Los que decís haber pasado o estar pasando una crisis de edad es porque pensáis que ese río que es vuestra vida ha dejado de fluir para convertirse en agua estancada la cual va perdiendo líquido poco a poco sin que llegue agua nueva que refresque aquello.
La sensación de haber llegado a la meta se da en la treintena. Muchos ya han tocado techo en lo laboral; donde hayan llegado a esa edad es muy probable que no se muevan en el resto de su vida. También en lo sentimental se llega a la meta; muchos se han casado y otros tantos viven con la pareja de manera muy similar a estar casados.
También en muchos casos la prole la elaboras en este decenio. Tienes un par de retoños y a verlos crecer, como si fuese aquello una película.
Las rutinas ayudan a esa sensación de estancamiento. Ves pasar las estaciones con el mismo pasmo que cuando vas por el campo y de pronto ves pasar un tren de mercancías a toda velocidad. Cuando todavía no estás recuperado de navidad ya estás en semana santa y cuando te quieres recuperar de aquello ya es verano y sin solución de continuidad vuelve a ser navidad.
Empiezan, pues, los años a granel. Un día echas la vista atrás y ves que te cuesta diferenciar un año de otro. ¿Qué hice en 2014? ¿Y en el 16? Fueron iguales, ¿no? Y también lo fue el 17, el 18 y el 19. Este año se salva, fíjate, porque ha habido una pandemia. Lo más emocionante que te ha pasado en los últimos 15 años es que no te dejaron salir de casa en 3 meses.
Los años ya no son individuales. Son puñados de arena que te los tiras encima y que tienen un extraordinario peso que cada vez te hacen encorvar más la figura.
Algunos se dan cuenta de esto y tiran por el camino del medio: dejan a la mujer, dejan el trabajo e intentan llevar lo que ellos pensaban que daba emoción a sus vidas, que no es otra cosa sino salir, beber, en definitiva intentar volver a la adolescencia.
Esta gente ¿Qué consigue? Consigue dar una repugnante imagen de niño eterno. De niño calvo y con achaques que se regodea en su ser pueril, porque un niño se divierte sin saber que se divierte porque es un niño, pero un adulto que te dice que se divierte porque es como un niño es disparatado.
No consiguen una mujer mejor. Consiguen viejas que, como ellos, creen que volver a la adolescencia es una buena estrategia por lo que al saco de años que llevan encima y al deterioro físico le añaden una estupidez que te quita las ganas de vivir. Recuerdas que a los 20 ligar con una tía aportaba frescor a tu vida. Te ponías nervioso al pensar cómo tendrá las tetas, cómo será salir a cenar con ella, qué cine le gustará, qué habrá estudiado, cómo besará.
Ahora ligar con una vieja solo aporta malas preguntas: ¿Qué manías tendrá? ¿molestarán mucho los hijos? ¿Tendrá cicatriz de la cesárea? ¿Qué camino tortuoso la habrá llevado hasta aquí?
En lo laboral tampoco mejora la cosa. Lo que ellos creían que era un trabajo rutinario que te destrozaba el alma no era tan malo, en realidad. Ahora que vas dando tumbos en la incertidumbre laboral te das cuenta que no por quitar la rutina mejora la cosa. Recuerdas cuando antes se te acababa un contrato o te echaban o te ibas y te duraba el susto una tarde porque al día siguiente ya estabas con grandes planes para tu futuro, pensando cómo esto que te había pasado era una oportunidad y no una crisis. Ahora ves que no te llaman de ningún sitio y si lo hacen no mejora en nada tu situación anterior y ves al futuro no con esperanza sino con miedo.
En resumen, hagas lo que hagas la deriva va ser la misma. El camino del descubrimiento ha acabado. La sensación rutinaria se da porque ya todo lo bueno lo has visto, todo lo has vivido, todo lo has saboreado, todo lo has olido, todo lo has tocado. Esa sensación de novedad ha acabado para siempre y por más que quieras volver a ser un niño no lo vas a conseguir porque es como la que se hace una reconstrucción de himen; por mucho colgajo que te pongan ahí, ese coño ya está follado.
No hay buena solución. Ahora las novedades que quedan son todas fatales: saborear la novedad de ser hospitalizado, de acudir al tanatorio, de levantarte con dolor de huesos, de resoplar al sentarte, de ver cómo te va dando cada vez más asco tu mujer.
Supongo que este proceso es más doloroso para aquellos que no han convertido ni una de sus esperanzas e ilusiones y echando la vista atrás ven que ha desperdiciado sus años de crecimiento, esperanzas e ilusiones y la cuesta abajo les va a tocar afrontarla desde una posición muy incómoda.
Para los que han conseguido cumplir en todo o en algo también habrá esa cuesta abajo, pero al menos tendrán el consuelo de haber conseguido algo.
Habrá quien diga que conoce a tal persona que se fue del lado de la bruja de su mujer para irse con una veinteañera, que se fue de su trabajo para formar su empresa y ahora es multimillonario y que los fines de semana se toma sus copas y tan contento.
Haberlos los habrá, si, pero ¿Crees que precisamente tú tendrás esa suerte?
Para intentar frenar esa caída lo suyo es ponerse un buen paracaídas que te ayude en que el aterrizaje sea suave, delicado y de pie: como ya te han comentado profundiza en tus intereses y busca otros nuevos. Lee, escucha, viaja, saborea, haz deporte. Son formas de religión menores que no te van a salvar de la hecatombe ni de esos años a granel, pero van a salvar tu espíritu y van a enriquecer tu existencia al igual que ayudará que con quién estés haga lo mismo y que no se deje arrasar por los años.