Signos, recorrida energética (de Aries a Virgo)
Vayamos ahora a una descripción de las fases o momentos del Zodíaco, sosteniendo en lo
posible este punto de vista.
○ ARIES
Aries es, así, el momento de liberación de la energía amorfa más allá del impulso y que —al
iniciar— marca una dirección, decide la deriva de un proceso. La correspondencia es, entonces,
con el Big Bang y la creación del universo.
► ¿Esto es así o es sólo una teoría científica?
Esto es así, pero hasta donde sabemos. Es así para la conciencia, porque el modo como hoy
la conciencia humana comprende el origen del universo, es el Big Bang. Este es isomorfo a algo
que antes era comprendido como el Fiat Lux de Jehová, que también sigue siendo Aries.
Entonces, lo que nos muestra el Zodíaco es que el modo de las distintas formas bajo las cuales
la conciencia humana aprende el universo, está implícito zodiacalmente.
○ TAURO
El segundo momento secuencial es el opuesto del primero, la aparición de lo receptivo y la
desaparición de lo activo: el pasaje desde el estado de energía pura al de masa.
Ahora bien, lo que quisiera que piensen, es que está implícito en el momento de
manifestarse la energía; que esta conlleva una inercia que se hará manifiesta, necesariamente,
más adelante.
Implícita en la explosión inicial está su propia inercia, es decir, la imposibilidad de
mantenerse en ese estado de velocidad y luminosidad y la necesidad de acumularse en tanto
masa, materia oscura con energía latente en su interior. La inercia que estaba implícita en la
explosión inicial se percibirá sólo cuando haya devenido en masa, pero esta a su vez lleva
dentro de sí la energía ariana acumulada en estado potencial. Aries y Tauro están mutuamente
implicados como una transformación necesaria de lo mismo.
► ¿Se trata de un movimiento compensatorio...?
Se trata de una transformación, porque de otro modo no se conservaría la energía. Por una
necesidad de conservación de la energía, esta no puede estar en constante explosión y
liberación, sino que necesita desacelerarse y acumularse, en tanto masa.
Tauro es entonces la lentificación necesaria de la energía hasta alcanzar un punto de
máxima inercia, como pura masa. Por lo menos en el universo einsteniano, entre ambas hay una
relación intrínseca, que depende de una constante que es la velocidad de la luz. Esta regula la
relación entre estos dos estados, cuyos extremos serían: o todo explosión y radiación, o todo
masa.
Todo explosión o radiación en un máximo de luz, vs. pura masa inerte que no puede emitir
luz. La acumulación de la masa [Tauro) genera a su vez la atracción gravitatoria que frena el
proceso de expansión ilimitada iniciado por la explosión del Big Bang (Aries); aquí vemos en
juego dos grandes vectores de fuerza que constituyen la expansión y la Contracción del
universo. En la imagen hindú, la exhalación y la inhalación de Brahma. Y en esta respiración,
ya estamos en Géminis.
○ GÉMINIS
Como en el Yin y el Yang, ahora, nuevamente implicado en todo lo que estábamos
describiendo acerca del origen del universo —y de los signos— aparece la relación.
La mutua implicación de Aries y Tauro constituye, desde el principio, una relación. Si
Energía = masa x el cuadrado de la velocidad de la luz, en términos de Einstein, lo que nos
interesa es que energía y masa son una relación. Se definen mutuamente y existe un vínculo,
una estructura vincular que define estos dos estados. El tercer espacio/fase del Zodíaco, desde
su punto de vista secuencial, también está presente desde el principio, implicado en el origen
como relación entre los dos estados anteriores que vimos como indisolubles. Este tercer paso es
Géminis: la relación entre polos y la verificación de que el universo es vínculo. Lo es entre
positivo y negativo a nivel nuclear y electromagnético, entre gametos a nivel sexual, entre
energía y materia, como juego de fuerzas de atracción y repulsión, como el cero y el uno de la
inteligencia artificial, o como la conexión/desconexión de las sinapsis de las neuronas que
escriben o leen esto.
Géminis es la dinámica infinita del universo, la vida como relación entre opuestos que se
definen entre sí y que son mutuamente necesarios.
La presencia de la relación como implícita en el origen (1=3), habla de que se abren
constantemente nuevas interacciones posibles, en los distintos niveles. Incluso la misma
materia prima de eso que es el núcleo del helio —inicio de la Tabla Periódica de Elementos,
para continuar con nuestra analogía— consiste en una relación (entre el electrón y el protón).
En realidad, están desde el principio y. al decir helio o hidrógeno, estoy diciendo que electrón y
protón están en una determinada relación.
La característica de esta fase, tercera en el despliegue pero, como hemos visto, tan primera
como Aries en el sentido holográfico o sincrónico, es el movimiento —ya no entendido como
movimiento impulsivo / expansivo ni acumulativo / implosivo— sino relacional, asociativo, de
acá para allá, de incesantes combinaciones.
Ahora bien, este movimiento incesante tiene dos aspectos: por un lado, como ya vimos, es
autodivisivo, una autoescisión de todo lo que es, que se atrae y se repele a sí mismo. Los polos
idénticos se repelen y se atraen los polos opuestos.
Por el otro, este movimiento en su velocidad, agitación y combinatoria incesante es altamente
inestable. Desde este punto de vista, en Géminis donde continuamente están sucediendo
variantes de lo mismo— no podría ocurrir nada nuevo. Tiene que estar implícito otro factor
desde el principio, porque de lo contrario el proceso se detendría aquí, ya que la alta
inestabilidad de la atracción-repulsión ilimitada desorganizaría las combinaciones mismas, a
medida que se van produciendo.
► O sea que no hay nada nuevo perdurable, pero hay infinitas combinaciones que no
durarían...
Claro que no durarían, a causa de la alta inestabilidad geminiana. Son nuevas pero no
pueden perdurar porque son otra vez desorganizadas por el anhelo de otras combinaciones. Se
está así constantemente combinando-decombinando, construyendo-deconstruyendo, atrayendorepeliendo.
En consecuencia, el movimiento tiende a tener una altísima vitalidad, pero no tiene
perdurabilidad y, en ese sentido, todo es efímera Dicho en otros términos, la nueva
combinación ensayada no puede tomar forma y adquirir presencia suficiente como para
modificar los elementos en juego porque, en el nivel de los átomos donde esto se ve con mayor
claridad, un nuevo electrón se interpondría entre los que están ya asociados y los disociaría,
devolviéndolos a estados anteriores; o Si producirían asociaciones repelentes que no permitirían
el desarrollo de estructuras más complejas. Estas, para emerger, deben mantenerse asociadas
por un tiempo suficiente, excluyendo posibilidades para consolidarse en una relación estable
que las obligue a reorganizar su pauta de relación inicial.
○ CÁNCER
Y ahora, aparece la importancia energética del signo de Cáncer: la necesidad del
aislamiento y del límite para producir la posibilidad de que algo realmente nuevo ocurra; la
estabilidad de relaciones necesaria y protectora, para que lo nuevo tome forma en su interior.
Entonces, el cuarto signo aparece como la posibilidad de originar una diferencia a partir de
aislar una cantidad de elementos de la vertiginosa totalidad geminiana, y forzarlos a una
interacción repetitiva. Es decir, la autolimitación da lugar a la estabilización de relaciones. Esta
estabilización de relaciones implica la forma y el tiempo que ahora vemos aparecer como
necesarios y latentes en el origen mismo del proceso (Aries).
Cáncer muestra la necesidad de una forma para aislar un proceso interior del sistema global,
que queda ahora como externo al otro, con el fin de que se establezcan relaciones que protejan
de ese afuera, que tiene un exceso de intensidad.
Si queremos pensarlo en términos del proceso de formación del universo, podemos verlo de
esta manera: la masa taurina crea zonas de mayor acumulación; es la fuerza gravitatoria, que
compensa la radiación y la expansión, generando una atracción en la que se precipitan enormes
cantidades de materia. En las incesantes colisiones geminianas que se producen ahora, con
mayor intensidad y repetición dado que no pueden escapar de su propia gravedad, se genera un
nuevo proceso. Se forma un horno de masa incandescente en el que se localiza una temperatura
tal y con una permanencia suficiente que, en su interior, se producen nuevas asociaciones
atómicas, dando origen a nuevos elementos de la Tabla. De no existir esos hornos —las
estrellas— o sea, esas localizaciones que dan otro tiempo de cocción, no podrían haber
aparecido las estructuras de la materia que nos componen.
Entonces, acá tenemos una forma que protege a algo nuevo, que se la internamente. Y para eso
es necesario el aislamiento.
► ¿Cómo seria esto en un nivel menos abstracto?
Piensen en todos los procesos que implican maternidad. La creación de una forma
protectora —útero, huevo— permite una intimidad de relaciones muy grande. Esto produce una
relativa indiferenciación de los elementos interiores (simbiosis biológica o afectiva). Es decir,
en esa simbiosis se producen relaciones cada vez más íntimas, por lo que los elementos que
están dentro de la forma aislante/ protectora —el clan, en el nivel social— se hacen cada vez
más interdependientes.
Esos gametos que no se pierden, esas células protegidas, esos individuos que no se
dispersan y se ven obligados a interactuar constantemente, entran en una indiferenciación
relativa y necesaria, porque es la que permitirá una nueva unidad: Leo. Esa estabilidad e
intimidad extremas coagulan en una nueva unidad, en un nuevo organismo, una nueva
identidad.
○ LEO
Se manifiesta ahora una diferencia que jamás hubiera podido estabilizarse en el primer
paso, en el Big Bang, por su excesiva intensidad. El proceso creó una diferencia estable: la
estrella, como creadora —a su vez— de nuevos elementos en su interior (aspecto canceriano) y
como irradiante, para que esos elementos se distribuyan por el universo (aspecto leonino). Nos
encontramos finalmente en el momento en que esto nuevo, este aislamiento que permitió la
estabilidad, ahora posibilita la manifestación de una diferencia estable. Esta entrará a operar en
el sistema recomenzando la creación de elementos que se había detenido en la inestabilidad
geminiana.
Es esta diferencia estable y generadora la que suscita vivencia de creación, porque se trata
realmente de que algo nuevo está sucediendo, aunque implicado desde el origen.
Más que creatividad, por lo tanto, Leo es vivencia de creación, puesto que Aries o Cáncer
podrían ser llamados con justicia más creativos. Pero en Leo, creatividad significa algo muy
humano: el apropiarnos de la sensación de creación, porque esta se siente en un interior, se
convierte en una constante y se exterioriza.
En ese sentido, esta sensación es la manifestación natural de la novedad que se experimenta
en el interior canceriano y que ahora tiene la potencia suficiente para salir y manifestarse, sin la
protección anterior. Leo es así un juego interior/exterior, estable: este es el pulsar del Sol. Un
interior que se exterioriza.
○ VIRGO
El último paso en la secuencia, adviene cuando esa diferencia creadora está plena de su
potencia y de la fuerza de su exteriorización y, como tal, se vivencia como única, separada y
como habiendo emergido de un estado de indiferenciación del cual se siente superior. Ahora,
descubre que participa de un orden que le es anterior y en el que siempre estuvo.
Se manifestó el cadmio, por ejemplo, con todas las maravillas y las creaciones que ahora
son posibles desde que él existe. El cadmio —o lo que sea— se siente "glorioso" porque ahora,
a partir de él, es posible producir una cantidad de cosas maravillosas que antes no existían.
Hasta que una vocecita le dice: "...tu casillero estaba previsto desde siempre. Sos la
materialización de una forma mental (matriz lógica) que siempre existió; existías virtualmente.
Lo que realmente existe es la relación entre todos nosotros: la matriz creadora. Desde siempre,
desde antes de que nacieras', ya existíamos en otro nivel".
En Virgo está el orden mental —en el sentido de universo de información, no de
inteligencia meramente humana— totalmente desplegado. En la secuencia, es sólo después de
Leo que esto se sabe: que la matriz se hace autoconsciente. Pero esa matriz creadora, esa mente
universal —si la quieren llamar así— como hemos visto, estaba en el origen.
Cuando se manifiesta Virgo tocamos el misterio: el punto en que nos encontramos
nosotros, como aprendices de astrología. Cuando uno se refiere a una carta natal, a una forma
del Cielo específica, con todas sus transformaciones y ciclos implícitos en el despliegue de una
vida y las combinaciones sinástricas posibles —anteriores y posteriores— está viendo esto.
La línea de efemérides localizada por el sistema de casas, que es "mi" carta natal, estaba
implicada en la lógica de las órbitas del Sistema Solar desde hace miles de años. Hay un
sistema de ecuaciones, un algoritmo matemático que contiene —mucho antes que Michelsen,
Raphael o quien fuera el que las haya impreso— la estructura energética potencial que se va a
manifestar en ese día, esa hora, ese año determinado.
Ese orden preexiste como una trama organizada entre todos los instantes anteriores y
posteriores, al nacimiento de cada uno de nosotros.
La matriz que simboliza la energía de nuestra vida, con su paradigma vincular y sus ciclos
de manifestación, estuvo latente como una semilla inserta en una espiga infinita, esperando ser
sembrada en el momento preestablecido, en el interior de la sustancia física, emocional y
mental que la Tierra le pudiera suministrar.