Indiferencia
Asiduo
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En realidad este hilo también podría haberse llamado “Indiferencia haciendo honor a su nick”, “neuras femeninas de hembra”, “tripis para desayunar”, etc. Es a gusto del consumidor, yo lo he llamado con una frase de Joy para darle un toque (si cabe) de goticidad al asunto.
Antes que nada me gustaría aclarar que el asuntico hamoroso no ha sido el desencadenante del episodio que voy a contar, pero sí ha actuado como catalizador. En realidad se me había juntado la tira de cosas esta última semana: demasiado estrés y curro, demasiado alcohol y fuego el finde, conflictos internos por un radical replanteamiento de mi postura pro nuclear, etc. Pero sólo hablaré de lo que tiene que ver con la temática del subforo.
El caso es que me han dado la patada, o la semi-patada, o la patada virtual (como diría el feisbuc, “es complicado”). En el momento me dio igual, pero a lo largo del día comenzó un proceso de caída, atenuada al principio, que por poco no acaba con servidora en una descendente e irreversible espiral de desrealización. Y el motivo no fue la tristeza por haber perdido al maromo en cuestión. Tampoco fue la frustración de haber empleado en vano mi tiempo y mis recursos emocionales, nada de eso. El motivo fue el miedo que sentí cuando me di cuenta de hasta qué punto me resultaba indiferente. También sentí frío, mucho frío. Me sentí asustada, perdida e irremediablemente enferma. Por enésima vez sentí que perdía el control, y que esta vez ya no lo volvería a recuperar. Atrapada por siempre en un hediondo campo que gobierna mi movimiento a sus anchas, con cero posibilidades de desarrollar la velocidad de escape.
Ahora el huracán de confusión ha pasado, pero la desolación que ha dejado sigue ahí. Vagamente recuerdo que antes, tiempo ha, podía sentir. O quizás sólo lo he soñado. Parece que habla una viejuna, ¿verdad? Pues nada de eso. Tengo 26 putos años (una cría, como dicen por ahí). Y lo peor de todo es que tampoco puedo estar segura de que esto que estoy escribiendo lo sienta realmente.
Recuerdo que de adolescente leí un libro de esos de mierda (de Dean Koontz o algo asín) que me llamó la atención porque el prota se había hecho una lista de motivos para vivir. Creo que tenía cuatro. Pues bien, yo ahora mismo sólo tengo uno. ¿Qué me va a ocurrir si lo pierdo? ¿Qué me va a ocurrir si también los números me empiezan a dar igual?
P.D. Como sé que aquí pegas una patada a una piedra y salen como 20 seres moralmente superiores a mí, y también sé que en su superior moral me van a aconsejar el suicidio, aclaro que esto lo escribí el lunes. Ahora, obviamente, no se me ocurre comparar mi devoción por los números con la afición que pueda llegar a tener por una personita. Y además, tampoco considero que sea incapaz de querer a las personas, sólo soy incapaz de querer a las que no han hecho nada para merecerlo.
P.D.' Señor moderador, ¿cabe la posibilidad de que me banee del rapiñas only? Lo digo porque un día de estos me sentí inspirada para soltar un conmovedor discurso sobre la letal combinación entre uranio enriquecido, capitalismo y retraso profundo, pero ahora no soltaré nada porque ya me da igual.[FONT="]
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Antes que nada me gustaría aclarar que el asuntico hamoroso no ha sido el desencadenante del episodio que voy a contar, pero sí ha actuado como catalizador. En realidad se me había juntado la tira de cosas esta última semana: demasiado estrés y curro, demasiado alcohol y fuego el finde, conflictos internos por un radical replanteamiento de mi postura pro nuclear, etc. Pero sólo hablaré de lo que tiene que ver con la temática del subforo.
El caso es que me han dado la patada, o la semi-patada, o la patada virtual (como diría el feisbuc, “es complicado”). En el momento me dio igual, pero a lo largo del día comenzó un proceso de caída, atenuada al principio, que por poco no acaba con servidora en una descendente e irreversible espiral de desrealización. Y el motivo no fue la tristeza por haber perdido al maromo en cuestión. Tampoco fue la frustración de haber empleado en vano mi tiempo y mis recursos emocionales, nada de eso. El motivo fue el miedo que sentí cuando me di cuenta de hasta qué punto me resultaba indiferente. También sentí frío, mucho frío. Me sentí asustada, perdida e irremediablemente enferma. Por enésima vez sentí que perdía el control, y que esta vez ya no lo volvería a recuperar. Atrapada por siempre en un hediondo campo que gobierna mi movimiento a sus anchas, con cero posibilidades de desarrollar la velocidad de escape.
Ahora el huracán de confusión ha pasado, pero la desolación que ha dejado sigue ahí. Vagamente recuerdo que antes, tiempo ha, podía sentir. O quizás sólo lo he soñado. Parece que habla una viejuna, ¿verdad? Pues nada de eso. Tengo 26 putos años (una cría, como dicen por ahí). Y lo peor de todo es que tampoco puedo estar segura de que esto que estoy escribiendo lo sienta realmente.
Recuerdo que de adolescente leí un libro de esos de mierda (de Dean Koontz o algo asín) que me llamó la atención porque el prota se había hecho una lista de motivos para vivir. Creo que tenía cuatro. Pues bien, yo ahora mismo sólo tengo uno. ¿Qué me va a ocurrir si lo pierdo? ¿Qué me va a ocurrir si también los números me empiezan a dar igual?
P.D. Como sé que aquí pegas una patada a una piedra y salen como 20 seres moralmente superiores a mí, y también sé que en su superior moral me van a aconsejar el suicidio, aclaro que esto lo escribí el lunes. Ahora, obviamente, no se me ocurre comparar mi devoción por los números con la afición que pueda llegar a tener por una personita. Y además, tampoco considero que sea incapaz de querer a las personas, sólo soy incapaz de querer a las que no han hecho nada para merecerlo.
P.D.' Señor moderador, ¿cabe la posibilidad de que me banee del rapiñas only? Lo digo porque un día de estos me sentí inspirada para soltar un conmovedor discurso sobre la letal combinación entre uranio enriquecido, capitalismo y retraso profundo, pero ahora no soltaré nada porque ya me da igual.[FONT="]
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