Pero a la hora de la verdad, cuando tu mundo de fantasía, derechos y nubes de algodón es superado por la realidad hostil de la naturaleza, ¿a quién vas a llamar, a los cazafantasmas, a tu amiga Maripili de metro y medio y 40 kilos? No, me vas a llamar a mí.
Vivimos en casas que tienen puertas y esas puertas están vigiladas por hombres. ¿Quién las va a defender, tú? Los hombres tenemos una responsabilidad mayor de la que puedas calibrar jamás. Tú repartes tareas en tu burbuja de la piruleta y maldices a los hombres. Tienes ese lujo, el lujo de no saber lo que los hombres sabemos: que a la hora de la verdad estaremos solos defendiendo la puerta, y que el reparto desigual de tareas, aunque te resulte grotesco e incomprensible, salva vidas.
Tú no quieres la verdad porque en zonas de tu interior de las que no charlas con tus amiguitas nos quieres en esa puerta, nos necesitas en esa puerta. Nosotros usamos palabras como "cojones", "sacrificio", "valor". Las usamos como columna vertebral de una vida dedicada a defender nuestra puerta. Tú las usas como gag.
No tengo el tiempo ni las más mínimas ganas de explicarle el reparto desigual de tareas ante una mujer que se acuesta y se levanta bajo la manta de la seguridad que le proporcionamos los hombres y después cuestiona el modo en que la proporcionamos. Preferiría que solo dijeras "gracias" y siguieras tu camino, de lo contrario te sugiero que defiendas tu la puerta. De todos modos, me importa una mierda a que creas tú que tienes derecho.