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Subnormal fachilla de pastel
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Edito: Comer, no come (en el título, que me he comido una r, hablando de comer, ).
En esta época de fiestas navideñas que recién ha acabado, aumenta la cantidad de comidas con familiares, amigos y gente del trabajo, lo cual conlleva tener que sufrir a cierta clase de gente que come como cerdos, con ansia, con prisas, ensuciándolo todo. Una auténtica vergüenza, y es algo que no entiendo, que no me cabe en la cabeza que haya quien se comporte así.
Por supuesto, pido perdón por adelantado a los cerdos por compararlos con semejante clase de humanos. Lo hago porque es una costumbre humana comparar ciertos comportamientos con los de los animales, aún sabiendo que los animales tienen más clase y elegancia que los humanos.
Hay varios asuntos a considerar con este problema:
1. La educación.
Cuando varias personas comparten mesa el acto de comer deberían realizarlo a una velocidad similar, no unos a toda prisa y otros con calma y parsimonia, para evitar que unos terminen y se queden esperando ociosos a que terminen los demás. Parece razonable pensar que para conseguir esto los que van más rápido deberían frenarse y los que van más lento acelerar. Alguna vez he intentado acelerar, pero es imposible alcanzar la velocidad del que no mastica ni saborea y que sólo traga, y que no tiene ninguna intención en frenar. En realidad, son los que van más rápido los que deben frenarse más que acelerar los que van lento, pues en una comida de celebración en la que la comida es más que una comida, es un acto social relajado y distendido, en el que se compagina la comida con la conversación, ni hay motivo para comer deprisa ni tampoco para obligar a los demás a hacerlo.
Pero no es terminar de comer antes el principal problema a considerar en relación con la educación, desde luego. El principal problema es que la velocidad en el comer suele ir acompañada de torpeza en el comer, que produce que a dicha gente se le caiga la comida de la boca o de la cuchara/tenedor, ensuciándolo todo, y esto sí que es intolerable. Encima, la gente que come deprisa tiene el atrevimiento de acusarnos a los demás de comer despacio, pero es precisamente el hecho de ensuciar la mesa, el mantel, y en los casos graves incluso el suelo cayéndoseles la comida lo que demuestra que no es cierto que algunos comamos despacio, sino que son ellos los que comen tan deprisa que no pueden evitar guarrearlo todo. Mejor que limpiar es no ensuciar, y el acto de comer implica no sólo comer, sino también no ensuciar nada innecesariamente. Por lo tanto, no es sólo que coman deprisa, es que no saben comer.
Y es que ensuciar no es sólo desagradable desde el punto de vista estético, sino también práctico, pues reduce el espacio disponible en la mesa (espacio limpio), para colocar la vajilla, los cubiertos, el pan, etc.
No se exige a nadie un rígido protocolo de la alta sociedad para comportarse en la mesa, ni un esfuerzo descomunal como adelgazar 40 kilos o correr una maratón, sino solamente unos mínimos detalles de sentido común que no me parecen nada gravosos en cuanto a esfuerzo que hagan la experiencia de comer en público aceptable para todos. En privado, que hagan lo que quieran, pero en público, por su bien y el de los demás, que se comporten bien.
Está claro que la falta de costumbre de comer bien en privado provoca la dificultad para hacerlo luego en público. Para mí, no es ningún esfuerzo comer bien ni en público ni en privado, pues siempre defiendo la idea de que uno debe exigirse un mínimo de calidad en lo que hace, ya sea comer, escribir, o lo que sea, y cuando uno lo hace así, adquiere la saludable costumbre y ya no es ningún esfuerzo seguir haciéndolo. Pero aún así, aunque no se tenga adquirido dicho saludable hábito, no veo motivo para estar acostumbrado a comer como un cerdo en privado y luego en público no ser capaz de comer decentemente poniendo un poco de atención. Si no lo hacen es porque no quieren realizar ese pequeño esfuerzo.
2. La salud.
Los médicos recomiendan masticar bien los alimentos antes de tragarlos, pues la digestión comienza en la boca, facilitándole así el proceso al estómago. Esto permite aprovechar mejor las sustancias nutritivas que contienen. Pero no hace falta que lo diga ningún médico, pues es algo de sentido común.
Incluso hay estudios que indican que la gente que engulle en vez de comer engorda más al no poder el cuerpo cuantificar exactamente la cantidad de comida que ha ingerido, comiendo en exceso. En efecto, parece lógico pensar que asociado al estímulo del hambre el cuerpo mantiene algún mecanismo que mide cuánto se ha comido ya, de tal forma que según se va comiendo el cuerpo va desactivando el mecanismo del hambre o ganas de comer. Para que el cuerpo lo pueda hacer bien, es necesario por tanto comer a una velocidad adecuada, dándole tiempo al cuerpo y a la mente a valorar el proceso, y no engullir a toda prisa.
3. El placer de comer.
Por último, es bien sabido que comer es un pequeño o gran placer, y que por ello, como algo placentero que es, hay que realizarlo sin prisas, pues lo que interesa es que el placer dure más, no menos, y dura más saboreando y masticando la comida, no engulliendo y tragando ansiosamente. Cuando se come, la comida está al servicio de uno. Cuando se engulle, uno está al servicio de la comida. Que no se me malinterprete: no defiendo el eternizarse comiendo, sino solamente dedicar a dicha actividad el tiempo necesario.
Cuando se tiene hambre, y/o cuando la comida es especialmente sabrosa apetece más comerla, pero eso no debe ser motivo para ser dominado por las ansias de engullir, sino aprovecharlo en nuestro favor para disfrutar más al comer (y al beber).
4. El carácter de los que comen como cerdos.
La gente que come como cerdos parece no ser consciente de la imagen tan patética que envían al exterior, y no sólo es problema de imagen, sino que reflexionando un poco se obtienen desagradables conclusiones sobre la forma de ser de este tipo de gente:
En definitiva: Es muy cierto que se conoce a la gente por cómo se comporta en actividades públicas como la mesa o el juego.
Desahogaos y contad vuestras experiencias con gente de este tipo, o miraos en el espejo y callad.
En esta época de fiestas navideñas que recién ha acabado, aumenta la cantidad de comidas con familiares, amigos y gente del trabajo, lo cual conlleva tener que sufrir a cierta clase de gente que come como cerdos, con ansia, con prisas, ensuciándolo todo. Una auténtica vergüenza, y es algo que no entiendo, que no me cabe en la cabeza que haya quien se comporte así.
Por supuesto, pido perdón por adelantado a los cerdos por compararlos con semejante clase de humanos. Lo hago porque es una costumbre humana comparar ciertos comportamientos con los de los animales, aún sabiendo que los animales tienen más clase y elegancia que los humanos.
Hay varios asuntos a considerar con este problema:
1. La educación.
Cuando varias personas comparten mesa el acto de comer deberían realizarlo a una velocidad similar, no unos a toda prisa y otros con calma y parsimonia, para evitar que unos terminen y se queden esperando ociosos a que terminen los demás. Parece razonable pensar que para conseguir esto los que van más rápido deberían frenarse y los que van más lento acelerar. Alguna vez he intentado acelerar, pero es imposible alcanzar la velocidad del que no mastica ni saborea y que sólo traga, y que no tiene ninguna intención en frenar. En realidad, son los que van más rápido los que deben frenarse más que acelerar los que van lento, pues en una comida de celebración en la que la comida es más que una comida, es un acto social relajado y distendido, en el que se compagina la comida con la conversación, ni hay motivo para comer deprisa ni tampoco para obligar a los demás a hacerlo.
Pero no es terminar de comer antes el principal problema a considerar en relación con la educación, desde luego. El principal problema es que la velocidad en el comer suele ir acompañada de torpeza en el comer, que produce que a dicha gente se le caiga la comida de la boca o de la cuchara/tenedor, ensuciándolo todo, y esto sí que es intolerable. Encima, la gente que come deprisa tiene el atrevimiento de acusarnos a los demás de comer despacio, pero es precisamente el hecho de ensuciar la mesa, el mantel, y en los casos graves incluso el suelo cayéndoseles la comida lo que demuestra que no es cierto que algunos comamos despacio, sino que son ellos los que comen tan deprisa que no pueden evitar guarrearlo todo. Mejor que limpiar es no ensuciar, y el acto de comer implica no sólo comer, sino también no ensuciar nada innecesariamente. Por lo tanto, no es sólo que coman deprisa, es que no saben comer.
Y es que ensuciar no es sólo desagradable desde el punto de vista estético, sino también práctico, pues reduce el espacio disponible en la mesa (espacio limpio), para colocar la vajilla, los cubiertos, el pan, etc.
No se exige a nadie un rígido protocolo de la alta sociedad para comportarse en la mesa, ni un esfuerzo descomunal como adelgazar 40 kilos o correr una maratón, sino solamente unos mínimos detalles de sentido común que no me parecen nada gravosos en cuanto a esfuerzo que hagan la experiencia de comer en público aceptable para todos. En privado, que hagan lo que quieran, pero en público, por su bien y el de los demás, que se comporten bien.
Está claro que la falta de costumbre de comer bien en privado provoca la dificultad para hacerlo luego en público. Para mí, no es ningún esfuerzo comer bien ni en público ni en privado, pues siempre defiendo la idea de que uno debe exigirse un mínimo de calidad en lo que hace, ya sea comer, escribir, o lo que sea, y cuando uno lo hace así, adquiere la saludable costumbre y ya no es ningún esfuerzo seguir haciéndolo. Pero aún así, aunque no se tenga adquirido dicho saludable hábito, no veo motivo para estar acostumbrado a comer como un cerdo en privado y luego en público no ser capaz de comer decentemente poniendo un poco de atención. Si no lo hacen es porque no quieren realizar ese pequeño esfuerzo.
2. La salud.
Los médicos recomiendan masticar bien los alimentos antes de tragarlos, pues la digestión comienza en la boca, facilitándole así el proceso al estómago. Esto permite aprovechar mejor las sustancias nutritivas que contienen. Pero no hace falta que lo diga ningún médico, pues es algo de sentido común.
Incluso hay estudios que indican que la gente que engulle en vez de comer engorda más al no poder el cuerpo cuantificar exactamente la cantidad de comida que ha ingerido, comiendo en exceso. En efecto, parece lógico pensar que asociado al estímulo del hambre el cuerpo mantiene algún mecanismo que mide cuánto se ha comido ya, de tal forma que según se va comiendo el cuerpo va desactivando el mecanismo del hambre o ganas de comer. Para que el cuerpo lo pueda hacer bien, es necesario por tanto comer a una velocidad adecuada, dándole tiempo al cuerpo y a la mente a valorar el proceso, y no engullir a toda prisa.
3. El placer de comer.
Por último, es bien sabido que comer es un pequeño o gran placer, y que por ello, como algo placentero que es, hay que realizarlo sin prisas, pues lo que interesa es que el placer dure más, no menos, y dura más saboreando y masticando la comida, no engulliendo y tragando ansiosamente. Cuando se come, la comida está al servicio de uno. Cuando se engulle, uno está al servicio de la comida. Que no se me malinterprete: no defiendo el eternizarse comiendo, sino solamente dedicar a dicha actividad el tiempo necesario.
Cuando se tiene hambre, y/o cuando la comida es especialmente sabrosa apetece más comerla, pero eso no debe ser motivo para ser dominado por las ansias de engullir, sino aprovecharlo en nuestro favor para disfrutar más al comer (y al beber).
4. El carácter de los que comen como cerdos.
La gente que come como cerdos parece no ser consciente de la imagen tan patética que envían al exterior, y no sólo es problema de imagen, sino que reflexionando un poco se obtienen desagradables conclusiones sobre la forma de ser de este tipo de gente:
- Falta de voluntad: Alguien que no es capaz de controlar las ansias de comer demuestra una gran falta de voluntad y de autodominio, pues el esfuerzo a realizar para comer bien es poca cosa.
- Falta de respeto: Quizá el problema no sea de autodominio, sino que simplemente les importa un pimiento la gente de alrededor, ensuciarlo todo y quedar como cerdos. Peor todavía. Si comen así, con estas ansias, se puede pensar también que otro tipo de cosas relacionadas con deseos y placeres las realizan de la misma chapucera manera, con iguales prisas: ¿Sexo? ¿conducir un coche? ¿resolver un problema?.
- Estupidez: Hay que ser idiota para no entender los anteriores puntos (2, la salud, y 3, el placer de comer), y seguir comportándose así.
En definitiva: Es muy cierto que se conoce a la gente por cómo se comporta en actividades públicas como la mesa o el juego.
Desahogaos y contad vuestras experiencias con gente de este tipo, o miraos en el espejo y callad.