Señores, el objetivo que dio carta de naturaleza a este foro fue, como  su propio nombre indica, el ligue, los líos pasajeros, el placer de lo  efímero, la conquista rápida y eficaz.
 Y sin embargo buena parte de lo aquí escrito oscila entre la deriva  misógina (algo que sin embargo respeto y aplaudo) y algo mucho menos  digno de reseña, como son los pucheros romanticoides, "me dejó", "la  dejé", "¿qué puedo hacer para que no me dejen otra vez?" y demás  desvaríos.
 No, no podemos consentir que nuestro amado foro se desvíe por tales  derroteros, por eso les propongo señalar el camino correcto hacia  quienes se desvían de la ortodoxia. Aquí no se trata de enamorarse ni  emparejarse sino de ME-TER-LA, empitonar, repartir salami, ser ordeñados  por felatrices insaciables, y después desaparecer hasta la próxima  (ocasión o hembra) pero siempre sin caer en las trampas que nos ponen  porque no lo olviden, foreros, con ellas siempre estamos jugando en  nivel 10, por doquiera nos acechará todo tipo de tretas sucias y nuestro  deber es sortearlas.
 Así pues, señores, impartan sus consejos relativos a la estricta  disciplina mental a seguir para eludir un destino que en el fondo  ninguno de ustedes desearía ni para su peor enemigo.
 .- La prueba de la paja siempre: Cada vez que su instinto le anticipe  que va a cometer un error mayúsculo, tal como acudir a una cita  inconveniente, dediquen unos minutos a una buena manuela, que les  relajará y proporcionará una nueva cosmovisión. El hambre es tremenda,  inmisericorde y nos impele a hacer estupideces de las que siempre nos  arrepentiremos. Ninguna imbecilidad de la que vayamos a hacernos  víctimas resiste la prueba del algodón de un buen pajote.
 La prueba de la paja surte efectos excelentes durante aquellos estados  mentales en los que la inquietud sexual se convierte en motor de  nuestros actos. Si se sienten revolucionados, si en un momento dado  desean marcar ese número al que en el fondo saben que no han de  telefonear háganse una paja y verán cómo desaparecen como por ensalmo  sus tribulaciones y una calma casi monacal llena su ser.
 .- Los hombres de pies ligeros: Están ustedes en la cama, han saciado  sus apetitos, a su lado yace la hembra que ha colaborado a ello. Sean  honestos consigo mismos: ¿en verdad les apetece continuar allí?
¿desean convertirse durante las próximas horas en unos peluches  administradores de mimos, caricias y palabras dulces? Seguro que no o  por el contrario son ustedes unos mierdas o sufren de alguna patología  intratable. Obedezcan a su primer impulso, que sin duda ha sido salir  del lugar a toda velocidad en cuanto han arrojado el venenoso semen de  sí mismos. Urdan excusas, inventen compromisos inaplazables o tías  abuelas a punto de morir, márchense sin más pero ante todo escapen,  pongan tierra de por medio, no se queden en ese lugar maldito ni un  minuto más.
 .- La evocación de la prodredumbre: La condición humana es de por sí  sucia, infecta, miasmática. Sean conscientes por su propio bien de que  la fragante princesa jamás lo será a tiempo completo. Concéntrense  pensando en un baño compartido, con ese olorcillo a mierda ajena (la que  siempre molesta) que van a tener que soportar mientras despachan la  propia (jamás inconveniente). Fijen en sus retinas la imagen del tampón  sanguinolento con el que una vez se toparon al arrojar en el cubo su  maquinilla de afeitar y conserven aquel olor a sangre revenida que les 
golpeó la pituitaria.
 Por favor, dejen en estas páginas algunas muestras de su sabiduría para  continuar siendo depredadores y que, en la medida de lo posible, el  rebaño de los mansos no acoja nuevos miembros