Tools of the trade rebuznó:
Estarás de broma, imagino. ¿Tú también le pondrías un CINCO? Un cinco, por el amor de Torbe, que está feo lo de poner nota, pero poner un suficiente raspado a este HOMBRE, por favor, que no es ya el físico, es lo que hay detrás en cuanto a empeño, esfuerzo y capacidad de superación, joder, joder, que me pongo mala solo de pensar en las tontainas que pululan por ahí. Por aquí le ponen un 8, pero para mí, que de estos no hay muchos por mi aldea, es un señor 10, anda que no. ¿Pero tú te has fijado en los antebrazos que se gasta? Fijo que tiene músculos de más. Y las arrugas de la frente no son más que producto de estar al aire libre, que dice el Desertor que es triatleta. Vaya, que soy badulera y lo coso a mensajes, anda que no.
Bueno, vale, no me flipo mucho porque también hay que ponerse en situación, que vas por el badul este y te topas este perfil y sabes que es un fake, que quedas con él y te aparece el desertor,
, pero joder, un cinco....
Triatleta, ya me has dicho suficiente. Eso está muy bien si analizas solo el físico, y que conste que un triatleta está por lo general bastante delgado, cosa que no veo personalmente demasiado atractiva, pero para gustos los colores.
Además la probable explicación de que tenga solo un cinco de media, por ejemplo, es porque la mayoría de las mujeres van más allá de una imagen, ellas no solo ven a un chico fibrado sino que imaginan su día a día con ese chico y a la mayoría no les convence la falta de tiempo que un hombre así les pueda dedicar, así que lo descartan. Tampoco aguantarían adaptarse a su estilo de vida, porque por lo general un hombre que se dedica al deporte se visualiza para ellas como un problema.
Hay chicos que hacen mucho deporte y son un encanto, no se meten en tu vida salvo para darte algún que otro consejo positivo, pero hay otros pocos que yo concibo como auténticos tarados del postureo, subliminados por la apariencia y por lucir siempre perfectos y con estos hay que tener mucho cuidado.
Yo conocí a uno así hace años, un especimen de tierras vascas. Se me metió en casa a los dos días porque estaba en el paro. El chico me gustaba y en aquel momento me dije, pues vamos allá, que shurmano más vistoso, que lindo ejemplar, que rasgos apolíneos, que me alegre la vista qué demonios. Venid, venid a mí, caballero de tierras norteñas, noble espadachín.
A las pocas semanas y cuando yo me confié, bien asentado en mi guarida, empezó a hacer gala de extraños comportamientos a los que yo no quise dar importancia. Se metía en la cocina y analizaba todo lo que encontraba en los armarios, sometiéndome a un tercer grado.
- ¿Sabes cuantas calorías tiene esto? ESTAS ENFERMA
Y cogía el bote de pringles y lo machacaba con sus musculosas manos, yo me lanzaba al suelo de rodillas y aguantando las lágrimas trataba desesperadamente de reconstruirlas, pero las mató.
En aquellos días reflexioné, pero quise pensar que había tenido un mal día y lancé fuera los fantasmas de mi cabeza. Todo volvería a su cauce, me dije.
Y pocos días después fuimos a dar un paseo. Era una tarde preciosa, el sol brillaba y caminábamos por Tirso de molina. Habían abierto una nueva heladería y decidí colarme para comprarme un helado de chocolate que a mí me gustan mucho. Cuando salí sonriente, danzando entre los puestecillos de flores, ajena al peligro que se cernía sobre mí, observé unos ojos endemoniados, unos ojos letales, desquiciados que se dirigían a mí. Era él. El atleta vasco.
- ¿Qué pasa?- le pregunté balbuceando.
- Tú sabes lo que pasa. ¿Por qué me haces esto? ¿Lo haces para provocarme?
- El qué? si yo no he hecho ná- a punto del llanto más histérico, que esa semana estaba ovulando y había llorado con un episodio de los simpson.
Da igual, eso sirvió para darle más drama al asunto. Pero no para ablandar su corazón. Era una roca, un monstruo del deporte y la vida sana. La situación se me había ido de las manos, estaba claro que tenía que deshacerme de él, pero no sabía cómo.
Llevaba el helado en las manos y no me reconocía, estaba totalmente paralizada, incapaz de reaccionar.
Subimos a casa y el gachí se dirige a mí.
- Dame el helado, anda. Te harás daño con eso, dámelo.
Hablaba como si tuviera una pipa de 9 mm en las manos.
- Suéltalo. Vamos. No seas tonta, si te he preparado la cena.
Lo solté y me derrumbé, estaba muy confundida, sentada en el sofá trataba de pensar. Tenía más hambre que el perro de un ciego.
En ese momento aparece el tipo este con un plato de puré de verdura.
- ¿Has visto que bien?, anda, disfruta, cómetelo.
Lo devoré como si fuera una niña de la selva. Engullí la escasa vianda apartándome las greñas de la cara y mostrando mis dientes ennegrecidos por la desnutrición.
- QUIERO MOAR
- No hay más. Tienes que aprender a comer sin reventar. Vamos a la cama.
Y eso fue la gota que colmó el vaso. Ahí volví a ser yo misma, me fui a la cocina dando zancadas de avestruz y cogí lo primero que apareció, me metí cinco o seis galletas maría en la boca y le dije muy educadamente
- FUEFA DE MI CAFA.
- Deja de decir tonterías, no hablas en serio.
- Fuera, hombre atleta. Fuera.
- Debes estar loca, a estas horas de la noche. No pienso irme. Estás nerviosa.
Entonces me acerqué a él y le di un patadón.
- Que te pires, que soy de fuenla!
Pero el tipo se empezó a reir, enfermizamente, tenía un ego como el bernabéu de grande. No iba a ser fácil y me tomó por el pito del sereno.
Volví a acercarme y le agarré de la camisa y ahí ya perdimos el norte. Me amenazó con hacerme una llave inmovilizadora y mientras trataba de cogerme nos dimos unos cuantos golpes torpes.
- Que tepiresssss
Caímos al suelo y yo empecé a rodar como una croqueta haciendo digno espectáculo.
- Estás desequilibrada, voy a llamar a la polisia.- me dice
Recogió sus cosas prontamente y se largó de un portazo. Y ya nada supe de él hasta hoy.
Yo por si acaso no repito.