Odiar es querer sin amar. Querer es luchar por aquello que se desea y odiar es no poder alcanzar por lo que se lucha. Amar es desear todo, luchar por todo, y aún así, seguir con el heroísmo de continuar amando.
Odio mi calle, porque nunca se revela a la vacuidad de los seres que pasan en ella. Odio los autobuses que cargan esperanzas con la chica de al lado, esperanzas como aquellas que se frustran a toda hora y en todas partes, autobuses que hacen pecar con los absurdos pensamientos: los mios, los de ella, pensamientos que recorren todo lo que saben vulnerable y no se cansan. Odio mis pasos, con su acostumbrada misión de ir siempre con rumbo fijo, pero maldiciendo tal obligación. Odio esta ciudad, una ciudad que espera, pero no le abre las puertas a los desesperados.
Odio mi cuerpo y mi alma, dos cosas importantes, rebeldes a los cuidados y normas de la maldita sociedad. Odio mi pelo, un pelo cansado de atenciones estúpidas; un pelo que puede originar las mil y un importancias en una cafetería. Odio la fachada de mi casa, por estar mirando siempre con envidia a la de la casa del frente. Odio a mis vecinos quienes creen encontrar en un cansado saludo mio el futuro de la patria. Odio todo lo que tengo de cielo para mirar, si, todo lo que alcanzo, porque nunca he podido encontrar en él la parte exacta donde habita dios.
Odio a mis amigos... uno por uno. Unas personas que nunca han tratado de imitar mi angustia. Odio a mis amigas, las odio cuando acaban de bailar y se burlan de su pareja, las odio cuando tratan de aparentar el sentimiento inverso al que realmente sienten; las odio porque su pelo es tan artificial como sus pensamientos, las odio porque creen encontrar en mi el tónico ideal para quitar complejos, pero no saben que yo los tengo en cantidades mayores que los de ellas...por montones.
No se pero para mi lo peor de este mundo es el sentimiento de impotencia. Darse cuenta de que todo lo que uno hace, no sirve para nada. Estar convencido de que se hace algo importante, mientras hay cosas mucho más importantes por hacer, para darse cuenta que se sigue en el mismo estado, que no se gana nada, que no se avanza terreno, que se estanca, que se patina.
Odio los clubes y los restaurantes, por ser lugares estupidos, artificiales e hipócritas. Odio a todos los maricas por estúpidos en toda la extensión de la palabra. Odio a mis maestros y sus intachables hipocresías. Odio a todos aquellos que se cagan encima del mundo todos los días.
Odio a todas las putas por andar vendiendo añoraciones falsas en todas sus casas y sus calles. Odio las misas mal oídas...odio todas las misas. Me odio por no saber encontrar mi misión verdadera. Por eso me odio...y a ustedes ¿les importa?
Odio a todo el mundo, no dejo de odiar a nadie, a nada...
a nada
a nadie
sin excepción!