AhoraEsEM
Clásico
- Registro
- 4 Feb 2007
- Mensajes
- 2.322
- Reacciones
- 13
Divagar, dado que son horas propicias... Hablemos sobre el comportamiento animal. Una mujer no tiene un punto de mira definido acerca del macho que le conviene. Sus metas no están prefijadas. No le atrae más un pene que otro o un torso que otro, aunque le pueda gustar más a nivel puramente estético. Un hombre se dejará arrastrar por un buen culo, un hermoso par de tetas o unos labios carnosos que podamos imaginar en torno a la polla; una mujer no...
Si observamos, por ejemplo, el comportamiento de las hembras de los mamíferos superiores, podríamos aprender bastante sobre cómo reaccionará una mujer en idénticas circunstancias: imaginemos una cierva, pastando tranquilamente, a su puta bola, contemplando indiferente y sin intervenir como dos ciervos machos se dan cornazos, entrechocando sus astas, para ver cuál de ellos tiene el derecho de agenciársela y ella, impasible, no hace sino esperar a que termine el duelo. Finalmente, "elegirá" (o, mejor dicho, se dejará penetrar) a quien salió victorioso del combate por el derecho de pernada. Ella adopta la actitud pasiva y expectante de verlas venir y si, en el camino, un macho promete darle más que el otro, se dejará arrastrar a la polla del que más parezca que puede ofrecerle. Su instinto biológico la arrastrará irremisiblemente a ello. Ella, conscientemente, no tomará cartas en el asunto, sólo se dejará guiar por el interés, por obtener más y mejor, por conseguir un beneficio de un lance en el que no participa activamente.
Si la susodicha cierva fuera mujer, ¿la consideraríamos una vulgar putilla? Sí, evidentemente, porque no tiene realmente un objetivo marcado que haya decidido voluntariamente, sino que se deja llevar por quien más puede darle, ninguneando a quien le ofrece menos y no es capaz de proporcionarle todo a lo que su instinto primario le impele: alguien fuerte que pueda proporcionarle la seguridad de criar a su prole con ciertas garantías de éxito, llevando en su útero los mejores genes... y los mejores billetes. Evidentemente, en el interín, nunca olvidará que el macho victorioso (y el que no lo es) siempre puede escoger y decidir elegir a otra hembra que parezca más interesante, fértil o que parezca más receptiva.
En consecuencia, ¿por qué una mujer puede ser una vulgar puta? Pues porque siempre habrá un macho que pueda interesarle más que el que tiene a su lado, siempre que pueda ofrecerle aquello que su pareja no puede proporcionarle. En la mujer, claro, está mediatizado no sólo por la fuerza física del que gane a base de hostias o por la calidad de los polvos o el tamaño del pene, sino por el poder, el dinero, el status social y el motivo básico primitivo de la carga genética ha pasado por culturización social a un muy segundo plano. Así mismo, si una mujer es capaz de intuir que, yéndose con otro, el macho protector puede desproveerla de sus beneficios, réditos e intereses adquiridos o, incluso, abandonarla por otra hembra, se mantendrá fiel, tanto más cuanto que una mujer, como cualquier hembra, es un ser indiscutiblemente dependiente, interesado y desprovisto de motivaciones voluntarias. En consecuencia, nos parecerá un ser sin escrúpulos, sin principios y sin voluntad personal. Una pelele.
Dejo aquí la clase magistral de Félix Rodríguez de la Fuente. Espero que el símil haya merecido la pena y hayamos aprendido algo práctico.
Si observamos, por ejemplo, el comportamiento de las hembras de los mamíferos superiores, podríamos aprender bastante sobre cómo reaccionará una mujer en idénticas circunstancias: imaginemos una cierva, pastando tranquilamente, a su puta bola, contemplando indiferente y sin intervenir como dos ciervos machos se dan cornazos, entrechocando sus astas, para ver cuál de ellos tiene el derecho de agenciársela y ella, impasible, no hace sino esperar a que termine el duelo. Finalmente, "elegirá" (o, mejor dicho, se dejará penetrar) a quien salió victorioso del combate por el derecho de pernada. Ella adopta la actitud pasiva y expectante de verlas venir y si, en el camino, un macho promete darle más que el otro, se dejará arrastrar a la polla del que más parezca que puede ofrecerle. Su instinto biológico la arrastrará irremisiblemente a ello. Ella, conscientemente, no tomará cartas en el asunto, sólo se dejará guiar por el interés, por obtener más y mejor, por conseguir un beneficio de un lance en el que no participa activamente.
Si la susodicha cierva fuera mujer, ¿la consideraríamos una vulgar putilla? Sí, evidentemente, porque no tiene realmente un objetivo marcado que haya decidido voluntariamente, sino que se deja llevar por quien más puede darle, ninguneando a quien le ofrece menos y no es capaz de proporcionarle todo a lo que su instinto primario le impele: alguien fuerte que pueda proporcionarle la seguridad de criar a su prole con ciertas garantías de éxito, llevando en su útero los mejores genes... y los mejores billetes. Evidentemente, en el interín, nunca olvidará que el macho victorioso (y el que no lo es) siempre puede escoger y decidir elegir a otra hembra que parezca más interesante, fértil o que parezca más receptiva.
En consecuencia, ¿por qué una mujer puede ser una vulgar puta? Pues porque siempre habrá un macho que pueda interesarle más que el que tiene a su lado, siempre que pueda ofrecerle aquello que su pareja no puede proporcionarle. En la mujer, claro, está mediatizado no sólo por la fuerza física del que gane a base de hostias o por la calidad de los polvos o el tamaño del pene, sino por el poder, el dinero, el status social y el motivo básico primitivo de la carga genética ha pasado por culturización social a un muy segundo plano. Así mismo, si una mujer es capaz de intuir que, yéndose con otro, el macho protector puede desproveerla de sus beneficios, réditos e intereses adquiridos o, incluso, abandonarla por otra hembra, se mantendrá fiel, tanto más cuanto que una mujer, como cualquier hembra, es un ser indiscutiblemente dependiente, interesado y desprovisto de motivaciones voluntarias. En consecuencia, nos parecerá un ser sin escrúpulos, sin principios y sin voluntad personal. Una pelele.
Dejo aquí la clase magistral de Félix Rodríguez de la Fuente. Espero que el símil haya merecido la pena y hayamos aprendido algo práctico.