Justo debajo de mi casa en la acera de enfrente hay un bar, lo puedo ver si salgo al balcón. El típico garito de barrio donde los currantes se desperezan antes de ir a trabajar, pequeño, que sólo se llena cuando dan el fútbol y la gente amontona las sillas alededor de una pantallaza de TV. Tiene dos tragaperras, un futbolín y una expendedora de tabaco que mantienen vivo el negocio el resto de días. Dentro no caben más de seis mesas y la barra con taburetes.
Desde que tengo uso de razón en una de las mesas se sienta un hombre mayor, delgado, con el pelo blanco. Por esa mesa pasa mucha gente a lo largo del día. Clientes charladores, personal del bar en los ratos libres, comerciales llenos de papeles. No cuesta mucho darse cuenta de que es The Boss, el Padrino oculto que corta el bacalao. Su hija, una MILF rubia de bastante buen ver es la que se encargaba del negocio detrás de la barra. Su marido, un culturista canoso con patillas, lleva el otro negocio familiar justo al otro lado de la calle: una ferretería. En definitiva, una familia de canis en toda regla. Por el acento uno deduce que son andaluces o extremeños. Desde hace un par de años el bar lo lleva una familia de chinos que hace más horas que un reloj. Pero el tipo mayor, delgado y de pelo blanco sigue en la misma mesa, dirigiendo entre bambalinas. O los tiene a sueldo o se aprovecha del respeto reverencial que tienen los orientales por los ancianos.
Un día entré al bar a saludar a un viejo conocido que trabajaba allí y el bar estaba vacío. Eso me permitió escuchar con total nitidez la conversación del tipo mayor, delgado y de pelo blanco con un viejo amigo calvo. Sorprendentemente, hablaban en catalán. Ambos con un acento de Vic que haría llorar a Segio Busquets. Hablaban de su juventud en el pueblo y de anécdotas vividas en la fábrica donde trabajaban.
Eso me hizo pensar, ¿cómo es posible que sea la primera vez en 20 años que oigo hablar a este tío en catalán? ¿Cómo se explica que su hija tetuda no lo hable en absoluto? ¿Dónde aprendió el acento andaluz? ¿Qué circunstancias vitales llevan a un señor de Vic a mutar inexorablemente en un clásico paterfamilias de estirpe garrula del extrarradio barcelonés? ¿Qué transforma un burgués catalán en un tío que habla a gritos, se viste como un gitano y escucha flamenco las 24 horas del día?
La respuesta es evidente, tú también lo sabes.
Piénsalo la próxima vez que te pique la entrepierna por esa chica bonita con la que salta a la vista que no tienes nada en común, ni te quiere nada bueno, y que te hace comportar como un gilipollas.
Todos hemos pasado por esto, y el que diga que no, miente. Métele la polla en la boca y si la rechaza despídela para siempre y a por otra. Algún día encontrarás a una que valdrá la pena, y encima te escuchará y te demostrará el respeto, admiración y cariño que te mereces.