Sé que esto va a levantar ampollas, pero me trae sin cuidado. Que la verdad duela es lo más normal del mundo, y más en un país de sueños fantasiosos como España. Una característica común a las diversas formas de eso que estáis llamando frikismo, y que va desde la oligofrenia infantiloide que quiere estancarse para siempre en los juegos de mesa o de rol hasta cierto macarrismo presuntamente desafiante pero sumamente pagado de sí mismo y, como decían los idiotas en mi época, molongui, como en el caso, digamos, de los moteros, coleccionistas de repuestos de coches, seguidores del Campeonato de Andorra de Turismos clase Z y cosas así, pasando, no lo olvidemos, por los miembros de grupúsculos supuestamente revolucionarios, donde la amoralidad es la norma común, en que la palabra anarquismo o comunismo (o la que sea, qué más da, si somos un país en el que si hay que hacerse del Círculo Maurista en 2008 para jugar al billar, nos hacemos y punto, y además sin sonrojarnos) es un grito de "al abordaje" para quedarse con el dinero de la caja de resistencia de cara a la huelga que nunca se produce, etc, lo que es común a todos estos elementos es la CARENCIA DE UN PADRE PROPIAMENTE DICHO, de un PADRE SEVERO PERO NO BRUTAL, DE UN PADRE QUE ENCARNE LA FUNCIÓN SIMBÓLICO-REPRESIVA DEL FALO EN LOS TÉRMINOS EN QUE LOO DEFINE LACAN, el falo como barra del significante que azota al significado, el falo como frontera ante el mundo de las alegres comadres de Windsor en que chapotean las mujeres, mundo encantador al que hay que entrar de vez en cuando, pero en el que un hombre puede perderse de modo prolongado, como Aquiles disfrazado entre paños y trapitos. Hace falta un padre, un falo, que haga de Ulises y traiga la espada que nos delate y separe de ese mundo. Todos esos personajes o son huérfanos, o tienen padres muy débiles, calzonazos, con rasgos incluso de homosexualidad (sea ésta manifiesta o sólo latente), no pocas veces infradotados y poco machos, según las mujeres de la casa llegan a hacer notar en sus momentos de más desesperación o, si no, se demuestran los típicos brutos machistas hispanos con pocas letras, que es otra cara de lo mismo. Ninguno de estos tipejos tienen padres a los que respetar de veras, a los que, lógicamente, odiar, según dicta el Edipo, en ciertas edades del desarrollo, pero a los que poder reconocer objetivamente en sus méritos, de los que poder fiarse como representantes de la Ley Moral (en un sentido abstracto, no de derecho positivo), pero que no son simples marionetas abstractas, sino seres que han desviado miradas y cariño hacia nosotros, seres que nos introducen en el mundo del verdadero erotismo, aquel que ejercitaremos de mayores con las mujeres en tanto que Hombres de Boston, el erotismo de la dulce sumisión rebelde, el erotismo del aprendizaje, del dejarse inundar por un mundo nuevo de saberes, el plegarnos a lo que se alza ante nosotros como conocimiento objetivo, como mundo en su realidad sólida y coherente (en un sentido topológico profundo) para convertirnos en aquello mismo (conforme al viejo principio del atomismo, según lo cual uno se convierte en lo que come). En realidad, el problema viene de que hay muy pocos hombres hechos y derechos, Hombres de Boston, o gente como Kolmogorov. Se confunde el simple follar con el hacerse un hombre. Y no, se puede follar toda la vida y seguir siendo un crío. No es eso, no es eso.
Si algo me ha sorprendido siempre es la profunda presencia de casos cercanos al incesto entre los grupos revolucionarios de poca monta, donde uno sospecha que todo era una fachada del Hijo para tratarv de echar al papi de casa y follarse a su mami. Entre esos frikies informáticos que decís abundan los casos. Suele tratarse de pajeros castrados por mami,, que los quiere sólo para sí, y cuya vida oscila entre las pajas del Playboy, los juegos online, y las mantas protectoras de ositos de peluche que mami le pone en las frías noches de invierno......