Anda Cristiano Ronaldo desesperado porque no marca un gol y eso se esgrime de intolerable coartada para intentar justificar un individualismo dañino para el equipo. El lógico egoísmo de los delanteros tiene un límite y éste es el perjuicio general. Cuando el empecinamiento personal merma el resultado global se tiene un problema que, además, deriva en pandemia y de tener un chupón se pasa a la barra libre. El otro día en Anoeta nadie pasaba el balón, al grito de mocetón el último cada uno se preocupaba sólo por él. El 'pipita' Higuaín no la pasa, ni Di María y, claro está, cuando Benzema sale se siente legitimado ignorar al compañero y buscar un gol imposible pese a tener a dos jugadores pidiéndosela totalmente solos y mejor posicionados.
Y por ahí se empiezan a limar las diferencias que el presupuesto madridista tiene sobre el del Valencia. La unión de todos los hombres con los que cuenta Unai Emery en su plantilla supera la suma de las individualidades de los de Mourinho que, si asimilaran el valor que tiene un grupo serían imparables, pero ahora ven a los chés por delante. Mata le regala un gol a Pablo y éste le devuelve el favor. Antes lo hizo el Tino con Aduriz, el Chori con Soldado o Joaquín, al que le piden que dispare más y no sea tan generoso, con cualquier otro. Ricardo Costa bloquea para que Aduriz marque en Málaga y así un sinfín de ejemplos de esta Cuperativa versión 10.11. Mientras los demás hacen la guerra por su cuenta, el Valencia recoge los frutos de la solidaridad.