Querida Merry:
Si estás entendiendo el idioma en el que te escribo, podemos afirmar que no entras dentro de mis objetivos teóricos. Espero que estés utilizando un magnífico traductor de los muchos que encontrarás en la red, y no te quedes en esas palabras, por lo demás no escasas, que usas en tu lengua familiar y que podrás reconocer en mi texto original, herencia de la expedición mandada por un portugués que hace 500 años se dio un garbeo por tu país como quien sale a estirar las piernas, y que acabó atravesado por una lanza en un lugar muy cerquita de donde aterrizan los aviones que oyes zumbar a todas horas.
No voy a hacerte una severa admonición de cosas intolerables que serían eliminatorias, pues doy por sentado que no eres mala hierba de pantano, sino fina mazorca que crece en tierra noble. Como tal, te son ajenas muchas cosas habituales en la cotidianidad en la que vivo. Sé que no voy a encontrarme miradas cínicas de desprecio, chulería de zorra malcriada, palabras soeces y blasfemias barrocas en cada frase. No te educaron para odiarme, para competir conmigo, para esquilmarme, para imponer con sucio graznido de urraca chillona. Aquí era frecuente encontrar seres como tú, antes de que tirásemos por el retrete una tradición de siglos que vosotros aún conserváis, como un regalo de un pariente lejano, que ya no se acuerda de quiénes sois.
No voy a engañarte. Por edad, superioridad intelectual, económica y de experiencia vital, yo mandaré y te dirigiré en la vida. Digamos que, más que un novio o un amante, puedes considerarme tu mentor. Combinaré sabiamente mis prioritarios intereses con tu secundario bienestar. Tendrás la casa como los chorros del oro, cocinarás mientras trabajo, serás una amante sumisa y entregada cada noche. A cambio, alcanzarás cosas inimaginables en tu país natal: buenos hoteles y restaurantes, viajar en un buen coche, vestidos y adornos en límites razonables, alguna ayudita sin pasarse a tu familia. Si tus intereses incluyen algun trabajo, algún tipo de aspiración académica, te dirigiré con mano sabia. Podrás tener una vida social agradable, con la gente que yo elija, y una faceta sanamente lúdica de la que, sin discusión posible, quedarán excluidos gimnasios, cenitas con zorrupias solteras, o cualquier actividad que me excluya o considere dañina. Te introducirás en la(s) lengua(s) y costumbres de mi país al ritmo y profundidad que yo consideré adecuados.
La Naturaleza es sabia, la simbiosis está inventada desde hace millones de años, desde que aquel primer cangrejo ermitaño primordial se metió en una caracola y empezó a cambiarla de sitio. Esa relación biológica de conveniencia no excluirá, por supuesto, el afecto, el respeto mutuo y hasta el cariño. Y si no se incumplen estas condiciones, sumamente favorables para ti a poco que lo pienses, nunca te verás sola en un triste pasillo de aeropuerto, pensando que tenías un billete premiado en las manos y lo tiraste por un sumidero. Nunca olvides que, si no juegas limpio, el suave collar que un día te regalé puede convertirse en el aro de hierro de un garrote vil.
Espero una buena recepción cuando conozca a tu familia. Me encanta el lechón, el ceviche y la San Miguel filipina. Seguro que me entenderé con tus padres, después de todo somos de la misma quinta.
Mabuhay, dear. See you soon.