wetamir
Falócrata del retulador
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- 26 Mar 2007
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Veo que sois todos cojonudos y quien no ha follado en Nochevieja es porque le dolía la polla de tanto follar durante el año.
Hace dos o tres años, en nochevieja, yo no estaba para fiestas, rechacé invitaciones y grupitos chupis para pasear solo por las calles de Vigo, porque estando jodido llego a disfrutar forzando la situación y saborear extremos de jodidez mayores.
Así que con ropa informal, caminaba entre locales, parques y congregaciones de pijerío trajeado. Caía una ligera lluvia, muy fina, cubrí mi cabeza con una capucha.
En un momento me detuve ante la barandilla de piedra de la Plaza de Portugal, plataforma elevada sobre un parking a unos diez metros del suelo de la calle colindante, excelente nicho de tirador de cara al callejón que lleva a la iglesia de Santiago de Vigo.
En esos callejones abundan locales, todos ellos con su fiestecita de fin de año, rebosantes de trajes y vestidos, de gente integrada, de ciudadanos con éxito social, gente que esa noche follaría, en este foro serían considerados triunfadores de la vida, seguro.
Los estuve observando durante horas. Viendo sus caras, su confetti, sus carcajadas.
Las zorras mirándose de arriba a abajo unas a otras, comparando sus vestiditos de princesa, compitiendo por destacar. Sus gestos, sus rostros, eran perfectamente legibles, era fácil apreciar cuando dos chicas criticaban a una tercera, cuando sus caras se deformaban hasta alcanzar la grotesca mueca de la envidia.
El lenguaje corporal, el baile de los cortejos, cómo otro gilipollas clónico trajeado hacía lo imposible para apartar a una tia a un portal y empezar a hablar en un tono reposado, personal y melancólico, para ver si follaba.
A unos metros de mi posición, a mi altura junto a la barandilla, un tipo con cierto exceso de alcohol encima parece llegar a un climax dramático en su negociación de sexo con una zorrilla semigorda vestida de princesita turquesa, ella claramente se negaba y el tipo hacía enérgicos aspavientos y carreritas mostrando la intención de irse.
Era el final de la danza infructuosa, "Me voy ya que no me haces caso." pero el gilipollas este estaba bien cocido así que ejecutó una circense maniobra: saltó la barandilla, caminó por la cornisa e incluso llegó a caminar sobre el letrero luminoso del Froiz que había abajo.
Su último berrinche de frustración fué saltar desde el cartel del froiz hasta el suelo, provocando así el grito de pánico del chochete que no le consideró digno. El tipejo este tomó tierra sobre sus nalgas, sin hacerse mucho daño ya que enseguida se incorporó, junto a una triada de tipos que también venían cocidos y casí se lian a ostias.
Me quedé un rato mirando a la ridícula zorra del vestido turquesa, ella se tapaba la cara de vergüenza, así que mantuve mi incómodo gesto sobre ella hasta que se fué.
Ehmm.... no pretendo elaborar ninguna moraleja, simplemente me habeis hecho recordar ese fin de año.
Hace dos o tres años, en nochevieja, yo no estaba para fiestas, rechacé invitaciones y grupitos chupis para pasear solo por las calles de Vigo, porque estando jodido llego a disfrutar forzando la situación y saborear extremos de jodidez mayores.
Así que con ropa informal, caminaba entre locales, parques y congregaciones de pijerío trajeado. Caía una ligera lluvia, muy fina, cubrí mi cabeza con una capucha.
En un momento me detuve ante la barandilla de piedra de la Plaza de Portugal, plataforma elevada sobre un parking a unos diez metros del suelo de la calle colindante, excelente nicho de tirador de cara al callejón que lleva a la iglesia de Santiago de Vigo.
En esos callejones abundan locales, todos ellos con su fiestecita de fin de año, rebosantes de trajes y vestidos, de gente integrada, de ciudadanos con éxito social, gente que esa noche follaría, en este foro serían considerados triunfadores de la vida, seguro.
Los estuve observando durante horas. Viendo sus caras, su confetti, sus carcajadas.
Las zorras mirándose de arriba a abajo unas a otras, comparando sus vestiditos de princesa, compitiendo por destacar. Sus gestos, sus rostros, eran perfectamente legibles, era fácil apreciar cuando dos chicas criticaban a una tercera, cuando sus caras se deformaban hasta alcanzar la grotesca mueca de la envidia.
El lenguaje corporal, el baile de los cortejos, cómo otro gilipollas clónico trajeado hacía lo imposible para apartar a una tia a un portal y empezar a hablar en un tono reposado, personal y melancólico, para ver si follaba.
A unos metros de mi posición, a mi altura junto a la barandilla, un tipo con cierto exceso de alcohol encima parece llegar a un climax dramático en su negociación de sexo con una zorrilla semigorda vestida de princesita turquesa, ella claramente se negaba y el tipo hacía enérgicos aspavientos y carreritas mostrando la intención de irse.
Era el final de la danza infructuosa, "Me voy ya que no me haces caso." pero el gilipollas este estaba bien cocido así que ejecutó una circense maniobra: saltó la barandilla, caminó por la cornisa e incluso llegó a caminar sobre el letrero luminoso del Froiz que había abajo.
Su último berrinche de frustración fué saltar desde el cartel del froiz hasta el suelo, provocando así el grito de pánico del chochete que no le consideró digno. El tipejo este tomó tierra sobre sus nalgas, sin hacerse mucho daño ya que enseguida se incorporó, junto a una triada de tipos que también venían cocidos y casí se lian a ostias.
Me quedé un rato mirando a la ridícula zorra del vestido turquesa, ella se tapaba la cara de vergüenza, así que mantuve mi incómodo gesto sobre ella hasta que se fué.
Ehmm.... no pretendo elaborar ninguna moraleja, simplemente me habeis hecho recordar ese fin de año.