El resultado es buenísimo, el mejor después de Barcelona 92 y tras haberse pegado un tijeretazo al presupuesto.
De todas formas, es un espejismo, no es una muestra de que se estén haciendo bien las cosas.
En un país serio se mandaría al carajo al actual secretario de estado para el deporte y a la otra rata vividora que preside el COE y se designaría como máximo dirigente del deporte al presidente de la federación de piragüismo, quien ha sabido implantar un modelo de éxito que debería exportarse al resto de deportes olímpicos.
Pero ocurrirá todo lo contrario: más de un politicucho le tocará los huevos, le quemarán y por último le despellejarán vivo en la primera ocasión en la que el piragüismo obtenga resultados inferiores a lo esperado.