el espanto se adueñó de él no se olvidó de pronunciar las palabras encomendadas:
Braç de virtut,
Espasa de cavaller,
Roca i drac
Jo partiré
Y le asestó a la fiera una recia cuchillada que, aun siendo espantable de lo enorme que era el dragón, lo partió por la mitad.
Exultante, Soler de Vilardell volvió con la muchedumbre, que lo aguardaba a prudente distancia y una vez allí, alzó la espada sobre su cabeza con gran alborozo en señal de victoria. De la hoja, tintada por la ponzoñosa sangre del dragón, cayeron en el brazo de Vilardell algunas gotas, y se lo hincharon de tal manera que al cabo de pocos días éste murió.
La espada de Vilardell y el dragón de San Celoni
Cuentan que la siguiente historia acaeció a los pocos años de reconquistar los condes catalanes las tierras comprendidas entre Gerona y Barcelona. Los moros vencidos, al perder aquellos castillos, pueblos y ciudades, soltaron un enorme y feroz dragón, capturado en lejanas tierras de Asia y que hasta aquel entonces encerraran en lo más profundo de uno de sus alcázares, cerca del Vallés.
La bestia se aposentó en las cercanías de la villa de San Celoni, cobrándose un oneroso y sanguinario tributo en reses y hombres. Muchos fueron los esforzados caballeros que intentaron matar al dragón, y sus esqueletos blanqueados al sol testimoniaban su fracaso.
Hallábase cierto Soler de Vilardell en la puerta de su casa, cuando llegó hasta él un anciano mendigo que le rogaba limosna. Para dársela, Vilardell entró en casa y, por ir más rápido, dejó su espada en la puerta. Al salir con la limosna, habían desaparecido tanto el pordiosero como el arma. Encontró otra espada en el lugar donde había dejado la suya.
Vilardell la desenvainó y vio que era buena. Ejercitándose con ella, partió de un solo tajo el tronco de un árbol como si fuera una caña. Maravillado por tal logro, comprendió que algo milagroso tenía aquella espada; así que consultó a diversos hombres de fe, prudentes, sabios y discretos que enseguida advirtieron que la espada había sido enviada desde el cielo para acabar con la cruel sierpe que estragaba San Celoni y su comarca.
Fuera como fuese, la noticia corrió como chispas en la hojarasca seca y todos le aconsejaron que emprendiera la empresa, necesaria y honrosa, de acabar con el terrible dragón.
Para salir con vida del encuentro con el dragón debía, a modo de protección, repetir exactamente las siguientes palabras:
Espasa de virtut,
Braç de cavaller,
Roca i drac
Jo partiré
(Espada de virtud,
Brazo de caballero,
roca y dragón
yo partiré)
De todo lo cual tomó aviso Soler de Vilardell, y partió en busca del dragón. Refieren los habitantes de San Celoni que en la inmediaciones de la actual villa, hay una enorme roca partida y es que en llegando Vilardell, decidió probar allá el filo con la mencionada piedra, cortándola sin esfuerzo.
Finalmente, descubrió el dragón y aunque el espanto se adueñó de él no se olvidó de pronunciar las palabras encomendadas:
Braç de virtut,
Espasa de cavaller,
Roca i drac
Jo partiré
Y le asestó a la fiera una recia cuchillada que, aun siendo espantable de lo enorme que era el dragón, lo partió por la mitad.
Exultante, Soler de Vilardell volvió con la muchedumbre, que lo aguardaba a prudente distancia y una vez allí, alzó la espada sobre su cabeza con gran alborozo en señal de victoria. De la hoja, tintada por la ponzoñosa sangre del dragón, cayeron en el brazo de Vilardell algunas gotas, y se lo hincharon de tal manera que al cabo de pocos días éste murió.