Tools of the trade rebuznó:
A mí se me llevan los demonios cuando salen estos temas. Tengo a mi madre jubilada y enferma abriendo el negocio familiar porque el resto son unos vagos de mierda. El otro día le tuvieron que pinchar en el ojo y al llegar a casa no tenía ni la comida lista, abrir el negocio familiar porque allí no se presenta ni el tato es el pan de cada día, que no pasa nada si la buena mujer tiene un buen día, pero lo ha tenido que hacer hasta cuando le daban radioterapia. Hace dos días tuvo un derrame en el ojo y hasta a urgencias se tuvo que ir sola, luego me lo cuenta a todo pasado y me entra una mala leche pa qué.
Hoy la he visto y estaba preparando comida para cuando la operen este mes que viene, no fuera a morirse de hambre la puta de su hija pequeña.
La mayoría de gente se avinagra con la edad. Mi abuela, más bien, se porta como una cría, haciendo lo que ella entiende como travesuras, poniendo de los nervios a mi madre, aunque hay que reconocer que llega a ser bastante gracioso.
Por eso esas personas que se van haciendo mayores y que a pesar de sentir la decrepitud en sus huesos son capaces de destilar bondad y seguir aportando algo a quienes les rodean me parecen un tesoro muy infravalorado. Esas mujeres, porque casi siempre son mujeres, son de esas cosas que devuelven la fe en la humanidad. Hasta que se da uno cuenta de que a su alrededor sólo se arremolinan sabandijas que quieren chuparles la poca vida que les queda y que les tratan con el mismo respeto que a una criada. Entonces dan ganas de secuestrar a la senil doncella y llevársela a un lugar mejor, después de decapitar a los dragones.
THORNDIKE rebuznó:
La opción natural que nuestros antepasados adoptaron para solucionar el engorroso problema de hacerse cargo de unos progenitores cada vez más cascados, fue la figura de "la solterona". Esa moza ya entrada en la cuarentena y sin desflorar que permanecía en el hogar familiar como una especie de chacha. Llegado el oportuno momento de reflexión vital, comprendiendo su mierda de vida y lo irreversible de la situación, muchas se volvían completamente locas o se convertían en auténticas brujas henchidas de hiel.
Los tiempos cambian y esa figura, más que perderse, va mutando.
Mi madre, tras su segundo divorcio, está cuidando ahora de mis abuelos, que se han mudado al piso de abajo contra su voluntad. Ellos tienen un piso nuevo en el que ha sido su pueblo durante décadas, pero allí no hay quien les atienda.
Es una situación curiosa, me cuesta posicionarme porque en esta historia cada quién tiene su ración de egoísmo.
Mis abuelos, hijos de la posguerra, no han hecho nada más en su vida que currar. Me sorprende que tengan la salud que tienen con todo lo que han doblado el lomo, pero sus achaques se limitan a problemas de articulaciones y espalda. Él todavía sigue en ello, es un hombre de costumbres y es tarde para cambiar lo único que sabe hacer, todavía suele levantarse a las 5 de la mañana si toca regar.
Pero en casa nunca viene mal ayuda, las ocasionales caídas y ciertos aspectos del cuidado personal necesitan de asistencia. Mi madre llevaba años en paro tras su separación y sin darse cuenta se ha visto contratada de interna. Aunque ella vive en el piso de arriba, su piso. Que ella jamás pagó. Ni ese ni ninguno, porque el otro, que todavía tiene en propiedad, fue un regalo por su primera boda.
Así está, cuidando de 2 niños de 75 años. Pero con un sueldo que hace que no le valga la pena aceptar algún otro trabajo que le podía haber salido. Y quejándose continuamente, porque lo que ella quiere es escaparse al extranjero con el que fue motivo de su segundo divorcio, un vasco pánfilo que tiene 15 años menos que ella.
El abuelo no quiere repartir la herencia, que sería lo más sensato porque de no repartirlo en vida va a tocar pagar un 40% de su valor a la hijaputísima generalitat. Dice que se lo guarda porque no sabe lo que le queda de vida y cuando uno de los dos muera, quiere que con ese patrimonio se pueda pagar a quien haga falta para cuidar del otro.
Pero por otro lado su hija mayor, la que les cuida, se iría echando hostias si su padre, que le ha dado una vida MUY fácil, decidiese ahorrar malos tragos a sus hijas repartiendo en vida.
A mí debería quedarme mucho para tener que preocuparme de mierdas de herencias, seguros de muertos y esas historias, pero con la regresión a la adolescencia de mi madre y lo damnificado que quedó mi padre tras la explosión de la burbuja inmobiliaria (que le hizo más daño que el divorcio), tengo 30 años y siempre el runrún en la cabeza de qué coño voy a hacer con mis padres. Al menos mi viejo se casó con una mujer 10 años más joven que él, que además de poder cuidarle llegado el momento, le ha dado una vida estable y feliz, cosa que mi madre no conoce todavía a su edad.