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El cogote de mi LP de debut:En los setenta tuve una corta carrera como cantautor. Mis fans decían que era canción protesta, pero la verdad es que me ponía ciego con lo que robaba en el psiquiátrico, y mi agente aprovechaba el momento para grabar mis delirios y publicarlos.
Al ir a beber del pozo me encontré con una muchacha que cantaba sola. Pero yo la cabeza abríle con un basto, pues no era doncella sino duende.
Con su canto atraía a los chavales del pueblo, los amagaba dentro del pozo y allí los enculaba hasta la muerte.
Invité al malo de Legend al "Devuelto" cuando hicimos el coloquio sobre el aborto. Desde un principio empezamos mal, porque escupía al hablar y se cagó en la tramoya. La cosa se calentó cuando le ofrecí unos canapés:
-Estas croquetas saben a MIERDA.
-No tienes puta educación.
Hombre trucha le distrajo con el mono borracho, momento que aproveché para hacerle un in your face con un puño americano de cerámica.
El mes pasado volvía de fiesta a mi casa, caminando junto al Manthanares, cuando apareció el Lisensiado. Como de costumbre, nos aguantamos la mirada unos segundos, para pasar al momento a darnos una rica mermelada de hostias.
Nos distrajo un Panda lleno de quinquis que se paró a dar voces junto a nosotros y nos hizo caer al río. No hace falta decir que en el trayecto seguíamos dándonos calor palmar, rollo Gandalf y Balrog en Moria.
Ahora viene lo extraño, porque al caer en las cristalinas aguas notamos el PODER, que acudía a nosotros. En un momento mutamos, convirtiéndonos en monstruosos efebos ciclados.
Queríamos continuar la golpiza, pero debimos de pisar un desagüe y acabamos en las catacumbas de la ciudad, que gobernaba con sabiduría Gambrinus "el Chico".
Cuando fui a Mordor me compré el título de medicina convalidado para Somalia y cercanías, me dijeron que nadie notaría la diferencia. No duré mucho diagnosticando cáncer de sida al primero que pasaba.
En los 80 me hice punki y por las tardes nos dedicábamos a asustar a las viejas en el bus. Era para hacer tiempo hasta la merienda.
Una vez me contrataron para hacer de animador en el funeral de la madre de Bambi. Se ve que el chiste del cazador no tuvo mucho éxito. Hasta los flamencos me corrieron a collejas ese día.
Haciendo maniobras en Vietnam me colé en unos arrozales buscando chatarra y cobre. Al rato aparecieron dos VIRNAMITAS en plan comando, con cañas de bambú. No les vi llegar y me dieron de palos hasta dejarme hecho un trapo.
Me llevaron a una chabola donde tenían prisionero a mi amigo Nick, que estaba como un cencerro pero era buen muchacho. Nos metieron en una baza de ruleta rusa, mientras apostaban entre ellos.
Uno fue a echar mano de una garrafa de güisqui "La Escuerza", pero yo fui más rápido y le abrí la puta cabeza con ella. Pintaba mal el tema, pero apareció por allí Sub-cero y se quedó solo repartiendo quintos premios con el canto de la mano.
Estaba ya a punto de dormirme con Supergarcía cuando, de repente, empecé a escuchar extraños ruidos animalescos que venían de debajo de la cama. Me asomé y me encontré con un horrendo ser que era mitad humano, mitad judía verde.
Lo empujé con el mocho de la fregona durante un rato, hasta que se puso a hablar. Me dijo que era miembro de una avanzadilla alienígena que venía a conquistar el planeta, haciendo calcos de las personas mientras dormían. A éste le salió mal el invento, porque se quedó a medio hacer.
Lo iba a echar por el váter, pero me puso ojitos y le dejé quedarse a vivir en el cajón del gato.
Los Marthense llevaban dos meses sin pagar la comunidad y el presidente me pidió que me acercara por el chalet a oler. Para tamaña misión conté con mi buen Quelquechose, el chico polilla y Vitiza. También vino Bautista, que además de echador de cartas es un médium bastante decente. Nos cubría la retirada el Pimp del barrio con bastos variados, por si salíamos tarifando.
Nos calzamos los trajes dieciochescos y saltamos la verja de la finca mientras los vecinos nos tiraban piedras.
Arengando a los chavalesMe acerqué al ayuntamiento a pedir una subvención para la Casa del Dolor. No sólo me la negaron, sino que además me querían hacer pagar el IBI de veinte años.
Salí de allí pegando voces y me atrincheré en la Casa con las criaturas. No tardaron en aparecer los federales y montamos un pisto de sesos que ríete tú de OK Corral.
Nos dividimos en grupos de dos para pasar la noche, quedándome yo con Vitiza. Se nos fue la mano con la absenta y al poco ya estábamos odres.
Al ruido de la jarana apareció una suerte de humanoide asqueroso rompiendo el gotelé. Le dio un bofetón a Vitiza con una mano que parecía un abanico.
Me acerqué para darle los recibos de la comunidad, pero se puso a hacerme katas y me lanzó por la ventana. Desde el patio vi como se abría un vórtice por el que salían más criaturas; íbamos a necesitar otra estrategia, pero tenía claro que no nos iríamos hasta haber cobrado los 50 euros.
Cuando me abandonó mi primera mujer me dio la bajona y me hice estilita. Cogí un cajón de sardinas y me encadené a él en un descampado.
Bebía el agua de las lluvias y me alimentaba con los animales rastreros que se me ponían a tiro.
Allí, bajo el sol de justicia, alcancé la Sabiduría. A mí acudían los traperos, los menesterosos, los yonkards y los quinquis en busca de consejo.
A los dos años llegó la sirena de Fiji arrastrándose. De nuevo en la carretera.
Tenía problemas para dormir desde que mi ahijado desapareció misteriosamente en la capea. Acudí a un amigo, que era brujo africano, para que me hiciese una regresión hipnótica y así poder dar con el origen del trastorno.
Viendo la sesión grabada, dedujimos que el chaval había sido secuestrado por entidades extraterrestres. En el vídeo se me oye hablar con ellos, pero en esos tramos la imagen se distorsiona y no se distingue una mierda.
Obdulio fue violentamente empujado al interior de la cueva. Abrió los ojos y, todavía aturdido, avanzó como pudo palpando las paredes. Se miró las manos y pensó extrañado en lo recientes que eran aquellas pinturas rupestres. Tras pasar varias horas buscando la salida sin éxito, decidió suicidarse para evitar morir por inanición. Afortunadamente siempre llevaba una cuerda encima. Ventajas de ser un tampón superplus con aplicador.
La semana pasada casi me matan. Picaron el timbre cuando estaba viendo Sálvame, dejé de mala gana el sesudo debate que estaba teniendo lugar y fui a ver quién era. Parecía una persona con patas de chivo y una saca de esparto. Le abrí:
-Me llamo Rüdiger Montoya.
-No compro nada.
-¿Es cierto que anoche estaba usted tarareando en la terraza Eyes without a face mientras comía altramuces?
-Sí, es que ayer estaba golosón.
-¿Es que no sabe que eso equivale a un contrato oral de compraventa con el mismísimo Belthebú? Venga, al saco.
Quise cerrar de golpe, pero el tío cabrón metió una pezuña e hizo tope. Me escondí en la cocina, pero me pudo la presión y me tiré por la ventana. Siete pisos.
Por suerte, el portero tenía en el patio una montonera de escombro con hierros que evitó la catástrofe. Escapé hecho un eccehomo.
Un día sentí un dolor agudo con tintes esdrújulos en la cocorota: era el Consejo de Primigenios del universo que contaba -entre otros- con Mundele, Exterminius, Galactus y Carlos Pumares entre sus miembros.
Entre malevolencia y malevolencia, entre conspiraciones y guerras mundiales se dedicaban a hacer un concurso de altísimo nivel de imitaciones del insigne chiquito de la calzada y querían que yo mediara en la disputadísima contienda.
:137George Costanza rebuznó:Cuando me abandonó mi primera mujer me dio la bajona y me hice estilita. Cogí un cajón de sardinas y me encadené a él en un descampado.
Bebía el agua de las lluvias y me alimentaba con los animales rastreros que se me ponían a tiro.
Allí, bajo el sol de justicia, alcancé la Sabiduría. A mí acudían los traperos, los menesterosos, los yonkards y los quinquis en busca de consejo.
A los dos años llegó la sirena de Fiji arrastrándose. De nuevo en la carretera.
Siendo yo chiquillo, y estando en compañía de un amigo de mayor edad y menor inteligencia caminando por un bosquecillo a pocos metros de nuestro pueblo creyéndonos exploradores, topamos con un hombre con cara de mierda que se encontraba cagando. Aquel hecho tan mundano provocó nuestras risas infantiles y el enfado del sujeto, que tras escuchar en boca de mi amigo semejante ofensa:
-¿Qué estás, cagando hijos?
No dudó en lanzarnos trozos de heces, uno de los cuales fue a parar dentro de la boca de mi compañero de viaje, que se encontraba abierta debido a la mueca de la carcajada. A mi me hirió psicológicamente recordándome la mala reputación que mi familia tenía en el pueblo y haciendo especial hincapié en la supuesta homosexualidad de mi padre.
A la vuelta decidimos vengarnos entrando en su casa con la intención de robarle dinero y destrozarle el mobiliario, pero nos encontramos a su pequeña hija, que se encontraba sola y en evidente estado de temor. Le quemamos su dorada cabellera con un mechero cuya llama hicimos aumentar gracias al contenido de un bote de antimosquitos de marca barata, le llenamos el vestido de mocos y le metimos un palo de escoba por la cavidad anal.
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