Siete fueron, siete, las señales que le hicieron pensar que le estaban siendo infiel

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Mis dieses mod peludo :121:

Desconocía su capacidad narrativa, pero queremos mooaaarrrrllllll
 
Yo cuandro le encontre los calzocillos del otro en el bolso, ya supe que era un Cornudo.
 
TERCERA SEÑAL

Lo único bueno de todo este asunto, al menos para nosotros, los amigos de Edu, es que lo empezamos a ver con más frecuencia. Dado que su pareja acudía todos los días al Box, él empezó a sacar su lado sociable a relucir y casi a diario, a última hora del día, o nos invitaba a su casa a tomar algo o proponía salir a beber una cerveza. Parecía que, por fin, estábamos empezando a recuperar a ese colega que, de alguna manera, habíamos perdido hacía ya algo más de quince años.

Entre el grupo de habituales, sin que el afectado lo supiera, pronto se convirtió en el tema de conversación recurrente. Cada vez que, en el grupo de la peña de fútbol, proponía salir a dar un paseo o acercarnos al cine, los mensajes privados entre unos y otros no tardaban en circular; mensajes que, con frecuencia, retrataban a nuestro amigote como un venado inocente.

Yo, por mi parte, me encontraba en una disyuntiva extraña. Conocía a Marta desde hacía tanto tiempo como al propio Edu y se me hacía imposible imaginármela siéndole infiel. Pero, claro, tampoco me la figuraba yo felando dos pollas a la vez, y había vídeos que atestiguaban lo contrario, por más que una de ellas fuera de goma. Interiormente podía entender esos deseos -los de sentirse tan puta como una pueda querer- y no me parecía mal que experimentase con el buenazo de mi amigo -máxime cuando a él eso parecía excitarle tanto- pero en mi cabeza revoloteaba la incesante certeza de que ese tipo de juegos no suelen quedarse en meras ilusiones sino que, más tarde o más temprano, terminan por hacerse realidad en algún momento de la vida. Sólo esperaba que, de ser así, fuera una fantasía en la que Edu actuase como uno más o que, de no serlo, terminase por convertirse en una de esas cosas que haces una vez en la vida y una vez que las has realizado, no quieres volver a insistir en ellas nunca más.

Cuando Edu estaba con nosotros era imposible que no nos pusiera al día con sus rutinas sexuales. Y si no lo hacía él, ya estaba Paco para sacar el tema. Paco ha sido siempre ese amigo cojonero que parece no terminar de alegrarse de los cambios en la vida de los demás. El típico al que le cuentas un acontecimiento positivo y es incapaz de no saber darle la vuelta para poner de manifiesto todos los revesos negativos del asunto. Un cabrón envidioso y tóxico pero con más intuición que un perro sabueso. Bueno, ¿qué te ha hecho la zorrita de tu novia esta vez? -preguntaba sin venir a cuento con una sonrisa maliciosa que todos intuíamos rastrera y llena de segundas intenciones. Edu no se daba cuenta y, si se daba, no le importaba. De hecho, creo que le excitaba que nos refiriéramos a su pareja de esa manera. Ahora, con la perspectiva del tiempo y sabiendo lo mal que lo pasó cuando descubrió el pastel, tengo dudas sobre si lo crudo en la expresión de Paco no era una forma mucho más humana de amistad que las sonrisas con las que los demás acompañábamos cada una de las historias que Edu contaba. Los demás nos alegrábamos por Edu, Paco malpensaba y siempre tenía un comentario algo hiriente que a los demás nos parecía fuera de lugar y que al implicado sólo parecía enorgullecer. Mucho está aprendiendo tu novia últimamente, ¿eh? -solía decir-. Sí, y qué siga aprendiendo que yo me lo estoy pasando de puta madre. Es como perder la virginidad otra vez cada día -respondía Edu.

Aunque yo no era tan agorero como Paco, no descartaba la posible, aunque me costase asumirlo. La verdad es que el hecho de que nuestro amigo por fin pudiera hablar de tú a tú con nosotros en cuestiones de sexo era, en cierto modo, reconfortante. Aunque Edu y Marta llevaban juntos una eternidad, él nos dejaba caer que, bueno, a veces sentía que el hecho de sólo haberse follado a una y que ésta, además, no es que fuera la mujer más creativa del mundo en la cama, a veces le frustraba. Edu veía mucho porno, sobre todo amateur. Se pasaba horas en busca de cámaras de estudiantes suecas o francesas que se metían vibradores sensibles al sonido por el coño y sonreían a cientos de mirones anónimos activaban el cacharro cada vez que le daban un token mediante el cual se emitía un sonido parecido al de echar una moneda en una hucha. El quería una mujer tan guarra como ésas para él, que disfrutase de la sexualidad y lo hiciera partícipe de sus juegos. Ahora, nos decía, por fin empezaba a tener eso y, además, con la que era el amor de su vida, esa chica con la que había comenzado una vida juntos hace más de una década y media. Yo me imaginaba el resto de mi vida con ella a base de polvos de 15 minutos -decía-. Ahora echamos dos seguidos. Se compra conjuntos de lencería para mí y me pide que no saque la polla después de correrme dentro porque empieza a moverse y me la pone dura de nuevo. Tíos, que le echo dos sin sacarla.

Yo no me veía capaz de romper esa burbuja, la verdad, y, sobre todo, sólo por tener sospechas infundadas basadas exclusivamente en mis prejuicios sobre el sexo femenino.

Jugábamos al fútbol -fútbol siete, que hay que correr menos- los miércoles. Todos los miércoles sin excepción. El día de en medio de la semana siempre parece una buena opción porque, así, uno puede tomarse unas cañas al terminar y la espera hasta el fin de semana se hace más corta. A Edu lo traía Marta siempre que, embutida en unas mallas de colores chillones y enseñando un ya terso abdomen, nos saludaba a todos y nos decía que cuidásemos de su cariñín mientras ella iba a sus clases de CrossFit. Al terminar el entrenamiento, pasaba a recogerlo justo cuando nosotros estábamos apurando los últimos vasos de cerveza. A esas alturas, tras la tercera o así, el ya estaría fantaseando con el meneo que le iba a dar. Estaba bien pensado, la verdad, el bebía tranquilamente sabiendo que no cogería el coche después y mientras empezaba a excitarse pesando en lo posible de manera que el polvo, así, le sabía mejor. Como un niño que no puede dormir la noche anterior a la noche de Reyes de tanto que desea tener su juguete entre manos.

En uno de esos días, nos estaba poniendo al día de su último logro. Le había follado el culo. Y vive dios que eso era un logro, ese culo había sido motivo de pajas de todos los amigos desde Bachiller.

Al parecer había sido ella la que lo había propuesto y había comprado un lubricante con efecto calor que le había ayudado a dilatar. Qué sensación -decía Edu-. No es tanto el tacto del culo, que no es para tanto, como el hecho de saber que has puesto la pica en Flandes. Llevaba quince años queriendo hacer y el otro día, sin previo aviso, va y se me pone encima y, mientras me sonríe y me echa el potingue en la polla, empezó a acariciarse el culo con las manos. Yo no me lo podía creer, siempre le había insistido y ella siempre había sido reacia, decía que le dolía. Yo estaba flipando y, hostia, que eso entró fácil, fácil. Y cómo gritaba, la cabrona. Me corrí en un minuto.

Todos nos alegramos por él. Dejarse dar por el culo no es algo que todas las mujeres quieran hacer y, las que lo hacen, muchas veces intentan acabar rápido porque no lo disfrutan en realidad. Paco empezó a decir que cómo era posible que no lo hubiera hecho antes, pero algunos confesaron que, para sus parejas, el meter la polla por detrás era algo prohibido. La conversación derivó en mil mierdas que incluyeron anécdotas de pollas con lentejas al salir del ano y algún que otro desgarro.

A eso de las 11 pm, como siempre, apareció Marta. Normalmente acudía vestida con ropa deportiva. Edu confesaba que se metían en la ducha y ahí empezaba todo. Que si jugueteos con la alcachofa que si no sé qué. Sin embargo, ese día iba enfundada en un vestido negro de vinilo que se ajustaba a su silueta dejando la espalda al aire. Edu la miró desconcertado, a ella y al pequeño grupo de acompañantes, hombres y mujeres, que iban tras ella. Nena, cariño, ¿qué tal? ¿Es que vas a algún lado? -preguntó sabiendo de antemano la respuesta-. Sí, bueno, han dicho de salir a tomar algo los amigos del CrossFit y he pensado que como mañana no trabajo, no estaría mal pasar un rato con ellos tomando algo. He venido a dejarte las llaves del coche, a mí me lleva Míriam.

El rostro de Edu se debatía entre el desconcierto y la necesidad de normalizar la situación ante sus amigos. Estaba empezando a alcanzar un estatus y no quería mandarlo al carajo de repente. Ya no era el profe salido que nos mandaba fotos de sus alumnas al grupo de WhatsApp era, de hecho, el tío con la vida sexual más activa del grupo y eso no podía irse a la mierda tan rápido.

Claro, claro, no hay problema, cariño. Pero, ¿qué es eso de que no trabajas mañana? Mañana es jueves y hoy es siete de marzo...

Y es que siete fueron, siete, las señales que le hicieron pensar a Edu que Marta estaba siendo infiel.

Claro, al día siguiente, el 8, estaba convocada la huelga feminista. La pantomima ésa que desde las administraciones locales se habían encargado de anunciar como la revolución de las mujeres. Marta tenía razón, al día siguiente no trabajaba. Edu, el profe universitario, sin embargo, sí. La rectora no había parado de mandar emails a todo el personal laboral y estudiantil animando a ausentarse de sus obligaciones durante todo el día pero, claro, sólo en el caso de que no se tuviera una polla entre las piernas. Si no tuvieras que ir mañana, podrías venir pero tienes que madrugar... -dijo una aparentemente sincera Marta a lo que Paco no tardó en comentar algo por lo bajini que levantó algunas risas y llamó la atención de la rubia grandota pero musculada que flanqueaba a Marta. Era Míriam la bisexual que la había introducido en el CrossFit y que, por lo que ella misma decía, cada noche rompía el somier de la persona que estuviera dispuesta a invitarle a tres copas. Ésta soltó alguna bordería, no recuerdo cuál a la que Marta intervino para evitar que hubiera un pecheo entre una feminista convencida y Paco. Y lo único que se le ocurrió fue hacer las presentaciones.

Uno a uno fue nombrando a sus acompañantes. Fulano, Mengano y demás. Sólo con un nombre de todos me quedé. Tucu-Tucu. O, simplemente Tucu, si lo prefieres -dijo sonriendo ampliamente y haciendo un gesto con la mano para saludarnos que puso a prueba las costuras de una camisa dos tallas pequeñas. Tucu era el monitor de CrossFit el que, según Míriam, estaba consiguiendo que Marta volviera a ser la envidia del colegio y el motivo por el que todos los hombres -y alguna mujer, decía señalándose a sí misma- se girasen al verla pasar. El tal Tucu apoyó una mano en el hombro de Marta quitándole hierro al asunto y diciéndole que todo el mérito era de ella, que tenía muy buena genética y más tesón que nadie que ella hubiera conocido. Parece que disfrute sufriendo -afirmó-. Yo miré instintivamente a Paco, sabía que no se mordía la lengua y que podía soltar una barbaridad pero éste sólo clavó los ojos en los posos de cerveza de su vaso e inspiro profundamente.

No sé por qué, a Marta le dio por decir que yo hacía deporte también, entrenamientos de fuerza y aquéllo fue como soltar una piedra en un lago de patos. Todos me miraron y me preguntaron cuál era mi Box. Ante mi negativa e intentar explicarles que yo era el que me entrenaba a mí mismo, las caras de desconcierto fueron la tónica general y pronto intentaron convencerme de las virtudes de ser entrenado por otro, del buen rollo que había en las clases y de lo fácil que era mejorar. Yo intenté desviar la conversación, intuía que aquéllo podía terminar en una medida de pollas que no me apetecía tener en ese momento. Recordé un consejo de mi primer entrenador de boxeo: nunca te fíes del que llegue a un gimnasio y diga que ha hecho "algo" de boxeo, ése cabrón es bueno y te va a hacer sudar; al que le puedes dar hostias sin problemas es al que presuma de ser boxeador, al que haga alarde y lleve camisetas con unos guantes serigrafiados en ellas. Así pues, les regalé un poco el oído y les dije que yo era un amateur en comparación a ellos, los titanes del entrenamiento, y que me pensaría lo de dejarme caer por allí alguna vez, a ver qué tal se me daba la cosa.

De reojo vi a Edu. Sus ojos mostraban desconcierto, como cuando anestesias a un gato y su mirada se vuelve vidriosa, tanto que uno sólo es capaz de encontrar culpabilidad reflejada. Marta le dio un par de besos, si tenía alguna duda o remordimiento, lo disimulaba muy bien, pues era el espíritu mismo de la alegría.

Cuando el grupo de los CrossFighters iniciaron su camino hacia la fiesta y dios sabe qué más, el contraste entre unos y otros era palmario. Ellos, arreglados y musculados dirigiéndose hacia las copas y los bailes y nosotros, sudados con camisetas o azules o rojas, repanchigados en sillas de plástico apurando los último sorbos de cervezas calientes. Nosotros acabando la noche, ellos dispuestos a encenderla.

A la salida de Marta y sus amigos le acompañó un largo silencio que sólo Paco rompió. A ésta no la esperes despierta, que va a volver tarde. Me da a mí que hoy te toca paja; más te vale tener muchos vídeos guaradados, campeón.

Y es que siete fueron, siete, las señales que le hicieron pensar a Edu que Marta estaba siendo infiel. Siete, como el siete de marzo, que fue la primera noche en que Marta salió con sus amigos de CrossFit.
 
Última edición:
Disculpad si hay alguna errata o falta, que las hay, pero no tengo tiempo ahora para revisar nada. Lo he cascado conforme ha salido en media horilla. Prefiero poner las siete partes con relativa frecuencia a darle más vueltas de la cuenta.
 
Disculpad si hay alguna errata o falta, que las hay, pero no tengo tiempo ahora para revisar nada. Lo he cascado conforme ha salido en media horilla. Prefiero poner las siete partes con relativa frecuencia a darle más vueltas de la cuenta.
Queremos la próxima esta noche hijo de fruta :trump:
 
Nunca una historia con un final ya conocido causó tanta intriga.
 
Me gusta. Me esta haciendo recordas cosas y disfrutar de la historia. Y recordar es bueno para estar alerta. No hay mayor ciego que el que no quiere ver. El puto auto engaño, la zona de confor del confuso. Inevitable si no estas centradito
 
Disculpad si hay alguna errata o falta, que las hay, pero no tengo tiempo ahora para revisar nada. Lo he cascado conforme ha salido en media horilla. Prefiero poner las siete partes con relativa frecuencia a darle más vueltas de la cuenta.
¡Uy!, sí, acostumbrado a la buena ortografía de @haba seca, la verdad que no me estás gustando nada.

Anda, sigue.
 
Varios comentarios a raíz de esta historia.
- Pasaran los años, cambiaran protagonistas pero el tema será el mismo y la palabra clave es hipergamia, una mujer siempre va a estar mirando por su cuenta alguien mejor para ella y/ o para sus hijos.
- No tengo estadísticas en mano pero me juego los huevos fijo que un 90% de rotura de pareja( ya sea divorcio o dejar de ser novios, follamigos), etcétera es iniciativa de ellas.
- La fragilidad de las parejas de hoy en día es menor a una copa de cristal. Da igual lo bueno que seas, lo mucho que trabajes, o lo bien que la trates, en cuanto se encapriche de su monitor de salsa, de aquagym o del vendedor de periódicos estás muy jodido.
- Que jodidamente simples somos los hombres, con que nos follen bien y tengamos el estómago lleno, hasta que no pasa esto no te das cuenta de lo jodidamente retorcidas y malvadas que son.
 
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TERCERA SEÑAL

Lo único bueno de todo este asunto, al menos para nosotros, los amigos de Edu, es que lo empezamos a ver con más frecuencia. Dado que su pareja acudía todos los días al Box, él empezó a sacar su lado sociable a relucir y casi a diario, a última hora del día, o nos invitaba a su casa a tomar algo o proponía salir a beber una cerveza. Parecía que, por fin, estábamos empezando a recuperar a ese colega que, de alguna manera, habíamos perdido hacía ya algo más de quince años.

Entre el grupo de habituales, sin que el afectado lo supiera, pronto se convirtió en el tema de conversación recurrente. Cada vez que, en el grupo de la peña de fútbol, proponía salir a dar un paseo o acercarnos al cine, los mensajes privados entre unos y otros no tardaban en circular; mensajes que, con frecuencia, retrataban a nuestro amigote como un venado inocente.

Yo, por mi parte, me encontraba en una disyuntiva extraña. Conocía a Marta desde hacía tanto tiempo como al propio Edu y se me hacía imposible imaginármela siéndole infiel. Pero, claro, tampoco me la figuraba yo felando dos pollas a la vez, y había vídeos que atestiguaban lo contrario, por más que una de ellas fuera de goma. Interiormente podía entender esos deseos -los de sentirse tan puta como una pueda querer- y no me parecía mal que experimentase con el buenazo de mi amigo -máxime cuando a él eso parecía excitarle tanto- pero en mi cabeza revoloteaba la incesante certeza de que ese tipo de juegos no suelen quedarse en meras ilusiones sino que, más tarde o más temprano, terminan por hacerse realidad en algún momento de la vida. Sólo esperaba que, de ser así, fuera una fantasía en la que Edu actuase como uno más o que, de no serlo, terminase por convertirse en una de esas cosas que haces una vez en la vida y una vez que las has realizado, no quieres volver a insistir en ellas nunca más.

Cuando Edu estaba con nosotros era imposible que no nos pusiera al día con sus rutinas sexuales. Y si no lo hacía él, ya estaba Paco para sacar el tema. Paco ha sido siempre ese amigo cojonero que parece no terminar de alegrarse de los cambios en la vida de los demás. El típico al que le cuentas un acontecimiento positivo y es incapaz de no saber darle la vuelta para poner de manifiesto todos los revesos negativos del asunto. Un cabrón envidioso y tóxico pero con más intuición que un perro sabueso. Bueno, ¿qué te ha hecho la zorrita de tu novia esta vez? -preguntaba sin venir a cuento con una sonrisa maliciosa que todos intuíamos rastrera y llena de segundas intenciones. Edu no se daba cuenta y, si se daba, no le importaba. De hecho, creo que le excitaba que nos refiriéramos a su pareja de esa manera. Ahora, con la perspectiva del tiempo y sabiendo lo mal que lo pasó cuando descubrió el pastel, tengo dudas sobre si lo crudo en la expresión de Paco no era una forma mucho más humana de amistad que las sonrisas con las que los demás acompañábamos cada una de las historias que Edu contaba. Los demás nos alegrábamos por Edu, Paco malpensaba y siempre tenía un comentario algo hiriente que a los demás nos parecía fuera de lugar y que al implicado sólo parecía enorgullecer. Mucho está aprendiendo tu novia últimamente, ¿eh? -solía decir-. Sí, y qué siga aprendiendo que yo me lo estoy pasando de puta madre. Es como perder la virginidad otra vez cada día -respondía Edu.

Aunque yo no era tan agorero como Paco, no descartaba la posible, aunque me costase asumirlo. La verdad es que el hecho de que nuestro amigo por fin pudiera hablar de tú a tú con nosotros en cuestiones de sexo era, en cierto modo, reconfortante. Aunque Edu y Marta llevaban juntos una eternidad, él nos dejaba caer que, bueno, a veces sentía que el hecho de sólo haberse follado a una y que ésta, además, no es que fuera la mujer más creativa del mundo en la cama, a veces le frustraba. Edu veía mucho porno, sobre todo amateur. Se pasaba horas en busca de cámaras de estudiantes suecas o francesas que se metían vibradores sensibles al sonido por el coño y sonreían a cientos de mirones anónimos activaban el cacharro cada vez que le daban un token mediante el cual se emitía un sonido parecido al de echar una moneda en una hucha. El quería una mujer tan guarra como ésas para él, que disfrutase de la sexualidad y lo hiciera partícipe de sus juegos. Ahora, nos decía, por fin empezaba a tener eso y, además, con la que era el amor de su vida, esa chica con la que había comenzado una vida juntos hace más de una década y media. Yo me imaginaba el resto de mi vida con ella a base de polvos de 15 minutos -decía-. Ahora echamos dos seguidos. Se compra conjuntos de lencería para mí y me pide que no saque la polla después de correrme dentro porque empieza a moverse y me la pone dura de nuevo. Tíos, que le echo dos sin sacarla.

Yo no me veía capaz de romper esa burbuja, la verdad, y, sobre todo, sólo por tener sospechas infundadas basadas exclusivamente en mis prejuicios sobre el sexo femenino.

Jugábamos al fútbol -fútbol siete, que hay que correr menos- los miércoles. Todos los miércoles sin excepción. El día de en medio de la semana siempre parece una buena opción porque, así, uno puede tomarse unas cañas al terminar y la espera hasta el fin de semana se hace más corta. A Edu lo traía Marta siempre que, embutida en unas mallas de colores chillones y enseñando un ya terso abdomen, nos saludaba a todos y nos decía que cuidásemos de su cariñín mientras ella iba a sus clases de CrossFit. Al terminar el entrenamiento, pasaba a recogerlo justo cuando nosotros estábamos apurando los últimos vasos de cerveza. A esas alturas, tras la tercera o así, el ya estaría fantaseando con el meneo que le iba a dar. Estaba bien pensado, la verdad, el bebía tranquilamente sabiendo que no cogería el coche después y mientras empezaba a excitarse pesando en lo posible de manera que el polvo, así, le sabía mejor. Como un niño que no puede dormir la noche anterior a la noche de Reyes de tanto que desea tener su juguete entre manos.

En uno de esos días, nos estaba poniendo al día de su último logro. Le había follado el culo. Y vive dios que eso era un logro, ese culo había sido motivo de pajas de todos los amigos desde Bachiller.

Al parecer había sido ella la que lo había propuesto y había comprado un lubricante con efecto calor que le había ayudado a dilatar. Qué sensación -decía Edu-. No es tanto el tacto del culo, que no es para tanto, como el hecho de saber que has puesto la pica en Flandes. Llevaba quince años queriendo hacer y el otro día, sin previo aviso, va y se me pone encima y, mientras me sonríe y me echa el potingue en la polla, empezó a acariciarse el culo con las manos. Yo no me lo podía creer, siempre le había insistido y ella siempre había sido reacia, decía que le dolía. Yo estaba flipando y, hostia, que eso entró fácil, fácil. Y cómo gritaba, la cabrona. Me corrí en un minuto.

Todos nos alegramos por él. Dejarse dar por el culo no es algo que todas las mujeres quieran hacer y, las que lo hacen, muchas veces intentan acabar rápido porque no lo disfrutan en realidad. Paco empezó a decir que cómo era posible que no lo hubiera hecho antes, pero algunos confesaron que, para sus parejas, el meter la polla por detrás era algo prohibido. La conversación derivó en mil mierdas que incluyeron anécdotas de pollas con lentejas al salir del ano y algún que otro desgarro.

A eso de las 11 pm, como siempre, apareció Marta. Normalmente acudía vestida con ropa deportiva. Edu confesaba que se metían en la ducha y ahí empezaba todo. Que si jugueteos con la alcachofa que si no sé qué. Sin embargo, ese día iba enfundada en un vestido negro de vinilo que se ajustaba a su silueta dejando la espalda al aire. Edu la miró desconcertado, a ella y al pequeño grupo de acompañantes, hombres y mujeres, que iban tras ella. Nena, cariño, ¿qué tal? ¿Es que vas a algún lado? -preguntó sabiendo de antemano la respuesta-. Sí, bueno, han dicho de salir a tomar algo los amigos del CrossFit y he pensado que como mañana no trabajo, no estaría mal pasar un rato con ellos tomando algo. He venido a dejarte las llaves del coche, a mí me lleva Míriam.

El rostro de Edu se debatía entre el desconcierto y la necesidad de normalizar la situación ante sus amigos. Estaba empezando a alcanzar un estatus y no quería mandarlo al carajo de repente. Ya no era el profe salido que nos mandaba fotos de sus alumnas al grupo de WhatsApp era, de hecho, el tío con la vida sexual más activa del grupo y eso no podía irse a la mierda tan rápido.

Claro, claro, no hay problema, cariño. Pero, ¿qué es eso de que no trabajas mañana? Mañana es jueves y hoy es siete de marzo...

Y es que siete fueron, siete, las señales que le hicieron pensar a Edu que Marta estaba siendo infiel.

Claro, al día siguiente, el 8, estaba convocada la huelga feminista. La pantomima ésa que desde las administraciones locales se habían encargado de anunciar como la revolución de las mujeres. Marta tenía razón, al día siguiente no trabajaba. Edu, el profe universitario, sin embargo, sí. La rectora no había parado de mandar emails a todo el personal laboral y estudiantil animando a ausentarse de sus obligaciones durante todo el día pero, claro, sólo en el caso de que no se tuviera una polla entre las piernas. Si no tuvieras que ir mañana, podrías venir pero tienes que madrugar... -dijo una aparentemente sincera Marta a lo que Paco no tardó en comentar algo por lo bajini que levantó algunas risas y llamó la atención de la rubia grandota pero musculada que flanqueaba a Marta. Era Míriam la bisexual que la había introducido en el CrossFit y que, por lo que ella misma decía, cada noche rompía el somier de la persona que estuviera dispuesta a invitarle a tres copas. Ésta soltó alguna bordería, no recuerdo cuál a la que Marta intervino para evitar que hubiera un pecheo entre una feminista convencida y Paco. Y lo único que se le ocurrió fue hacer las presentaciones.

Uno a uno fue nombrando a sus acompañantes. Fulano, Mengano y demás. Sólo con un nombre de todos me quedé. Tucu-Tucu. O, simplemente Tucu, si lo prefieres -dijo sonriendo ampliamente y haciendo un gesto con la mano para saludarnos que puso a prueba las costuras de una camisa dos tallas pequeñas. Tucu era el monitor de CrossFit el que, según Míriam, estaba consiguiendo que Marta volviera a ser la envidia del colegio y el motivo por el que todos los hombres -y alguna mujer, decía señalándose a sí misma- se girasen al verla pasar. El tal Tucu apoyó una mano en el hombro de Marta quitándole hierro al asunto y diciéndole que todo el mérito era de ella, que tenía muy buena genética y más tesón que nadie que ella hubiera conocido. Parece que disfrute sufriendo -afirmó-. Yo miré instintivamente a Paco, sabía que no se mordía la lengua y que podía soltar una barbaridad pero éste sólo clavó los ojos en los posos de cerveza de su vaso e inspiro profundamente.

No sé por qué, a Marta le dio por decir que yo hacía deporte también, entrenamientos de fuerza y aquéllo fue como soltar una piedra en un lago de patos. Todos me miraron y me preguntaron cuál era mi Box. Ante mi negativa e intentar explicarles que yo era el que me entrenaba a mí mismo, las caras de desconcierto fueron la tónica general y pronto intentaron convencerme de las virtudes de ser entrenado por otro, del buen rollo que había en las clases y de lo fácil que era mejorar. Yo intenté desviar la conversación, intuía que aquéllo podía terminar en una medida de pollas que no me apetecía tener en ese momento. Recordé un consejo de mi primer entrenador de boxeo: nunca te fíes del que llegue a un gimnasio y diga que ha hecho "algo" de boxeo, ése cabrón es bueno y te va a hacer sudar; al que le puedes dar hostias sin problemas es al que presuma de ser boxeador, al que haga alarde y lleve camisetas con unos guantes serigrafiados en ellas. Así pues, les regalé un poco el oído y les dije que yo era un amateur en comparación a ellos, los titanes del entrenamiento, y que me pensaría lo de dejarme caer por allí alguna vez, a ver qué tal se me daba la cosa.

De reojo vi a Edu. Sus ojos mostraban desconcierto, como cuando anestesias a un gato y su mirada se vuelve vidriosa, tanto que uno sólo es capaz de encontrar culpabilidad reflejada. Marta le dio un par de besos, si tenía alguna duda o remordimiento, lo disimulaba muy bien, pues era el espíritu mismo de la alegría.

Cuando el grupo de los CrossFighters iniciaron su camino hacia la fiesta y dios sabe qué más, el contraste entre unos y otros era palmario. Ellos, arreglados y musculados dirigiéndose hacia las copas y los bailes y nosotros, sudados con camisetas o azules o rojas, repanchigados en sillas de plástico apurando los último sorbos de cervezas calientes. Nosotros acabando la noche, ellos dispuestos a encenderla.

A la salida de Marta y sus amigos le acompañó un largo silencio que sólo Paco rompió. A ésta no la esperes despierta, que va a volver tarde. Me da a mí que hoy te toca paja; más te vale tener muchos vídeos guaradados, campeón.

Y es que siete fueron, siete, las señales que le hicieron pensar a Edu que Marta estaba siendo infiel. Siete, como el siete de marzo, que fue la primera noche en que Marta salió con sus amigos de CrossFit.

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Última edición:
Copon bendito!!! Yo soy el Paco de mi grupo. Dos veces supe que las novias engañaron a mis amigos y por decirlo, primero sutilmente y luego a la cara, perdí a dos amigos.

El primero por orgulloso, me habla poco pero ya no es lo mismo.

Y el segundo por mierda, pelele y cornudo consentido. Este si me duele, sus padres y los míos eran amigos de toda la vida y él y yo casi como hermanos. Ahora rotas las relaciones por todos lados.

Al primero se los pusieron varias veces en una academia de oposiciones. Al segundo en un máster MBA
 
Última edición:
Las mujeres suelen dar señales pero uno es un gilipollas y solamente se da cuenta demasiado tarde. Y no hay nada peor que demasiado tarde.

Una ex mía comenzó, poco a poco a hacer estas cosas. Que si ir al gimnasio, que si juntarse con un grupito de amiguitos del barrio donde tenía el local su tía, nombrar cada tanto a uno llamado Roger. El móvil "sin batería" en algunas ocasiones. Empezar a vestirse mejor... Por supuesto pasó lo que pasó, el Roger se la estaba trajinando o a punto de.
 
@Spawner, hijoputa, no nos dejes aquí con el cliffhanger, mamonazo. Sigue, a ver si vamos a tener que esperar hasta la semana que viene para que nos des todas las pistas.
 
Para el domingo se queda resuelto. No agobiarse.
Vaya!! Creía que estaba resuelto en el título. Da pena, pánico y terror pensar que si eso lo hacen con una pareja de más de 10 años juntos que no pasara en relaciones que acaban de gestarse con tanto instagram, whasapp, tinder y largo etcétera-
Ese tipo que ve como su vida se va a la mierda que ha labrado, cosechado pacientemente a lo largo de más de 2 lustros. Ver que ha perdido, tirado el tiempo a la basura.
Auténtico pavor
 
yo soy el paco de mi grupo, como @curro jimenez

el que siempre dice,te los estan poniendo,el que de algo positivo te saca solo lo negativo...
aaaahhh y que lo ultimo que convenci, fue comerla la oreja a una amiga para que se tirase a un negro que la rondaba pq su novio me cae como el puto culo xd.
 
Lerdachu es el agujero negro de buen rollo, el tocacojones listillo y cansino de su grupo de "amigos". Quien lo iba a imaginar.
 
Última edición por un moderador:
yo soy el paco de mi grupo, como @curro jimenez

el que siempre dice,te los estan poniendo,el que de algo positivo te saca solo lo negativo...
aaaahhh y que lo ultimo que convenci, fue comerla la oreja a una amiga para que se tirase a un negro que la rondaba pq su novio me cae como el puto culo xd.

Siento ejercer de paco contigo. Mientras tu la hablabas del posible rabo del negro. ella ya habia fantaseado con su consolador negro de 45 centimetros, no me entra ni un tercio, como seria follarselo o como seria comerse ese rabo de chocolate amargo. Hamijos. Nosotros nos hacemos pajas a la crema en plan guay pero es que ellas, con un consolador se hacen medio kamasutra en su cama. En su cabeza y en su cama ya se habia follado al negro una docena de veces
 
Siento ejercer de paco contigo. Mientras tu la hablabas del posible rabo del negro. ella ya habia fantaseado con su consolador negro de 45 centimetros, no me entra ni un tercio, como seria follarselo o como seria comerse ese rabo de chocolate amargo. Hamijos. Nosotros nos hacemos pajas a la crema en plan guay pero es que ellas, con un consolador se hacen medio kamasutra en su cama. En su cabeza y en su cama ya se habia follado al negro una docena de veces
sisi...si lo se...que va...no se lo habia tirao...era un cliente de su bar y yo la conozco muy pero que muy bien, es amiga ,quiero decir no es como una pareja que no lo miras de modo "objetivo" esta no es amiga puton...de hecho lo hizo y la tia se puso a llorar despues eu teño ladillas como centollos eu teño ladillas como centollos eu teño ladillas como centollos eu teño ladillas como centollos que pq le habia aconsejado eso.yo no digo que la tia no se fijase en el...es OBVIO que se habia fijado...y eso para una tia es "que va a caeer si o si" yo "simplemente le despeje las dudas etico-morales" del asunto.

baaaa mujeres...al menos le di la excusa para que le echase la culpa a alguien...a mi...en vez de acabar follandoselo antes que tarde y tener que echarsela al swing o al partido comunista reconstituido.

y ahora dejemos el hilo para lo que esta.que esta siendo un relato de imprimir y encuadernar.
 
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