Nunca le vi sentido a esa modalidad de ocio. Principalmente por la música, aún en los 90 estaba bien salir y escuchar el Maquina Total 6 o el Bolero Mix de turno.
Poco despues me entregué al rock y metal haciéndome partisano de aquellos eurohits, ya esa música no molaba, el pirriaque era caro y el garrafón era doloroso a la mañana siguiente.
En segundo lugar, la compañía y el gentío. Todos nos conocíamos y al que llegaba de otro pueblo se le molía el lomo (cosas de pueblos de la España profunda), particularmente si sacaba pecho o venía a raptar con la soga del amor, a las gachís. No se admitía rapto de
nuestras Sabinas particulares, aunque la mayoría eran orcos de solemnidad. Las peleas, los vasos de tubo voladores,.. ese ambiente ya cansaba. Ni que decir de lo malo que es beber con tarados de pueblo, la conversación se torna pésima, las vomitonas frecuentes, y el olor a culo, insoportable.
La navidad pasada, por cosas de socializar con compañeros fuimos a un garito. Una maña experiencia con garrafón etiquetado como Jameson que solo trajo vomitera agria, cara de pelota embarcá y pesares al día siguiente.
Mis chusqueras litronas son una ambrosía cotidiana y mis auriculares Audiotecnica garantía de sordera prematura, tinnitus en aumento, placeres livianos, dinero en la petaca y la tranquilidad.