Senior Putas
Freak
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Cuando vivía en el segundo piso de un edificio de siete plantas con ascensor, no había cosa que más me jodiese que bajar la puta basura a la puta calle, que puto horror, o bajar a por tabaco, o a por el pan, que asco, esas cosas que te cuestan minutos o segundos y te vuelves al hogar.
La segunda planta de las putas colmenas de pladur para exclavos en las que vivimos es la peor de todas, se tarda más bajando en ascensor que andando y el mismo tiempo subiendo, es por ello que las bajadas siempre las haces andando y las subidas en ascensor, ya que no ahorras tiempo y encima te cansas.
Pero hay algo que me jodía de sobremanera, el bajar para dos putos minutos y que a la hora de subir tubieses que esperar el puto ascensor así que empecé, cuando llegaba a la planta baja, a llamar al ascensor para que cuando volviese, tras estar uno o dos minutos haciendo las gestiones del día a día. el mecánico ingénio elevador me estubiese esperando y así no tener que perder un preciado tiempo mirando las puertas aguardando a que bajase de donde estuviese.
Pero el problema era cuando en esos instantes de ausencia llegaba el vecino del cuarto y utilizaba el ascensor, que yo había dejado preparado, para subir a su puta casa de mierda y me hacía esperar unos preciados segundos mientras la maldita caja metálica bajaba hasta la planta baja a recoger mi gordo culo.
Así pues empecé a dedicarme a llamar al ascensor desde mi segundo piso y darle a todos los putos botones pulsando al final el de la planta baja calculando que el tiempo que tardase en recorrer el edificio bastaría, para que a mi vuelta, llegase a la planta baja. Llegué a calcularlo tan bién que incluso medía el tiempo que tardaba en recorrer los pisos y cuantos tenía que pulsar para volver justo a tiempo de que las puertas del ascensor se abriesen de par en par a mi llegada al portal dependiendo de la gestión que tuviese que realizar (tabaco, basura, pan...).
Incluso llegó a comentarse en una reunión de vecinos sobre quién era el desgraciado que le daba a todos los putos botones del ascensor.
Esa intromisión a mi comodidad acosta del sacrificio de los demás me indignó de tal manera que pasé a apretar todos los botones en mis viajes de subida solo por joder y disfrutaba de la idea de que la vieja del séptimo saliese de casa en ese momento y tuviese que esperar a que el ascensor parase en todos y cada uno de los pisos.
No solo lo hice en el ascensor de mi edificio, el mal se apoderó de mi ante la injusticia de que yo tuviese que sacrificar mi tiempo, mucho más valioso que el de los demás (por lo menos para mi) en que los demás llegasen a su destino y ahora cometo este acto de terrorismo cotidaneo de andar por casa en todos los ascensores en los que me monto, me he montado y me montaré.
El mundo me hizo asín.
¡¡¡Ayu jacbar hijos de puta!!!.