Hipotenuso
Forero del todo a cien
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- 23 Jul 2003
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Lo recuerdo perfectamente, como si fuera la semana que viene pero realmente todo ocurrió ayer por la mañana, hace 5 horas.
En aquel entonces yo aun tenía que nacer y no sabía qué hacer y estaba muy aburrido. Esperando la hora de mi nacimiento, me fui al parque para amenizar un poco las horas que quedaban para el parto. Ese año, tenía 367 días, porque por un error de calendario, el año pasado, que era bisiesto, se imprimió con 365 días.
En el parque había bastante gente. Había niños, había mayores, había niños mayores, había mayores mayores y también había niños muy niños. Pero yo me fijé en una zapatilla verde. Era hermosa y soportaba el peso de una mujer que llevaba un perro atado a una correa. A su vez, el perro, llevaba a una pequeña cobaya atada a una cadena y con bozal.
La mujer me miró, yo miré a la mujer, el perro miró a la cobaya y la cobaya miró una plantación de lechugas al lado del parque.
Yo le dije a la mujer que la invitaba a beber agua, porque no podía beber alcohol, recordad que yo aun tenía que ancer y además de chico, era muy pequeño para beber.
Nos fuimos a un chiringuito que estaba en el parque, junto a una playa enmedio de Zaragoza. En aquel entonces, Zaragoza formaba parte de la costa canadiense, pero, debido a que hacía mucho frío en invierno, todos los Zaragozanos decidieron mudarse a España.
Yo pedí un vaso de agua, pero con tetilla, porque aun no sabía beber por mi mismo. La mujer pidió una gaseosa sin gas.
Hablamos mucho mucho. Ella me dijo que trabajaba en África pintando manchas marrones a las jirafas amarillas y manchas amarillas a las jirafas marrones. Yo le dije que yo trabajaba ayudando a comer a los ancianitos. Me preguntó si trabajaba de voluntario en una residencia, pero le dije que no, que yo lo que hacía era fabricar sus dentaduras.
Me enamoré de ella, de sus zapatillas, de su perro y de la cobaya de su perro. Y ella se enamoró de mi, el perro se enamoró de mi y la cobaya se enamoró de una lechuga del campo que había junto al parque.
Nos tuvimos que despedir, porque mi madre vino a buscarme porque ya era hora de que yo naciera. Y nací. Y un médico me dió un cachete en el culete y yo en lugar de llorar, le canté una de Juanito Valderrama. El médico se asombró y dijo que era presidente de una productora multinacional de discos locales. Por suerte, esa multinacional solo trabajaba en mi ciudad. Y grabé un disco mientras las enfermeras me ponían polvos de talco. Grabé tres canciones "pipí suelto", "para subir al metro hay que bajar las escaleras" y "la cobaya del perro de la señora del parque quiere a una lechuga". Gané muchos millones, y tres años después, cuando yo tenía 35, volví a perder todo el dinero en una apuesta. Yo aposté a mi amigo a que no conseguiría que me hiciese apostar ninguna vez en 24 horas. Al final ganó la apuesta, como se puede suponer, pero es que, yo no sabía que ese día hacían el gran derbi de caballos de vapor.
En fin, fue una buena historia mientras duró. Ahora estoy sentado en mi propia tumba. No soporto estar encerrado en una caja de pino, yo la quería de sauce llorón, porque es más húmeda y podría hidratarme un poco la piel, porque empiezo a estar un poco seco. Mi vecino de tumba dice que lo mejor es incinerarse, porque así no hay que preocuparse por el aspecto, pero a mi no me gusta convertirme en polvo, porque luego la señora de la limpieza me mete debajo de la alfombra.
Este es un episodio de mi vida. así son las cosas, así se las hemos contado y en fin, esta es la grandeza de nacer el día que vienes al mundo.
Enga, un saludote, y a reir que son dos dias xDDD
En aquel entonces yo aun tenía que nacer y no sabía qué hacer y estaba muy aburrido. Esperando la hora de mi nacimiento, me fui al parque para amenizar un poco las horas que quedaban para el parto. Ese año, tenía 367 días, porque por un error de calendario, el año pasado, que era bisiesto, se imprimió con 365 días.
En el parque había bastante gente. Había niños, había mayores, había niños mayores, había mayores mayores y también había niños muy niños. Pero yo me fijé en una zapatilla verde. Era hermosa y soportaba el peso de una mujer que llevaba un perro atado a una correa. A su vez, el perro, llevaba a una pequeña cobaya atada a una cadena y con bozal.
La mujer me miró, yo miré a la mujer, el perro miró a la cobaya y la cobaya miró una plantación de lechugas al lado del parque.
Yo le dije a la mujer que la invitaba a beber agua, porque no podía beber alcohol, recordad que yo aun tenía que ancer y además de chico, era muy pequeño para beber.
Nos fuimos a un chiringuito que estaba en el parque, junto a una playa enmedio de Zaragoza. En aquel entonces, Zaragoza formaba parte de la costa canadiense, pero, debido a que hacía mucho frío en invierno, todos los Zaragozanos decidieron mudarse a España.
Yo pedí un vaso de agua, pero con tetilla, porque aun no sabía beber por mi mismo. La mujer pidió una gaseosa sin gas.
Hablamos mucho mucho. Ella me dijo que trabajaba en África pintando manchas marrones a las jirafas amarillas y manchas amarillas a las jirafas marrones. Yo le dije que yo trabajaba ayudando a comer a los ancianitos. Me preguntó si trabajaba de voluntario en una residencia, pero le dije que no, que yo lo que hacía era fabricar sus dentaduras.
Me enamoré de ella, de sus zapatillas, de su perro y de la cobaya de su perro. Y ella se enamoró de mi, el perro se enamoró de mi y la cobaya se enamoró de una lechuga del campo que había junto al parque.
Nos tuvimos que despedir, porque mi madre vino a buscarme porque ya era hora de que yo naciera. Y nací. Y un médico me dió un cachete en el culete y yo en lugar de llorar, le canté una de Juanito Valderrama. El médico se asombró y dijo que era presidente de una productora multinacional de discos locales. Por suerte, esa multinacional solo trabajaba en mi ciudad. Y grabé un disco mientras las enfermeras me ponían polvos de talco. Grabé tres canciones "pipí suelto", "para subir al metro hay que bajar las escaleras" y "la cobaya del perro de la señora del parque quiere a una lechuga". Gané muchos millones, y tres años después, cuando yo tenía 35, volví a perder todo el dinero en una apuesta. Yo aposté a mi amigo a que no conseguiría que me hiciese apostar ninguna vez en 24 horas. Al final ganó la apuesta, como se puede suponer, pero es que, yo no sabía que ese día hacían el gran derbi de caballos de vapor.
En fin, fue una buena historia mientras duró. Ahora estoy sentado en mi propia tumba. No soporto estar encerrado en una caja de pino, yo la quería de sauce llorón, porque es más húmeda y podría hidratarme un poco la piel, porque empiezo a estar un poco seco. Mi vecino de tumba dice que lo mejor es incinerarse, porque así no hay que preocuparse por el aspecto, pero a mi no me gusta convertirme en polvo, porque luego la señora de la limpieza me mete debajo de la alfombra.
Este es un episodio de mi vida. así son las cosas, así se las hemos contado y en fin, esta es la grandeza de nacer el día que vienes al mundo.
Enga, un saludote, y a reir que son dos dias xDDD