Sólo compré en Ikea una vez. Era un armario de tamaño mediano y estilo adolescente, yo tendría unos 14 años. Me lo compró mi padre, y me dijo que lo tenía que montar yo. Ahí se quedó desmontado en mi cuarto un día, y otro día, y otro más hasta que mi padre se interesó por ver qué tal me había quedado. Cuando vio aquello montó en cólera, no entendía cómo coño no había montado algo tan fácil en tres días. Así que me puse a ello pero se ve que lo monté mal. Aparentemente, de lejos y si no abrías las puertas daba el pego, pero la verdad era que las puertas no cerraban bien y cada vez que abría una el mueble entero se inclinaba. Y lo que era la parte de abajo estaba como abombada, no sé porqué. Cuando mi padre lo vio desde la puerta de mi habitación puso buena cara, incluso me alabó, luego ya al abrir la puerta y ver que aquello no es sólo que estuviese mal montado, es que estaba roto, me dio una hostia que me lanzó a la cama. Yo le dije que eso no estaba hecho para que lo montara una sóla persona, que tenían que montarlo dos, y al día siguiente nos pusimos a ello entre los dos, no sin riña de mi padre, que se negaba a trabajar en aquel cuarto que apestaba, decía él, a pies, sudor y pipas. Trabajamos con la ventana abierta.
Se me ocurrió que una solución para la parte abombada era cambiar la tabla de sitio; poner la de abajo arriba y la de arriba abajo. Parece que fue una buena solución, el armario empezaba a tener buen aspecto pero seguía moviéndose hacia los lados. En un momento dado, durante el proceso, me pegué un pedo, un follón. Temí que mi padre lo oliera y me pegara otro vez, pero pasaron los minutos y no pasó nada. Efecto retardado, en algún momento mi padre empezó a olfatear, a hacer el ruido nasal ese que se hace cuando se huele, y me pegó. Qué pasa le dije. Que qué pasa, que eres un animal, eso pasa, me dijo él.
Ahí sigue el armario.