Muy bien, desarrollo desde el recuerdo de hace un mes y pico que la vi, que luego he estado de vacaciones.
Primer punto: me aburrí, me dejó de interesar todo lo que pasaba en el pueblo, la vida del terrateniente, los escarceos del maestro, las correrías de los niños, la familia del predicador. Todo me pareció tan cotidiano como aburrido, algo parecido a lo que me sucedió con "Still walking". Yo necesito que el cine me cuente algo que salga fuera de lo común, una trama interesante y tengo la sensación de que en la película de Haneke no sucede nada. Se sugieren algunas cosas, tan levemente que no despiertan el interés.
El ritmo es cansino y lento, sin apenas música, una película tan desnuda que se hace eterna. Y ojo, en mi sala de los Golem no fui el único que acabó echando pestes, la gente salía riéndose del coñazo que se acababa de tragar.
Segundo punto: cuando pasaba que algo iba a suceder, al final no sucede o no se cuenta. Es una sensación exasperante, una vez vale, pero no todas. Si de lo que se trata es de imaginar, no me hace falta ir al cine, imagino en casa yo solito.
Tercer punto: la cacareada violencia. Se habla mucho de que se retrata el clima de violencia en que se educaron los niños de la alemania pre-nazi. A mí, sinceramente, me parece igual de violento que el clima en el que se educaron nuestros abuelos, los de "la letra con sangre entra". Nada me sorprendió ni me conturbó, como mucho, me hizo gracia lo de atar al niño para que deje de darle a la zambomba. En retratos de este estilo me quedo con Günter Grass en "El tambor de hojalata" y especialmente en "El gato y el ratón".
Insisto en lo bueno: una fotografía en blanco y negro muy cuidada, con planos esteticamente deliciosos como la entrevista casi al final entre el maestro y el pastor. Unos actores muy convincentes, en especial el pastor y el padre de la chica que corteja el maestro, que me encantó.
Pero nada más. Y cuando se tienen expectativas y se encuentra uno con este tostón, la desilusión hace que lo vea uno todo más negro.