Discrepo.
Yo he trabajado siempre para ellos. Siempre.
Así de asco da mi vida.
Mire, trabajé en una cafetería al lado de la universidad de Comillas y, como ahora, al cobrarles con tarjeta tenía acceso a sus DNIs. Bueno, los apellidos lo decían todo. No sabes lo que les gusta a los pijos los guiones entre apellidos para no perder el apellido con solera.
Con esto quiero decir que no son pijos de tres generaciones. Éstos son pijos desde tiempos remotos y no por profesiones liberales. Si tiras hacia atrás de sus árboles genealógicos encontrarás sangre azul, no montadores de negocios o usureros.
Los pijos son malencarados, no soportan que alguien no los reconozca como tal y tienden a parecer más mayores de lo que son. Un chavalín pijo de 16 años bien puede pasar por uno de 30 y las tías tres cuartas partes de lo mismo, con sus vestidos poco femeninos, su pelo insulso, su rictus hierático.
Como toda tribu la imitación es clave y tengo una vaga idea de quién es la zona 0 del pijismo en España. Quién es el foco infeccioso que se quiere imitar
Ver el archivos adjunto 59469
ANECDOTÓN!!!!!: en la cafetería yo tenía bastante éxito entre las pijas. Una de ellas con un aspecto entre monjil y extrañamente aniñado pese a su forma demasiado elegante de vestir cogió cierta confianza conmigo. Muchas mañanas venía sola, a primerísima hora, cuando ni siquiera la universidad estaba abierta, para tomarse un café y hablar conmigo.
De su nombre no me acuerdo, pero sí recuerdo que se apellidaba Bahamonde y que vivía en Conde Orgaz.
Ella estaba fascinada conmigo, se lo notaba, y me hacía preguntas tremendas que revelaban lo poco que sabía de otra cosa que no fuese su urbanización. Me decía si yo alguna vez había atracado un banco, si había robado un coche o si había asesinado a alguien. Prácticamente notaba el chapoteo del coño al preguntarme esas mierdas. Yo la decía que si creía que estaba hablando con el vaquilla o con quién. Que yo era una persona normal, que, de hecho, iba a la universidad como ella. A una pública eso sí. Y notaba que ella se decepcionaba con cada respuesta.
Bueno, un día, víspera de las vacaciones de semana Santa, me esperó también a la salida del curro y me dijo que me acompañaba a clase. Ni que decir tiene que a poca clase fui ese día. Estuvimos de besuqueo y de ligeros tocamientos y ella no paraba de decir que si se enterase su madre la mataría. Yo decía si es que no había estado nunca con un chico y ella que sí que incluso estuvo de novia muchos años con un chaval al que presentó a sus padres pero que esto...que por esto la matarían.
Y si, amigos, con razón la matarían. Yo mismo me imaginaba llegando a un casoplón de aquella zona, saludando avergonzado a una aristocrática familia, quizá con un vino del Mercadona bajo el brazo y se me cae el alma a los pies.
Y si, amigos, a ésta me la folle. Ese día no, pero en lo sucesivo me la follé varias veces, sobre todo en el Paraninfo de ciudad universitaria y una vez hasta me corrí dentro, tales eran mis ganas de entrar a formar parte de la aristocracy.
Si alguna vez coincidís con una Bahamonde que ronde los 35 y vaya muy digna preguntadla a qué sabe el césped de ciudad universitaria