saca-al-tarado
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- 22 Mar 2006
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Aguardo el momento en el que se anuncie el momento de embarcar en el hiperjet que me conducirá en poco más de una hora hasta la otra punta el mundo, pues me apetece pasar la tarde fuera de la ciudad. La terminal está tranquila, las colas, esperas y retrasos son cosa del pasado y la asepsia del edificio parece transmitirse a la actitud de quienes aguardamos: pausados, serenos, un tanto ensimismados.
Advierto sin embargo que a escasos metros hay una pareja de hombre y mujer que habla tranquilamente. Su tono de conversación apenas es audible, pero parece deducirse que el peso de la charla lo lleva ella en tanto que él, de modo distraido, consulta de cuando en cuando la esfera de su reloj multifunción.
En un momento dado la atención del hombre se centra por completo en el aparato de su muñeca y sonríe, mostrando a su acompañante algo, tal vez la lectura de la pantalla, ante lo cual ella se tiende en el suelo en tanto que él se desabrocha pausadamente los pantalones y defeca con total naturalidad en su boca sin que nadie en absoluto les preste atención e incluso yo contemplo la escena como algo accesorio al panorama general y sin concederle mayor importancia.
¿Degradación, relajación de costumbres, solución al problema alimenticio tras la inicial fase de los filetes de mierda? No, simplemente se trata de la aplicación estricta de la Directiva Planetaria 20.812/2050, que faculta a cada varón, sean cuales sean su edad y condición social, a ejercer el derecho de hacer callar a cuanta zorra se halle bajo el radio de acción de su cretinómetro y éste señale que la interfecta ha superado su cupo diario de sandeces.
¿Han pensado alguna vez en la ideal situación que supondría disponer de tal privilegio legal?¿Qué situaciones les ponen en la tesitura de desear decirle a una petarda "abre la boquita que ahora va tu bien ganada ración de lefa, orín o pastaza"?¿Cuáles son los temas de conversación que les provocan casi de inmediato un súbito apretón intestinal que necesitan aliviar?¿Se verían ustedes con fuerzas y mierda suficiente como para atender a su deber ante las señales de unos cretinómetros en constante rojo vivo?
P.S.: No se admiten opiniones de las zorras habituales, a salvo de pronunciarse acerca de si lo prefieren diluido, duro o algo más masticable.
Advierto sin embargo que a escasos metros hay una pareja de hombre y mujer que habla tranquilamente. Su tono de conversación apenas es audible, pero parece deducirse que el peso de la charla lo lleva ella en tanto que él, de modo distraido, consulta de cuando en cuando la esfera de su reloj multifunción.
En un momento dado la atención del hombre se centra por completo en el aparato de su muñeca y sonríe, mostrando a su acompañante algo, tal vez la lectura de la pantalla, ante lo cual ella se tiende en el suelo en tanto que él se desabrocha pausadamente los pantalones y defeca con total naturalidad en su boca sin que nadie en absoluto les preste atención e incluso yo contemplo la escena como algo accesorio al panorama general y sin concederle mayor importancia.
¿Degradación, relajación de costumbres, solución al problema alimenticio tras la inicial fase de los filetes de mierda? No, simplemente se trata de la aplicación estricta de la Directiva Planetaria 20.812/2050, que faculta a cada varón, sean cuales sean su edad y condición social, a ejercer el derecho de hacer callar a cuanta zorra se halle bajo el radio de acción de su cretinómetro y éste señale que la interfecta ha superado su cupo diario de sandeces.
¿Han pensado alguna vez en la ideal situación que supondría disponer de tal privilegio legal?¿Qué situaciones les ponen en la tesitura de desear decirle a una petarda "abre la boquita que ahora va tu bien ganada ración de lefa, orín o pastaza"?¿Cuáles son los temas de conversación que les provocan casi de inmediato un súbito apretón intestinal que necesitan aliviar?¿Se verían ustedes con fuerzas y mierda suficiente como para atender a su deber ante las señales de unos cretinómetros en constante rojo vivo?
P.S.: No se admiten opiniones de las zorras habituales, a salvo de pronunciarse acerca de si lo prefieren diluido, duro o algo más masticable.