En mis años de instituto nos colábamos en una residencia de estudiantes para sisar bragas con poso, todo por el guarreo y el vicio. Luego nos íbamos al taller y las metíamos en el microondas para darles el natural flavour. Un buen día se nos fue el tueste y empezó a oler a poza; más tarde descubrimos que se había quedado dentro medio filete de panga, que al juntarse con el coñate hizo reacción, saltando chispas y dando a luz a un horror sin nombre. Éste asomó echando eructos pantagruélicos, y en un primer momento no nos percatamos, pensando que estarían arrancando una chopper en algún garaje.