Es un compendio de clichés de diversos géneros en donde todo se resuelve y confluye magistralmente. Diría incluso que con complicidad pactada de creador con espectador, que conocen y nadan por las mismas fuentes y afrontan el juego que se propone desde un mismo nivel, en el que se dan por hecho ciertos elementos de la cultura cinematográfica de las últimas décadas. Algo parecido a lo que suele hacer Tarantino, pero hilado de una manera mucho menos anárquica.
A estas alturas considero que ciertas escenas, como la charla cínica de persona con ideales ingenuos versus agente del capitalismo, el suspense corporativo, la lucidez postpsicótica que con esa versión de where is my mind ya no oculta sus similitudes con el club de la lucha, aquella otra trama que tanto nos recuerda a American Psycho son motivos que rozan la parodia, de arquetípicos y asumidos; sobre todo porque sabemos que forman parte del propio juego y no son un fin narrativo en sí mismos. Ahora mismo, como espectadores ya no sabemos qué puede ser real y qué no, y todos mantenemos la sospecha de que se guardan una traca final para el último capítulo.
El hilo conductor que guía este conjunto de referencias es la paranoia, al igual que Twin Peaks fue otro montón de referencias al cine de su época hiladas por lo absurdo. Un juego tan complejo e inteligente a mi me produce fascinación. Pero vaya, que igual el único que delira aquí soy yo de la puta fiebre que tengo y en realidad todo es mucho más simple y plano. En todo caso me está dando un plus de calidad de vida en este verano; bravo.
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